[...] Vaya por delante que mi desconfianza atañe a la cúpula de Podemos más que a Podemos. Vaya por delante que bastantes de las propuestas actuales de Podemos me parecen sensatas y razonables. Pero vaya también por delante mi recelo ante el moralismo de Podemos: primero porque la virtud no se predica ni se exhibe, sino que se ejerce (a ser posible a escondidas: la virtud es secreta o no es), y segundo porque el énfasis en la moral delata casi siempre al inmoral.
De hecho, si no fuera porque en democracia forma y fondo son casi lo mismo, yo diría que mi desconfianza es más de forma que de fondo. Sea como sea, me cuesta trabajo entender cómo puede confiarse en la cúpula de un partido que, en cuanto vislumbra el poder e intuye que sólo podrá alcanzarlo cambiando por completo de ideas, pasa en un pispás del bolivarismo vehementemente anticapitalista de la Venezuela real a la socialdemocracia sólidamente capitalista de una Dinamarca un poco inventada, y de echar la culpa de todo a la Transición a reclamar la vuelta del llamado espíritu de la Transición.[...]
En septiembre de 2015, durante la campaña electoral catalana, Iglesias apelaba en Barcelona a las raíces de los inmigrantes del resto de España, como si Podemos quisiera ser un PP o un Ciudadanos de izquierdas, pero tres meses más tarde, después de que un pacto con soberanistas periféricos le permitiera obtener unos excelentes resultados en las elecciones generales y olisquear de nuevo el perfume inconfundible de La Moncloa, proclamaba a todas horas la plurinacionalidad del Estado y exigía un referéndum en Cataluña como condición sine qua non para apoyar un Gobierno en Madrid.
Y lo hacía, además, con trampa, sin especificar de qué clase de referéndum hablaba –¿consultivo?, ¿vinculante?, ¿a la quebequesa?–, lo que equivale a no decir nada tratando de quedar bien con muchos y liando otra vez a todos al vindicar un derecho inexistente: el llamado derecho a decidir (se puede estar a favor de un referéndum, pero no de una aberración lingüística: el verbo decidir es transitivo). Esto no es de saltimbanquis: es de trileros.
Enlace: El sueño de Maquiavelo
Hay algo en los dirigentes de Podemos que a mí también me inspira desconfianza. No sabría decir qué es. Creo que tienen que mostrar más claramente qué quieren y cómo van a actuar para tener más clientela. MJ
ResponderEliminarMe producen las mismas sensaciones (desde el primer día) que a Javier Cercas, por más que pueda estar de acuerdo en aspectos puntuales de su discurso. Desconfianza total.
ResponderEliminarEl Tapir
La cúpula de Podemos me ha desagradado mucho desde que empezó a darse a conocer. Me inspira recelo y sus planteamientos me resultan simplistas y trasnochados. Esa izquierda no me gusta nada, y espero que el PSOE al final no pueda pactar con ella. No me fío ni un pelo, pero tampoco me fío ahora de Sánchez, que parece ir solo a su bola.
ResponderEliminarYo también desconfío de los dirigentes de Podemos. De unos más que de otros, todo hay que decirlo, y del que menos me fío es de Pablo Iglesias.
ResponderEliminarNo es que, en ocasiones, no me convenza lo que dicen. Me pasa lo que a Cercas, y por las mismas razones que él expone, y por algo más que me sería ya más difícil explicar. Puro instinto, supongo.