Con motivo del fallecimiento hoy del arquitecto Ricardo Bofill, dice Rosa
Regás en
El espíritu libre de un seductor: «Era original porque tenía una personalidad unívoca: las cosas que no te
gustaban de él estaban tan entrelazadas con todas las demás que te
fascinaban, quedando minimizadas».
Y así le pasaba a G.U. desde que visitó con la ETSAB su "El castillo de Kafka"
de Sitges, en 1969. Quedó fascinado con aquello; sí, supuso una emoción tremenda recorrerlo, aunque el personaje un
poco creidillo que se había montado no fuera en absoluto de la cuerda de este bloguero. Y en
esa dicotomía nos hemos movido siempre. Nos entusiasmó enormemente lo que hacía
cuando iniciábamos nuestros estudios, todo aquello era muy estimulante para
nosotros.
Eso duró hasta que dejaron de interesarnos un poco sus obras, casi siempre buenas. Fue cuando el hombre
se hizo internacional, Giscard d´Estaing lo calificó como "mejor arquitecto del mundo", y fardaba de esto y de aquello con un cierto aire suficiente; columnatas y frontones por aquí, por allá y por acullá, su fase "posmoderna". Pero, sea lo que fuere, se nos ha ido por
sorpresa un gran tipo, un gran trabajador y un grandísimo arquitecto. Estamos muy apenados.
DEP, Ricardo Bofill. Les dejamos con fotografías de algunas de sus obras que más nos gustan
(hay otras varias más).
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"El Castillo de Kafka", en Sitges (1968) |
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Apartamentos en la calle Juan Sebastián Bach , en Barcelona (1965) |
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"Edificio Nicaragua", en Barcelona (1965) |
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Azoteas en el "Barrio Gaudí", en Reus (1968) |
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Apartamentos "Xanadú", en Calpe (1971) |
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"La muralla roja", en Calpe (1968-1972) |
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"Anfiteatro", "Xanadú" y "La muralla roja", en la urbanización "La Manzanera". Al fondo, Calpe y el peñón de Ifach |
Pero dejemos hablar a Óscar Tusquets, quien refleja algo que G.U. siempre percibió cuando estudiaba: un cierto recelo y desconfianza hacia ese tipo que ni había cursado la carrera en la ETSAB (Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona) ni estaba colegiado en el COAC (Colegio Oficial de Arquitectos), pero que hacía unas obras que asombraban a todos.
De hecho, ese recelo se ha prolongado siempre y nunca ha sido muy mimado ni por el gremio de arquitectos ni por las instituciones catalanas (era un tipo que se autocalificaba de "nómada" y, por consiguiente, no muy nacionalista).
«En la apacible comunidad de arquitectos barceloneses, a mediados de los sesenta, apareció un forastero: el forastero de curriculum incierto, que atrae a la vez que inquieta a una sociedad. Un joven que comenzó a construir edificios sin haber pisado la Escuela de Arquitectura de Barcelona, que ni siquiera podía estar colegiado en el Colegio de Arquitectos. Un individuo que aseguraba que había sido expulsado de la universidad española por razones políticas, que tras dos cursos en Ginebra, se cansó de la educación académica y se puso a construir sin más preámbulos. Y lo que construía, como el primer edificio de viviendas de la calle Compositor Bach, no dejaba de inquietar a los que, apenas un año más jóvenes, aún batallábamos con las últimas asignaturas y el proyecto final de la prolongadísima carrera.
Ricardo Bofill inició su meteórica trayectoria independiente de la de los arquitectos barceloneses de su generación. Aunque hoy cueste reconocerlo, durante bastantes años los gurús de lo que se llamó Escola de Barcelona desconfiaron del valor real de aquel joven indocumentado. Pero aquel arquitecto sin título proyectaba unos apartamentos en Castelldefels, el edificio Nicaragua, el Castillo de Kafka, el Barrio Gaudí…, obras singulares, muy personales, arriesgadas, objetables, pero indiscutiblemente brillantes». [...]
Hace muchísimos años escribí que estaba convencido de que Ricardo Bofill era un genio pero que albergaba dudas de en qué disciplina. Esta sentencia, que en el Taller nunca se ha olvidado, hoy, a las pocas horas de su fallecimiento, la modificaría: entre estas disciplinas está sin duda la Arquitectura».
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"NIVEL AVANZADO"
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[Fotografía: Beatsy / Unsplash] |
«Desear la inmortalidad es querer eternizar un error» (Joan Margarit)
«Ya no existe el regreso nadie podrá salir aunque su cuerpo lo haga: este es lugar de sueños donde todos se quedan esperando esperando la claridad de un día sin tiempo y sin relojes en el que las edades los siglos los milenios se confundan y abrasen en una misma hoguera alegre igual que un vino de ignorada memoria». José Agustín Goytisolo – La Muralla Roja (Taller de Arquitectura, 1977)
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