Hoy no comentaremos su poesía, que era muy buena; doctores tiene la iglesia. Vamos a relatar experiencias personales. Aún lo recuerda G.U. con su chamaquito o trenka azul ("Montgomery", lo llamaban entonces, quizá porque en alguna ocasión lo lució el mariscal Montgomery), alternando en la pizarra con Buxadé —que llevaba la misma prenda en beige ("camel"), al igual que G.U.— , cubriendo unos relevos espléndidos que nos explicaban "los secretos de las estructuras" de una manera que dejaba embobado a los que no sabíamos nada de eso...
De los que desfilaron por ese estrado, recordamos también ahora, para que queden para la historia, a la señorita Font (amiga de nuestro tío Gerardo, y que daba unos pisotones
tremendos al suelo de la tarima hablando de los "números naturales"), a un
tembloroso Pi Calleja, a Sostres, a Montero Pazos y... a
la caterva de piratas que tomaron la cátedra de "Resistencia de Materiales"
sustituyendo a Bordoy (al que echaron, aduciendo que éste hacía muchos proyectos, incluido un
rascacielos al lado del puerto, el "Edificio Atarazanas"), fulminado por ser tildado de "capitalista". Son esos sujetos los que catearon en 1972 a G.U. en asamblea pública, con los alumnos señalando con el pulgar hacia abajo. ¡Qué tiempos!
Siempre recordaremos las líneas que Margarit dedicó a sus años de estudiante en la
Escuela de Arquitectura (ETSAB) en su libro Barcelona, amor final. En él, además de dedicar unas líneas y un poema al arquitecto Coderch, tiene un especial recuerdo para la academia Rosell, donde practicábamos carboncillo y acuarela por las tardes; también para el bar, que estaba situado en el ático, un lugar mágico por las conversaciones que se desarrollaban en él, por sus vistas sobre la ciudad y por sus bocadillos de "país con tomate". Inolvidable aquello para los que lo vivimos entonces.
| Venus de Milo | «A mediados de los cincuenta regresé de Santa Cruz de Tenerife y viví cinco años en el Colegio Mayor Sant Jordi, en la calle Mestre Nicolau, mientras estudiaba en la Escuela de Arquitectura, que estaba en el edificio de la Universidad de Barcelona. La asignatura más difícil de una larga carrera era el Dibujo, que se preparaba en academias, de las acuales las más antiguas eran la Baixas y la Rosell. Pasé en ellas un número infinito de horas dibujando reproducciones en escayola de estatuas clásicas. Todavía, cuando me topo con algún original en un museo —la Venus de Milo en el Louvre, por ejemplo — lo miro con complicidad y nostalgia. En aquella Escuela, bajo el reloj, asistí a las clases de Bonaventura Bassegoda, que explicaba la asignatura "Cimientos profundos" , científico notable e imaginativo que escribía sus monografías en un castellano antiguo y exacto.
Dos años antes de acabar la carrera, se inauguró el edificio de la Diagonal. La Escuela tenía el bar en el último piso. La vista, en aquellos primeros años sesenta, era magnífica, llegaba hasta un mar casi siempre de un azul intenso. Eran unos años de mucha represión política, y el bar era un fórum donde se hablaba de todo aquello que en los lugares públicos —y muchas veces ni en casa— no se trataba. Permanecí allí dando clases de Cálculo de Estructuras hasta 1998.
| La Diagonal y la ETSAB en los años sesenta / [Fotografía de Xavier Miserachs] | » El arquitecto José Antonio Coderch de Sentmenat fue mi maestro. Su concepto del arte ha marcado todas mis meditaciones, no solamente sobre la arquitectura, sino también sobre la poesía. El poema que habla de él se publicó por primera vez en el libro Poema per a un fris, que justamente editó la Escuela de Arquitectura, un conjunto de acuarelas de las fachadas de las Ramblas hechas por los estudiantes. Muchos de aquellos dibujos son el único recuerdo que queda de edificios desaparecidos. Al fin y al cabo, es lo que también intentan estos poemas».
Joan Margarit, ESCUELA DE ARQUITECTURA, fragmento de Barcelona, amor final, Ed. Proa, 2007. |
Hoy ha fallecido. No creemos que le hagan grandes alharacas por aquí, con
mossos d´esquadra de gala con su sombrerito, senyera sobre el féretro y
enaltecidos cánticos de Els Segadors. Y es que eso de haber aceptado el Premio
Cervantes en 2019 de manos de Felipe y Letizia... ¡hum!; es "un borrón que
ennegrece su legado", como el del reinado de Carlos III por haber echado a los
jesuitas, según explicaban los libros de historia que utilizábamos en los jesuitas.
Además, por si fuera poco, por aquella época decía cosas así:
De las movilizaciones del lacito: «Desconfío profundamente del colectivo,
siempre me ha asustado un poco: te lleva a movilizarte quizá hacia sitios
donde tú no querrías ir; además, siempre está el peligro de pensar que somos
los mejores porque pensamos con pureza... Permítanme que a mi edad desconfíe
de la masa».
Acerca de la distorsión del lenguaje: «Es el reconocimiento de pasiones muy
innobles; la palabra es reflexiva, es explicación de la vida; quien destroza
el lenguaje, destroza la vida; sin saberlo, los políticos están destrozando la
nuestra; en los últimos cinco años, su labor ha sido en ese sentido tan bestia
que tendremos que volver a inventar el lenguaje».
Enlace: https://elpais.com/ccaa/2017/11/03/catalunya/1509735679_937218.html