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Las autonomías son un fracaso. Lo ha demostrado la pandemia y la sanidad llevada a cabo por los 17 adalides. Nuestro problema es que sobran personas que viven gracias a ellas, importándoles un carajal los demás, y han hecho de esto su finca particular, léase Catañunya , Galicia, pais Vasco o Cantabria, la del anchoero». Lo decía Miquel Cartisano hace unos días en este blog, y G.U. está de acuerdo con esas afirmaciones. Eso de que es "un modelo de éxito" está por demostrar.
El Dr. Sánchez —en breve hablaremos de él—, quizá consciente de ello, debe de haber pensado, asesorado por el señor Redondo: «Si tan listos sois todos y tan buenos gestores, es vuestro momento de gloria o de mojaros el culo».
¡Ojo! Es básico que los datos de unos y otros no concuerden, porque así se añade bruma al asunto y así nadie sabe qué pasa. Las estadísticas de enfermos, de contagiados o de fallecidos están presuntamente trucadas ("desactualizadas") y suben y bajan por razones que ignoramos, pero que a buen seguro deben de conocer los que las hacen.
Puestos a no saber, no sabemos lo que hacen o dejan de hacer otros "adalides", pero lo cierto es que aquí tenemos al MHP Torra ocultando datos y dando brazadas de náufrago, a la búsqueda desesperada de temas diversos para distraer la atención de su mal hacer: que si el emérito (ignorando lo de
Pujolone y su clan), su hijo
Felip y la Monarquía, que si reclamar la
republiqueta, que si un referéndum, que lo que dice el Tribunal Supremo acerca de los políticos presos es una vergüenza; en fin, cualquier cosa menos ponerse seriamente a trabajar en este espinoso tema, cogiendo el toro por los cuernos (aunque no le guste eso del toro). Esa administración destinada a ser el pasmo del mundo con un Estado independiente ("
el món ens mira") es en realidad menos eficaz que un ay untamiento de tercera. Penoso.
Dice R. de E.: «
La incoherencia, que puede conducirle a llevarse la contraria a sí mismo, es una de las principales señas de identidad de Quim Torra, ese inútil que hace como que preside un gobierno autónomo con ínfulas de nación milenaria. Al principio de la pandemia del coronavirus, insistía en confinarnos a todos durante meses, pero luego le entraron las prisas y se pulió la fase tres del estado de alarma en veinticuatro horas, contribuyendo tal vez a los funestos rebrotes que padecemos en la actualidad».
Y aquí nos tienen, metidos en este carajal, en el que, por ejemplo, no se sabe si ir a un bar o a una discoteca es una de esas actividades absolutamente imprescindibles, o más imprescindible que otras que están "desaconsejadas". Y todo así, con unas normativas incongruentes que parecen redactadas por el último de la clase. Lo cierto es que ya casi nadie le hace ni p*** caso a Torra.
Mucha gente desoyó sus "recomendaciones", como no podía ser de otra manera, y también las de los pobres médicos; sigue haciendo fiestorros, celebrando de estranjis despedidas de soltero, comuniones antiguas o bodas nuevas, y, los más descerebrados, botellones y despendoles diversos a diestro y siniestro. Trabajo tendrán los veterinarios para convencer a esos cabestros, como proclama Mafalda. Pero los más avispados se largaron sin problemas a sus segundas residencias, si las tienen, y no han vuelto, algo que ha extrañado a nuestros mandatarios; no sabemos qué se esperaban. En realidad, tampoco se ve la diferencia entre ir a una 2ª residencia o de viaje, ni se sabe si lo uno sí y lo otro no, o al revés. Es lo que hay, un quilombo de padre y muy señor mío.
Ya lo ven. No hay fondos para rastreadores del virus (de los que no hay ni rastro), la sanidad está hecha unos zorros, no hay dinero
pa na, pero sí para llenarse la tripa unos cuantos aquí y otros allá, séase en Waterloo o en las múltiples embajaditas de la
republiqueta que dan de comer a los más pelotas. Y todos, salvo los del lacito amarillo, han aprendido, gracias a los alardes de Torra y de su maestro de Waterloo, que se puede saltar uno las normas y leyes sin que pase nada.