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domingo, 2 de febrero de 2025

DEP, Marianne Faithfull

Marianne Faithfull
Que cada uno sienta lo que quiera. Cada uno ha tenido sus vivencias, difíciles de transferir. Las de G.U.se las hemos ido desgranando aquí, poco a poco. Como saben, vivió su adolescencia y primera juventud en los años sesenta. Por tanto, se alimenta de unos sentimientos ya casi ancestrales, que perduran en él. Pero los años sesenta van pasando a mejor vida y todos sus referentes también. Hay muchos personajes de los que poblaron aquella época a los que admiró y aún admira, pero pocos le emocionan como Marianne Faithfull; ya saben ustedes que uno tiene la lágrima fácil últimamente. 
Marianne Faithfull: Saliendo del juzgado con Mick Jagger / con Alain Delon
Empezó como chica pin up o it girl, una versión a la inglesa de Françoise Hardy, otro de los amores platónicos de G.U. (la tercera fue Audrey Hepburn). Estuvo con Mick Jagger, de los Rolling Stones, con Keith Richards (también de los Rolling), incluso con Alain Delon y decenas de famosos. Entre sus canciones, quizá la más famosa fue As Tears Go By, de Jagger y Richards (con el tiempo, grabó varias versiones), auque tiene otras estupendas, para el gusto de un servidor, con una voz cristalina entonces.


Alcanzó una fama que la fue derivando poco a poco a esnifadas múltiples, al alcohol, a la heroína, a dormir en la calle. Sobrevivió como buenamente pudo a todo eso, como también a un cáncer de mama, a un enfisema pulmonar a causa del tabaco y al Covid 19, que a punto estuvo de llevársela al otro barrio en 2021. En ese barrio en el que reside desde hace tres días. DEP.
Su voz se fue volviendo aguardentosa con el paso del tiempo, consecuencias de la "vida disipada". Da igual, siempre sonó bien y conservó su elegancia, que le venía dada "de fábrica". El LP Broken English, de 1979, es muy bueno y contiene una de las canciones más bellas y tristes que G.U. haya escuchado nunca, The ballad of Lucy Jordan. Desde 1979, la siguió cantando siempre. La desesperación de una mujer camino de los 40 que enloquece a causa de su vida mediocre; sube a la azotea de su edificio, para acabar al fin tendida en un largo coche blanco (que lo interpretamos como una ambulancia).
 

The morning sun touched lightly / on the eyes of Lucy Jordan, / in a white suburban bedroom, / in a white suburban town, / as she lay there ‘neath the covers, / dreaming of a thousand lovers / ‘till the world turned to orange / and the room went spinning round.
At the age of thirty-seven / she realised she’d never ride / through Paris in a sports car / with the warm wind in her hair, / so she let the phone keep ringing / and she sat there, softly singing / little nursery rhymes she’d memorised / in her daddy’s easy chair.
Her husband, he’s off to work,/ and the kids are off to school, / and there are oh, so many ways / for her to spend the day:/ she could clean the house for hours / or rearrange the flowers / or run naked through the shady street / screaming all the way.
At the age of thirty-seven / she realised she’d never ride / through Paris in a sports car / with the warm wind in her hair, / 
so she let the phone keep ringing / and she sat there softly singing /little nursery rhymes she’d memorised / in her daddy’s easy chair.
The evening sun touched gently on / the eyes of Lucy Jordan, / on the roof top where she climbed / when all the laughter grew too loud, / and she bowed and curtsied to the man / who reached and offered her his hand, / and he led her down to the long white car / that waited past the crowd.
At the age of thirty-seven / she knew she’d found her heaven, / as she rode along through Paris / with the warm wind in her hair.

El sol de la mañana tocaba ligeramente / los ojos de Lucy Jordan, / en un blanco dormitorio suburbano, / en un blanco pueblo suburbano, / mientras estaba tumbada bajo las mantas, / soñando con mil amantes, / hasta que el mundo se volvió anaranjado / y el dormitorio empezó a dar vueltas. 
A la edad de treinta y siete / se dio cuenta de que nunca montaría / por París en un descapotable / con el cabello al cálido viento, / así que dejó que el teléfono siguiera sonando / y se quedó ahí sentada, cantando en voz baja / cancioncitas de cuna que había memorizado/  en el sillón de su padre.
Su marido se ha ido al trabajo / y los niños se han ido al colegio, / y hay, oh, tantas maneras / para ella de pasar el día... / Podría limpiar la casa durante horas. / o recolocar las flores. / o correr desnuda por la calle en sombra / gritando todo el camino.
A la edad de treinta y siete / se dio cuenta de que nunca montaría / por París en un descapotable / con el cabello al cálido viento, / así que dejó que el teléfono siguiera sonando / y se quedó sentada ahí, cantando en voz baja / cancioncitas de cuna que había memorizado / en el sillón de su padre.
El sol de la tarde tocaba ligeramente / los ojos de Lucy Jordan / en el tejado al que se había subido / cuando todas aquellas risas sonaban demasiado fuertes, / y saludó con una reverencia al hombre / que le ofeció su mano, / y él la condujo al largo coche blanco / que esperaba detrás del gentío. /
A la edad de treinta y siete / supo que había encontrado su cielo, / mientras montaba en coche por París / con el cabello al cálido viento.


En fin, esa canción se hizo muy famosa, al figurar en la banda sonora de la película Thelma & Louise (1991), la mítica road movie del director Ridley Scott. Les dejamos con ella. DEP, Marianne Faithfull.


miércoles, 29 de enero de 2025

«The Brutalist», la Bauhaus y Vitruvio

La Arquitectura está de moda, apreciados lectores. No sé si han oído hablar de la película The Brutalist. G.U., aunque no la ha visto, sí que ha leído comentarios muy elogiosos por parte de críticos de cine, algunos habitualmente implacables. Claro que, de la crítica... uno ha aprendido a no fiarse un pelo; el vil metal afloja la mosca para entronizar películas, y más cuando se acercan los Óscar (y los Goya).

Cuando la veamos ya diremos esta boca es mía. Parece ser que la trama sigue a un tal László Tóth, arquitecto judío húngaro que sobrevive al Holocausto y emigra a los Estados Unidos. Se encuentra con muchas dificultades al principio, pero su talento acaba por ser reconocido por un adinerado cliente y...

Walter Gropius, Edificio de la Bauhaus, en Dessau (1925-1926) 

Bien, no fue el único. Gropius, Mies van der Rohe y tantos otros se trasladaron a EEUU (ojo al dato, otros —pocos— lo hicieron a Rusia) huyendo del nazismo, y exportaron el espíritu de la Bauhaus, una escuela que albergaba mucho genio dentro. De hecho, Gropius fue su fundador y primer director y Mies el úlimo [su predecesor en el cargo, Meyer, es uno de los que marcharon a Moscú]. El caso es que en USA desarrollaron al máximo su talento; allí había pasta y ganas de demostrar al mundo quién era el p*** amo. De esto ya hablaremos cuando nos quitemos la som de les orelles, como se dice por aquí.


De momento, vamos a remontarnos veintitantos siglos atrás, para hablar de un sujeto llamado Vitruvio.

Su tratado, De Architectura, cubre una amplia gama de temas relacionados con la arquitectura, incluyendo diseño de edificios, materiales, construcción, acústica, y proporciones humanas. Hablando de proporciones, quizá conozcan algo de él a través del dibujo «El hombre de Vitruvio», de Leonardo da Vinci. Representa una figura masculina desnuda en dos posiciones sobreimpresas de brazos y piernas, inscritas en una circunferencia y un cuadrado.

Leonardo da Vinci, El hombre de Vitruvio, 1492

Quizá se pregunte alguno de ustedes ¿quién demonios era ese tal Vitruvio? Vamos a ello: 

Se estima que nació entre 80-70 a.C., en la antigua Roma. Vivió durante un período de turbulencia política, en la transición de la Repúblia al Imperio. Combatió bajo Julio César en Galia. De hecho, fue su arquitecto durante su juventud y, al retirarse del servicio, entró en la arquitectura civil, siendo de este periodo su única obra conocida, la basílica de Fanum (Italia). Es el autor del tratado más antiguo sobre arquitectura que se conserva y el único de la Antigüedad clásica, el ya citado De Architectura, en diez libros (probablemente escrito entre los años 27 a. C. y 23 a. C.), inspirada en teóricos helenísticos.

Vitruvio y su libro De Architectura
Según Vitruvio, y no será G.U. quien le quite la razón, para que la arquitectura produzca resultados aceptables debería seguir los principios establecidos en su tríada «venustas, firmitas et utilitas», esto es, belleza, solidez y utilidad. Allí es nada.
 
Y en la obra antes citada añade cómo debe ser el arquitecto: 
«Et ut literatus sit, peritus graphidos, eruditus geometria, historias complures nouerit, philosophos diligenter audierit, musicam scierit, medicinae non sit ignarus, responsa iurisconsultorum nouerit, astrologiam caelique rationes cognitas habeat – haec omnia faciunt virum vere eruditum et polyhistorem».

Lo que «en roman paladino» viene a decir, más o menos:
«Que debe saber escribir correctamente, ha de ser experto en dibujo y sabio en geometría, que debe conocer muchas historias y sucedidos, que ha de escuchar atentamente a los filósofos, que ha de conocer la música y algo de medicina, así como leyes, y desde luego ha de saber leer en los astros y estar familiarizado con el sistema celeste: todas estas cosas hacen que un hombre sea verdaderamente erudito y polímata».

Pues estamos apañados. G.U. cumple a rajatabla muy pocas de esas condiciones del arquitecto que demandaba Vitruvio, y a juzgar por los edificios que vemos por aquí, no es el único. Solo conoce a uno que las cumpla más o menos. Sabemos que la película citada al principio él no la verá nunca, porque no suele ver ninguna. Por suerte, Vitruvio no exigía que se fuera buen conocedor del Séptimo Arte...
Veremos si las dimensiones son tan colosales. G.U. no va ahora al cine. Esperará a Movistar (tardará).

miércoles, 30 de octubre de 2024

El Thyssen no es lo que era, ¡ojo!

Viñeta de El Roto (13/7/2024)
Hay una serie de Movistar que le está gustando bastante a G.U. Se trata de "Bellas Artes", con un excelso Óscar Martínez como recién nombrado director de un ficticio MIDAM (Museo Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Madrid). Un museo en el que las directrices ministeriales le exigen presencia descolonizadora, étnica y feminista mayoritaria como condición sine qua non para seguir al frente. Y él cumple con esa labor a rajatabla, aunque aplicando algunas triquiñuelas (malas artes), eso sí.
Cartel de promoción de la serie "Bellas Artes"
Pues bien, casi parece un calco del Thyssen que preside actualmente el podemita Guillermo Solana, quien, quizá siguiendo órdenes del ministro de Cultura —ese tipo descolonizador apellidado Urtasun—, está promocionando una serie de exposiciones que se asemejan mucho a las de la serie "Bellas Artes".

En fin, un gran museo, pero que nos tememos que esté cayendo en una cierta decadencia, y más que lo estará desde el asunto de la descolonización propuesta por nuestras autoridades culturales. No sé con qué ojos verá toda esta deriva la señora Tita Cervera, pero imaginamos que no muy buenos.
Cartel anunciador de la exposición de la artista afrociberfeminista Tabita Rezaire Nebulosa de la calabaza
[Museo Thyssen-Bornemisza]

Veamos cuál es la exposición estrella de esta temporada Se trata de Nebulosa de la calabaza, la primera exposición individual de la artista Tabita Rezaire en España, que estará abierta al público hasta el próximo 12 de enero. Todavía están a tiempo ustedes, si van por Madrid. Dado que el museo Soroya está cerrado, tendrán más oportunidad para acercarse. Pero veamos lo que cuenta el folleto de mano:

«Se trata de una muestra sensorial e inmersiva. “Mi trabajo en general, y esta obra en particular, gira en torno a la belleza y al ciclo infinito y circular de la vida”, explica la artista. Rezaire (París, 1989) es una artista afrociberfeminista y multidisciplinar, una activista que explora las intersecciones entre tecnología, arte, espiritualidad, descolonización y sanación. 

La artista afrociberfeminista Tabita Rezaire, fotografiada en Madrid
De origen francés y residente en la Guayana Francesa, utiliza el vídeo, la construcción de espacios inmersivos y la performance para desafiar narrativas y promover un entendimiento holístico del mundo, en el que las realidades están interconectadas. Su trabajo recupera conocimientos y prácticas ancestrales y fusiona saberes indígenas, africanos y no occidentales con tecnologías digitales para explorar cómo las prácticas espirituales y de sanación sirven como herramientas para la resistencia, la emancipación y la reconstrucción de identidades y comunidades».

jueves, 24 de octubre de 2024

Sobre grafiteros y retretes (de Tokio)

G.U. no sabe si esa normativa que obligaba a retranquear las puertas de los garajes respecto a la fachada sigue vigente. Tiene aspectos positivos, porque al salir con el coche reduces el peligro de llevarte a algún viandante por delante (valga el amago de pareado). El problema que ha habido con los portones retranqueados es que casi siempre es lugar idóneo para los grafiteros irredentos, para los que quieren aliviar la vejiga urinaria o simplemente depositar en el suelo un mojón, zurullo o mokordo (en euskera), a saber: «excremento compacto y sólido que se expele de una sola vez» (sic), aliviando así el intestino grueso de una pesada carga. No son de perro, ojo, esos evacúan en la calle sin problemas.

Entrada al parking del edificio donde vive G.U. [granuribe50 / 24/10/2024]
Los grafiteros que "trabajan" en este acceso al parking del edificio donde vive G.U. cumplen a rajatabla los puntos del decálogo que señalaba F.C. en su entrada Las tribulaciones de un grafitero, salvo el 7º y 8º (no escalan fachadas ni pintan trenes), pero se ahorran el tormento que les saca de quicio, al que se refería el susodicho. En efecto, en ese lugar no hay servicio público que borre las pintadas, al ser espacio privado, y no hay manera de que los vecinos se pongan de acuerdo para contratatar a alguien que venga a limpiarlas de vez en cuando, la pela és la pela, ya saben. Eso sí, el arbolito de Navidad nunca faltará en el portal en las fechas que se avecinan. Para lo de las necesidades corporales súbitas, se ocupa una vez por semana la empresa de limpieza del portal y escaleras. No hay ningún espontáneo vecino que se dedique a ello en el intervalo (G.U. tampoco, y hoy... menos).

Hay edificios que han instalado otra puerta exterior de reja, normalmente de apertura batiente, pero complica bastante la entrada y salida del recinto. Una solución barata (la que tenemos instalada) es la de colocar una cámara, aunque sea de mentirijillas, de esas que emiten una luz roja intermitente como si estuviera grabando. No vale pa na, y poner una iluminación potente, tampoco. Y hay quien sugiere algún aparato que dispare cargas electricas ligeras en el momento indicado. Descartado también...
Perfect Days en Google→Imágenes
Y una última solución sería una como la que utilizan en Tokio, por lo menos así salían en Perfect Days —excelente y muy premiada película de Wim Wenders—; una red de retretes repartidos por los barrios, de buen diseño y diferentes entre sí, bien equipados, con un servicio que los limpie a fondo cada día y donde no dé yuyu entrar. Sé que a nuestra muy estimada bloguera María le gustó mucho esa película —no en vano le dedicó una entrada estupenda, titulada, claro, PERFECT DAYS - WIM WENDERS— y que nuestro no menos estimado F.C. ni la ha visto ni la verá, por supuesto; es un tipo insobornable...

miércoles, 16 de octubre de 2024

Stanley Kubrick y la música de «Barry Lyndon»

A G.U. le gustaron mucho en su día varias películas del director Stanley KubrickAtraco perfecto, Espartaco, Lolita, Senderos de gloria, 2001 Odisea en el espacio. Muy buenas todas ellas, siempre muy diferentes entre sí y con músicas adecuadas (aunque se dice que era un rata y no pagaba o pagaba muy poco a los que las componían o las adaptaban). Otras le gustaron menos, pero esas las dejamos aparte, no se puede acertar siempre. Ni los novelistas ni los pintores ni los escultores ni los músicos ni, por supuesto, los arquitectos consiguen tampoco que a uno le gusten o interesen todas sus obras.
Y entre las mejores, para él, está Barry Lyndon (1975). Una historia en la que se cuenta muy bien contada, valga la redundancia, la carrera de alguien que asciende, triunfa y finalmente se convierte en perdedor. Es como si estuviera formada por cuadros muy hermosos en movimiento, puestos en valor, además, por una música especialmente bien escogida. La ha visto esta tarde, una vez más, y se ha quedado —también una vez más— algo embelesado por tanta belleza. La historia, las imágenes y las músicas, en fin, todo, salvo quizá el actor Ryan O´Neil. Un consejo les da G.U.: si hay prisa, no la vean.

Entre los temas musicales (Bach, Händel, Vivaldi, Mozart, Schubert, melodías irlandesas, etc., todos adaptados para la película por Leonard Rosenman) hay dos —de Händel y Schubert— que nos emocionan especialmente, quizá también por estar insertos en momentos visualmente impactantes.

¡Dentro vídeos! de estas adapataciones de Rosenman, bastante usuales en las salas de conciertos:↓

G.F.Händel, Sarabande (Theme from Barry Lyndon), Lucca Philharmonic Dir. Andrea Colombini

Schubert, Andante Con Moto, Piano Trio No. 2 (Theme from Barry Lyndon), Beaux Arts Trío  (1977)

miércoles, 1 de mayo de 2024

Paul Auster, DEP

Sí, Paul Auster, DEP. Él sostenía en su La trilogía de Nueva York que las historias les suceden a quien sabe contarlas. En realidad, las cosas nos pasan a todos, por nimias que sean éstas. Hay quien sabe contarlas (tengan éxito con sus libros o películas —como es el caso de Paul Auster— o no lo tengan) y hay quien no sabe contarlas, aunque sean trascendentes o vendan mucho (no miramos a nadie).

En cualquier caso, narrar bien ¡no es nada fácil, vive Dios!

He aquí una escena de su película Smoke, de 1995, dirigida por Wayne Wang y Paul Auster, en la que Auggie (Harvey Keitel) enseña su proyecto de una foto al día a su amigo Paul (William Hurt).

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, recordemos que el gran novelista gráfico Paco Roca sacaba a Paul Auster con esa frase en una de sus historias de la serie Un hombre en Pijama, de 2015.
Enlace: HUÉRFANOS EN AUSTERLANDIA (La Vanguardia, Antonio Lozano)

sábado, 18 de febrero de 2023

Carlos Saura, "Elisa, vida mía" y su música

Cosas así, que resumimos, decía Jesús Fernández Santos en 1977 acerca de "Elisa, vida mía", la película de Carlos Saura que se acababa de estrenar entonces y que ahora ha retomado TVE2, con motivo de su fallecimiento:
 
«Si debiéramos resumir el argumento de Elisa, vida mía, limitándonos a un esquema tradicional, tal argumento se reduciría a la vida de un escritor con su hija durante una breve temporada. Alternando el pasado con el presente, lo real con lo presentido o imaginado, el filme va creciendo, haciéndose cada vez más denso y complejo. Una especie de barroca geometría, jugando con el ayer y el hoy en el reducido interior de la casa vacía. 

Filme no fácil, abierto como todo el actual de empeño a diversas lecturas, a múltiples interpretaciones, jugando con el don ambiguo de la imagen y la palabra. El personaje del escritor, tipo difícil de describir, sentir e interpretar, por lo complejo y a la vez ambiguo de su manifestarse, corre a cargo de Fernando Rey, que realiza una labor impecable, uno de sus mejores y más inteligentes trabajos. La fotografía otorga a los parajes de los alrededores de Segovia un imagen seca y cotidiana que arropa el filme en sus momentos mejores». [...]

Giorgio Mainerio; Schiarazula Marazula
Ulsamer Collegium



Les hemos mostrado más arriba una parte de los títulos de crédito de "Elisa, vida mía" y la música con que se nos presentaban éstos. Un detalle que una cadena pública como TV2 no nos debería hurtar, pero lo ha hecho una vez más. Que lo haga Antena 3 o Tele 5, cadenas comerciales, vale, porque tienen anuncios que emitir, pero RTVE... 

Bueno, sigamos. Pues sí, G.U. es un poco zoquete y a raíz de esa película, formalmente muy buena, aunque muy larga, les confiesa a ustedes que se empezó a desmarcar de las películas de Saura, porque salió del cine con la sensación de no haber entendido nada, con esos saltos entre pasado y presente, todo eso a lo que se refería Fernández Santos. 

El propio Carlos Saura, cuando le preguntaban sobre algunos aspectos de su película, contestaba: "eso... interprétenlo ustedes", acaso porque ni él mismo lo sabía y a veces improvisaba, según se le ocurrieran las cosas, ya que quizá el argumento no siempre era demasiado sólido. Pero ahora le ha gustado más a G.U., porque estéticamente es impecable.

A  un servidor le emocionó ya entonces la interpretación de Fernando Rey —quizá la mejor de su carrera—, Geraldine Chaplin todavía estaba en su lugar, los paisajes de Segovia son excelsos (y se nos retratan de manera seca, acorde con la melancolía de la película); la fotografía de Teo Escamilla —absolutamente natural, sin iluminaciones artificiosas— y la música. ¡Ah!, amigos, aquí nos quitamos el sombrero. Saura cuidaba mucho las músicas de sus primeras películas. Y aquí tenemos las tres de "Elisa vida mía", aunque no en las mismas versiones que él utilizó, pero muy buenas las tres. 

En fin, ¡pasen y escuchen!

 


viernes, 10 de febrero de 2023

Homenaje a Carlos Saura (DEP), con fotografías suyas

Cartel de la película "La caza" (1965), de Carlos Saura
Fotograma de la película "La caza", de Carlos Saura (1965)
Otro que se nos va, y van... La primera película que G.U. vio de Carlos Saura fue "La caza". Es una película que, en pleno franquismo, le impresionó mucho, por la violencia que destilaba y por el calor, nunca ha visto otra en que hiciera tantísimo calor, salió sudando del cine y eso mismo le ha seguido pasando al verla por TV. Una claustrofobia difícil de transmitir. Ismael Merlo, Alfredo Mayo, José María Prada y Emilio Gutiérrez Caba están inolvidables en sus papeles. La fotografía, impresionante, corrió a cargo de Luis Cuadrado ("El espíritu de la colmena"), que recién empezaba en el cine. Fue rodada íntegramente en la provincia de Toledo, en los alrededores de Seseña.

Le gustó mucho "Cría cuervos" (1976), con la pequeña Ana Torrent y esa mirada suya tan hipnótica. Y qué decir de la música, con Jeanette y la preciosa cancioncita de José Luis Perales "¿Por qué te vas?" —que le iba que ni pintada— y con la melancolía de la primera parte de Canción y Danza No. 6, de Mompou. Pero la cosa flaqueó, a nuestra manera de ver, cuando a partir de esa película siguió incorporando de manera sistemática a su pareja de entonces, Geraldine Chaplin, metiéndola con calzador en todos sus filmes, aunque no pegara nada en el asunto. Pero su presencia le abrió mercados internacionales a las películas de Saura.

Pretendió también convertir a José Luis López Vázquez en actor dramático de películas crípticas, muy difíciles de descifrar; nosotros lo asociábamos siempre a las viejas películas del cine español y también a las inolvidables de Berlanga y nos quedaba raro verlo allí. Parece ser que al propio López Vázquez le costó cambiar el registro y los intentos de Saura para que hablara en inglés resultaron baldíos.

Pero, aún así, aunque bastante repetitivo en ciertos temas, hizo varias películas muy buenas. Pippermint Frappé (1967) fue una de ellas, con los citados López Vázquez y Geraldine Chaplin (la primera que rodó con Saura) , y un impagable Alfredo Mayo. Hay en ella un homenaje a Cuenca, a su hermano Antonio Saura (en el Museo de Arte Abstracto), a Luis Buñuel y a Calanda.

Pero aparte de gran director de cine, hemos de resaltar que era un magnífico fotógrafo. Un arte en el que se introdujo a raíz de sus periplos por la España de entonces, buscando escenarios para sus primeras películas o mientras las rodaba.

El último viaje con cara y ojos que hizo un servidor antes de la pandemia fue a Madrid, en enero de 2020. En el Círculo de Bellas Artes había una exposición espléndida de sus trabajos fotográficos. Aquí tienen una muestra de aquello:
Escalera del Círculo de Bellas Artes (Madrid, 9/1/2020) / Fotografía: granuribe50
Exposición de fotografías de Carlos Saura; Círculo de Bellas Artes (Madrid, 9/1/2020) / Fotografía: granuribe50
Exposición de fotografías de Carlos Saura; Círculo de Bellas Artes (Madrid, 9/1/2020) / Fotografía: granuribe50
Exposición de fotografías de Carlos Saura; Círculo de Bellas Artes (Madrid, 9/1/2020) / Fotografía: granuribe50


martes, 22 de junio de 2021

Unos instantes de relax musical, tan necesarios

Mientras seguimos preparando la segunda entrega de carteles antiguos de cara al verano, faena que lleva su tiempo (no se piensen que esto sale solo), decidimos tomarnos unos momentos de relax oyendo el Adagio del concierto BWM 974, de Bach, interpretado aquí por el pianista Vikingur Ólafsson. Una música que a G.U. le agrada mucho escuchar en todo tiempo y lugar y que le emocionó como banda sonora de la película Undine (2020), emitida hace pocos días por TV.

Vikingur Ólafsson, piano

En realidad, le gusta tanto escucharla en la versión pianística del propio Bach como en la original de Alessandro Marcello (1673-1747), el famoso concierto en Re Menor para oboe y orquesta, cuyo Adagio se hizo tan popular en la banda sonora de la película Anónimo veneciano (1970); quizá algunos de ustedes la recuerden de sus años mozos...

Derek Wickens, oboe. Royal Philharmonic Orchestra dirigida por Elgar Howarth.

martes, 3 de noviembre de 2020

Sean Connery, el "verde Scheele" y el veneno

Bueno, bueno, con motivo de la muerte de Sean Connery hemos retomado El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Como quizá recuerden ustedes, si lo han leído y tienen presente la película (dirigida por Jean-Jacques Annaud), gira en torno a la muerte de un grupo de monjes que habitan en un monasterio en Italia. Fray Guillermo de Baskerville (Sean Connery en la película) y Adso de Melk, los personajes principales, deben investigar cómo ocurrieron esas muertes.

Sus averiguaciones los llevan a descubrir que uno de los libros de la biblioteca está envenenado. Alguien puso un potente tóxico en cada una de sus hojas, por lo que todos aquellos que leyeron el segundo libro de la "Poética" de Aristóteles murieron por ingerir el veneno (lamían sus dedos al pasar las páginas). Resultó ser arsénico.

Sean Connery, ejerciendo de Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa (1986)
(Jean-Jacques Annaud / Umberto Eco)
[El caso es que en la biblioteca de la universidad de Southern, en Dinamarca, fueron encontrados recientemente algunos libros que reunían esas características y que nos recuerdan al caso de la novela de Umberto Eco. Lo más peligroso, en esta ocasión, es que estaban al alcance del público. Estos volúmenes databan de los siglos XVI y XVIII. Sus cubiertas contienen también arsénico, un elemento químico considerado altamente tóxico, pues bastan 0.15 gramos para provocar la muerte de una persona adulta. Una vez que llega al estómago, pasa al torrente sanguíneo y es llevado a todo el organismo, en especial las uñas, el pelo, la piel, las arterias y el hígado].


El "verde Scheele" ("verde Paris"), en la Inglaterra de la 2ª mitad del XIX
A la izquierda: La bordadora (1817); Georg Friedrich Kersting; Museo Nacional da Varsovia.
Sigamos adelante y vamos a la época de William Morris (1834-1896), que fue uno de los creadores del movimiento Arts&Crafts, que promovía la reactivación del arte tradicional, manteniendo, recuperando y mejorando los métodos de producción artesanales frente a la producción industrial, que se consideraba nefasta y empezaba a imponerse gracias al invento de la máquina de vapor. El caso es que a mediados del siglo XIX se empezó a usar profusamente un tinte inventado por el químico sueco Carl Scheele, para la ropa, los muebles, el papel pintado y toda clase de objetos.
  
"Verde Scheelle" o "Verde Paris"

Era un pigmento verde tan hermoso que pronto desplazó a los que se habían usado hasta entonces. Se trataba del "arsenito ácido de cobre", CuHAsO3, "verde Scheele" (también llamado "verde París"), que fue usado durante décadas por pintores tan famosos como Joseph Turner y Edouard Manet, y estuvo presente en los hogares de la época victoriana, por ejemplo en los papeles pintados con el famoso diseño "Trellis" del susodicho William Morris. El arsénico formaba parte importante de ese tinte y mató, literalmente, a miles de personas. La humedad del clima inglés extraía el arsénico del tinte del papel pintado y convertía una mansión inglesa en una cámara de gas en miniatura. Un vestido de baile hecho con 18 metros de tela de tinte verde contenía 900 gramos de arsénico. Solo cinco gramos son letales para un adulto medio. En 1874, Gran Bretaña produjo 32 millones de rollos de papel pintado con el verde de Scheele. Cinco años después, la reina Victoria mandó arrancar todos los papeles de tinte verde de Buckingham. [Se ha dicho también que el papel pintado de la casa donde Napoleón pasó los seis últimos años de su vida (en la casa de Longwood, en la isla de Santa Elena) ya contenía pigmento verde con arsénico, lo que quizá le habría provocado la muerte (1821). Las fechas no cuadran mucho. ¿Una leyenda urbana? Quién sabe...].

Clásico diseño "Trellis" en un papel pintado de William Morris (1834-1896)
Por cierto, relativo a este asunto, hay un corto muy bueno, con unas imágenes la mar de sugerentes y cierta dosis de suspense, si no sabemos de qué va el asunto. Se titula  "Flora". En los títulos de crédito finales se suministra parte de la información que hemos señalado más arriba. Lo emiten estos días en SUNDANCE TV, el estupendo canal dedicado al cine independiente creado por Robert Redford (dense prisa, las películas duran en él solo unos días y lo quitarán pronto). Si tienen Movistar, G.U. se lo recomienda. Es de producción española pero no lo parece, ojo al dato. Dura doce minutos.

domingo, 23 de agosto de 2020

Leyendo la autobiografía de Woody Allen

Ahora G.U. está con la autobiografía de Woody Allen, titulada A propósito de nada. Se trata de un libro con un exceso de nombres propios de gente del espectáculo, en especial de aquella con la que colaboró o a la que admira; gente que en general es totalmente desconocida para G.U. De todos se deshace en elogios, que a veces se nos antojan un poquillo desmesurados, salvo de Mia Farrow, claro. Es un libro bastante desordenado y un punto irregular, como su cine, pero interesante. Está muy bien escrito; se va por las ramas muchas veces, pero no pierde nunca el hilo y siempre acaba volviendo; parece él hablando en sus películas. Dedica quizá demasiadas páginas a su relación con Mia Farrow y Soon-Yi (muchos/as lo han leído para ver qué dice), pero se leen bien aunque a uno no le guste gacetear. Sigamos:

Le ha llamado la atención cuando narra cómo se aficionó al cine en su infancia, en aquellas sesiones dobles del barrio de Brooklyn. Es en esas páginas que Woody Allen nos cuenta que era un niño cuando, gracias a su prima Rita, cinco años mayor que él, empezó a ir al cine de forma regular. Ella le llevaba con sus amigos cada sábado al mediodía para ver la función doble en el Midwood, la sala del barrio de Brooklyn donde vivían. ¡Y vaya si le picó el gusanillo! Nos explica así aquellos días:

«Hollywood se me quedó fijado. Bogart, Cagney, Edward G. Robinson, Rita Hayworth... Lo que aprendí fue ese mundo de celuloide. Que era más grande que la vida real, superficial, falsamente glamuroso, pero no me arrepiento ni un fotograma. Cuando me preguntan cuál es el personaje de mis películas que más se parece a mi, solo tenéis que mirar a Cecilia en The Purple Rose of Cairo».



Nosotros, de pequeños también íbamos mucho a los cines del barrio, o más lejanos incluso. El Adriano, el Spring, el Bonanova, el Selecto, el Roxy, el Proyecciones, el Avenida de la Luz o también —en plan un poco más deprimente— el colegio de los jesuitas, donde "echaban", además, cortos de "el Gordo y el Flaco" o de Charlot el domingo por la tarde. Eso sí, el NODO no faltaba nunca y en él siempre caía un trocito de algún partido de fútbol, sobre todo si asistía Franco.

Barcelona, cine Adriano (1955)
Pero quizá lo que más recuerda G.U. son las tardes de jueves o de domingo en sesión continua en el susodicho cine Adriano. Allí no existía ese misterio que rodeaba a otras salas, que estaban más perfumadas y tenían moqueta y luces indirectas en los escalones, con el telón del escenario plegándose y desplegándose varias veces con gran pompa y ceremonia. En efecto, era todo un poco más cutrecillo en el Adriano; pero, aún así, los acomodadores parecían almirantes, con gorra de plato y un vistoso traje marrón con hombreras y solapas azules, botones dorados y otros aditamentos.

Allí vimos muchas veces películas como "20.000 leguas de viaje submarino" (el record está en ocho veces "Sueños de circo"), comedias, del oeste, de aventuras, de guerra y todo lo que nos echaran: películas del 1 ('todos los públicos'), del 2 ('jóvenes'), del 3 ('mayores'), del 3R ('mayores con reparos') o ¡del 4! ('gravemente peligrosa'), según la calificación del S.I.P.E., un boletín que publicaba la iglesia católica, siempre velando por nuestra salud espiritual. Allí nos instalábamos a pasar la tarde y, aunque no era fácil encontrar dónde sentarse, ya se ocupaba de ello una muchacha llamada Julia, enormemente diestra en el lanzamiento de abrigos a distancia desde el pasillo, para reservar cualquier butaca que quedara libre.

Luego, con el tiempo, derribaron el Adriano, la infancia se acabó y no la hemos recuperado. Levantaron en su lugar un anodino bloque de pisos. Con los otros cines fue pasando más o menos lo mismo. Punto y final.



Pero, a diferencia de Woody Allen, todas esas sobredosis de cine que nos pegábamos no derivaron en una vocación como la suya, tan fructífera (ha dirigido más de cincuenta películas). En otro momento del libro, nos describe algunas de las emociones que le provocaba entrar en aquel cine de su barrio, el Midwood. Dice así:


«La música pop de aquella época consistía en Cole Porter, Rodgers y Hart, Irving Berlin, Jerome Kern, George Gershwin, Benny Goodman, Billie Holiday, Artie Shaw, Tommy Dorsey. De modo que allí estaba yo, empapándome de aquella música tan hermosa y de películas. Primero, una función doble por semana; luego, a medida que pasaban los años, iba cada vez más a menudo. Era tan emocionante entrar en el Midwood los sábados por la mañana, con las luces de la sala todavía encendidas, mientras una pequeña multitud compraba golosinas y hacía cola y algún disco popular sonaba en el fondo para evitar que los asistentes se amotinaran hasta que bajaban las luces. I´ll Get By por Harry James.

Nueva York; Teatro Cine Midwood (barrio de Brooklyn, 1941) 

»Los apliques tenían pantallas rojas, las molduras eran de bronce dorado, las moquetas eran rojas. Por fin, se apagaban las luces, se abría el telón y la pantalla plateada se iluminaba con un logotipo que te hacía salivar el corazón, si se me permite mezclar las metáforas, con anticipación pavloviana. Yo las veía todas: cada comedia, cada película de vaqueros, cada historia de amor, cada película de piratas, cada filme de guerra.


Muchas décadas más tarde, mientras paseaba con Dick Cavett por una calle donde en otra época había una majestuosa sala de cine y en ese momento solo un espacio baldío, los dos nos quedamos contemplando aquel solar despojado y recordamos como, en otros tiempos, él y yo nos sentábamos en medio de aquel terreno y nos dejábamos transportar a ciudades extranjeras llenas de intriga, a desiertos rodeados de románticos beduinos, en barcos, en trincheras, a palacios y reservas indias. Pronto construirían allí un eificio de apartamentos, en el mismo sitio donde tiempo atrás habían demolido el Rick´s Café».

sábado, 1 de agosto de 2020

«"C´est la vie", dicen los viejos»

Gracias al blog de mi amigo Miquel (Tot Barcelona), que la publica en su entrada No, no hay jazz...hay un tema que me atrapa. Buen sábado, G.U. ha vuelto a ver esa maravillosa escena de la película "Pulp Fiction", con un John Travolta y una Uma Thurman en buena forma, bailando el clásico del rock and roll de Chuk Berry, "You Never Can Tell".


Una canción que luego se reinterpretó en plan country por gente como Emmylou Harris, bajo el título «"C´est la vie" (dicen los viejos)», que es la muletilla con la que acaban todas las estrofas. ¡Cuántos recuerdos del festival de Riaza del año pasado con El Tapir!, en el que esta música sonaba a todas horas, en la versión de "La Rosa Negra Band".

[Valga el vídeo para endulzar un poco un aniversario (el 38º) que a G.U.y hermanos les resulta especialmente amargo]


miércoles, 8 de julio de 2020

Un recuerdo para Elsa Martinelli


G.U. les confiesa a ustedes, ahora que no nos oye nadie, que tiene sus pequeñas debilidades y su corazoncito. De adolescente le gustaba mucho Elsa Martinelli, una actriz italiana guapa, esbelta y elegante. En especial, estaba magnífica en la mítica película de 1962 de Howard Hawks llamada Hatari (que hoy sería políticamente incorrecta, por lo de la captura de animales para el zoo), con un impagable John Wayne y la banda sonora del gran Henri Mancini. Se hizo muy famosa la escena del baño de Elsa con los pequeños elefantes, donde imagen y música forman un conjunto inolvidable. Hoy, que se cumplen tres años de la muerte de Elsa Martinelli, G.U. le dedica este pequeño recuerdo.



Esta canción se hizo muy popular en España, hasta el punto de que se le llegó a poner letra. Era en tiempos del madison, un baile que pretendía (sin éxito) competir con el twist, y la cantó un tipo que era muy conocido por aquel entonces, José Guardiola (no confundir con Herr Pep Guardiola, quizá futuro Molt Honorable President de la Generalitat). Se solía bailar en todos los guateques, junto a las canciones de Los Mustang, Los Sirex, Trini López, Los Beatles, Elvis Presley, Paul Anka, Johnny Hallyday, Silvie Vartan y tantos otros. Y para el baile agarrao... Adamo. ¡Qué tiempos!


sábado, 23 de mayo de 2020

Ver cine durante el confinamiento

G.U. sigue en la fase 0 (o también llamada «primera fase» por Dr. Sánchez), y lo que le queda... Entretanto, que lo sepan, no madruga mucho, pero revisa blogs y diarios digitales, lee bastante y después ejerce de cocinillas, que lleva su rato. Ha sustituido los telediarios (a los que se ha autoprohibido asomarse, en defensa propia, salvo al de A3 de Vicente Vallés —un periodista como hay pocos en televisión—) por las WebCam de SEO/BirdLife de sus aves predilectas, que le arrullan mientras come. Después, ve «Tu Tiempo», de Roberto Brasero en A3, y, a la hora del café, documentales de animales en la TV2 o alguna película antigua de acción en TRECE; y dormita.

Después, bebe té frío, barre el piso con una escoba elécrica Rowenta, oye música, cuida su maltrecha rodilla mediante electroestimulación mientras paladea su gin tonic de media tarde en la terraza; luego, si se tercia y tiene algo que decir, pone algo en el blog, y, acto seguido, pasea por el piso, prepara la cena, etc. Del uso de la lejía, de detergentes y de las otras numerosísimas tareas caseras (que se han multiplicado durante el encierro) se ocupa doña Perpetua.

Bueno, al acabar con estos asuntos, y después de ir a tirar la basura, vemos un rato la TV. Y, ya en la cama, a continuar leyendo. En fin, esta es la modesta crónica de un día de confinamiento de este bloguero. Nada importante y todo un poco banal, sin mucho (o ningún) interés para nadie, como ven ustedes. Pero publicar aquí sus impresiones o dar cuenta de su día a día es la manera de G.U. de entender el blog. Pero «es lo que hay», como se dice ahora.




[Pero quizá esa nulidad temática sea más relevante en cuanto a actualidad doméstica que lo que refleja la mayoría de los múltiples blogs que consulta G.U., que no dicen "esta boca es mía" acerca de lo que hacen en este tiempo; es una lástima, no por chafardeo sino por curiosidad y por si nos dan ideas para llenar el tiempo. Ya se sabe que muchos quieren «trascender», y hablar de futilidades les parece poca cosa. O quizá sea por aquello de preservar nuestros «datos». Aunque, si es por eso, no se preocupen: la «privacidad» la perdimos hace tiempo y no hay vuelta atrás].



Dicho lo cual, no nos despistemos y vamos a lo que íbamos. Ayer daban en Movistar una película coreana muy galardonada, que sus hermanos habían «valorado positivamente». Pero llegó el estado de alarma y el cine se acabó. Ahora ha aprovechado el asunto para verla en casa. Se trata de Parásitos. Es curioso, porque crees durante muchos minutos de la película estar ante una comedia ingeniosa y al final descubres que se ha tornado en una parábola amarga.

Nada más lejos de las intenciones de G.U. recomendar músicas, pinturas, novelas o películas (buenas, alegres o tristes). Eso es algo tan personal e intransferible... Se limita a exponer aquí lo que le ha gustado a él en ese momento.

Un momento de la proyección de Parásitos en casa de G.U.
Parásitos cuenta con buen ritmo la inmersión progresiva de una familia de gente del lumpen —pero bastante pícara y muy espabilada, que vive hacinadamente en un pisito modesto— en la supermoderna mansión diseñada por un arquitecto-estrella. Y se introducen en la feliz existencia de otra familia a la que les sale el dinero por las orejas y que, además, son tan educados y generosos como tontos.

Consiguen sucesivamente, uno tras otro, empleo en ella ocultando sus lazos familiares, utilizando magistralmente la farsa y el engaño, derrochando psicología, haciéndose imprescindibles para los ricos. Éstos encuentran encantadores a sus sirvientes, les otorgan su confianza, pero también descubren que todos ellos desprenden un olor común, como el de la gente que pasa su vida en el metro, un medio de transporte que —por cierto— confiesan no haber utilizado nunca.

La familia de "pícaros" en su casa y en "la otra"
En efecto, la imbricación de esos mundos tan distantes siempre fue complicada, y en esta película encontramos un ejemplo. El caso es que lo que empezó como comedia, tal como decíamos, acaba en una desencantada historia, llena de pesimismo.

Hay un momento, cuando son descubiertos por los dueños pegándose un fiestorro en su casa, en que huyen despavoridos hasta encontrar su modesto pisito inundado por una especie de tsunami y acaban refugiados en el polideportivo, junto con todos sus vecinos. En el sótano del casoplón han dejado algo que no desvelamos. Y aquí empieza un desesperanzado diálogo entre el padre y el hijo:

 —«Papá, has dicho que tenías un plan ¿qué vas a hacer con los del sótano?
 —¿Sabes el plan que jamás falla? No tener absolutamente ningún plan. ¿Sabes por qué? Cuando haces planes nunca salen como esperabas. Mira a tu alrededor. ¿Crees que toda esta gente pensó: «Vamos a pasar la noche en un polideportivo»? Pero fíjate, todos durmiendo en el suelo, incluidos nosotros. Por eso nunca tendríamos que hacer planes. Si no existe un plan, no hay nada que pueda fallar. Y si algo acaba descontrolándose totalmente, tampoco importa. Si matas a alguien o si traicionas a tu país, nada importa una mierda. ¿Entiendes?».



Les dejamos con un trailer de la película (muchas películas son mejores que los trailers correspondientes).