sábado, 23 de enero de 2021

Hoy hace veintidós años

La madre de G.U., lo hemos dicho ya alguna vez en estas páginas, la última hace un par de años, era una persona entrañable, cercana, y nunca perdió su ángel de mujer-niña, ni su belleza. Su alegría y su armoniosa manera de estar en el mundo la protegieron de todos los sinsabores que le tocó vivir, y ¡vaya si los tuvo! Pero era una mujer decidida y valiente, con un sentido del humor que aún envidiamos y que nunca lanzó reproches ni chantajes emocionales de ninguna especie hacia ninguno de nosotros.

La verdad es que estar con Patiña era una bendición, y disfrutamos de ese privilegio hasta el último día, el 23 de enero de 1999, en este momento hace veintidós años exactos. Murió calladamente, sin molestar, sin haberse creado ningún enemigo y sin haberle negado nada nunca ni a nuestro padre ni a nosotros ni a sus nietos ni casi a nadie.

Sin embargo, más aún que su belleza, allí estaba su bondad alegre y tierna, esa bondad que la sustentaba y que era la esencia de un alma sin recovecos, siempre optimista, salvo algunos oscuros períodos —pocos— en que teníamos que "facturarla" a Madrid para que se riera a gusto con su hermana, ¡y bien nueva que nos volvía de esa terapia! Nunca hubo en ella intenciones ocultas ni laberintos, excepto los que utilizaba para llevar sutilmente a nuestro padre hacia donde ella quería; un recurso del que hacía gala, porque el asunto no era ciertamente nada fácil.

En fin, siempre pura y centelleante, como sus ojos, como su risa, como su humor, como sus imitaciones impagables de la gente a la que consideraba un poco grotesca, algo que este bloguero ha heredado en parte, aunque con escaso acierto. De hecho, no hay casi ningún día del año en que no la recuerde, de un modo o de otro, siempre con cariño, pero el 23 de enero sigue siendo una fecha especial; G.U. no olvida aquella destemplada y fría madrugada de enero.

Exiliados de la República y supremacistas catalanes


[...] «El vicepresidente segundo del Gobierno, cuya especialidad política y universitaria parece ser la palabrería embaucadora, debería ser un poco más respetuoso con la palabra exilio y no pronunciarla tan en vano como pronuncia muchas otras, olvidando tal vez la responsabilidad del cargo que ocupa, y tan poco interesado en buscar la concordia pública en estos tiempos de aflicción como algunos de los mayores hipócritas que ahora se escandalizan contra él».


miércoles, 20 de enero de 2021

Hoy no hablaremos de Trump, solo de música

A G.U. nadie le ha preguntado nunca qué obra de la música clásica es la que más le emociona. Hay bastantes, pero si se lo preguntaran respondería, sin dudarlo un momento: la Séptima Sinfonía de Beethoven, que tanto gustaba a Wagner o incluso a Mahler. También era la preferida del cuñado de este bloguero, fallecido este año (Covid y otros problemas), con el que la vio y escuchó por primera vez una mañana de domingo de 1969 en el Palau de la Música, en versión de la Orquesta Ciudad de Barcelona (Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Cataluña la llaman ahora, de modo rimbombante). En fin, muy buena esa versión, pero nada comparado con la interpretación que Claudio Abbado hizo con la Orquesta Filarmónica de Berlín en la Accademia Nazionale di Santa Cecilia, en Roma, el 12 de febrero de 2001. Ese primer movimiento, Vivace, con la entrada del oboe, y la transición hacia la melancolía del segundo movimiento, paradójicamente un Allegreto, o el embriagador Finale con brío (así cuentan las crónicas que salieron los asistentes a su estreno en 1813, embriagados) son maravillosos. Dulzura, ceremonia, vitalidad y energía a tope, de todo hay en ella.

Dado que hace ya mucho tiempo que no va a las salas de conciertos, G.U. está suscrito a los que ofrece la susodicha Filarmónica de Berlín y, de vez en cuando, se sienta ante la tele, batuta en mano y auriculares (el sonido del altavoz de su TV es bastante malo), y ve algunos de los conciertos que tienen en su archivo. Hoy era un día especial, porque se cumplen precisamente siete años de la muerte de ese gran director, Claudio Abbado (26/6/1933—20/1/2014), y ha aprovechado para revisitar esa sinfonía de Beethoven y alguna otra de la serie de Roma. Lástima, en YouTube solo ha encontrado para mostrar aquí un breve fragmento del segundo movimiento, precioso, pero no el resto. Aquí se lo presenta a ustedes, aunque si tuvieran oportunidad y les gusta la música no duden en ver o escuchar la sinfonía entera.

Enlace: La versión íntegra del Allegretto por la Filarmónica de Viena dirigida por Georg Solti

martes, 19 de enero de 2021

A G.U le crece la barba en la cola de la vacuna

Retrato de Mijaíl Bakunin. Fuente: Nadar (Public domain) / granuribe50

[Antes han de pasar todos los alcaldes de España, por lo menos]


sábado, 16 de enero de 2021

Aquí estamos otra vez, en plena cuesta de enero

Viñeta de JM Nieto (11/1/2021)

Hace días que G.U. no aparece por aquí. Aparte de que no está pasando por su mejor momento, por motivos que no vienen al caso, la verdad es que tiene pocas cosas que decir, y es consciente de que las cosas que le pasan, sus sentimientos, opiniones o reflexiones es difícil que puedan interesar ni un ápice a nadie externo a su propio grupo-burbuja, como se dice ahora, y menos si son muy extensas, aunque no lo suelen ser.

Tampoco ha encontrado por la prensa muchos textos inteligentes que mostrarles. Anteayer se cumplieron diez meses desde el inicio de esta pesadilla. Uno sigue saliendo poco o nada de casa, aparte de ir a tirar la basura, a la farmacia o al médico cuando se tercia. Por tanto, no se acoda en la barra de los bares y así es difícil tomar el pulso a lo que opinan sus conciudadanos, esa gente que, según nos ha dicho el ínclito Simón con voz de flautín, «lo hemos pasado quizás mejor de lo que debíamos haberlo hecho en navidad». Él se incluye; pues será él el que lo ha pasado bien, porque no ha sido nuestro caso, aunque a veces se agradezca ahorrarse algunas reuniones poco apetecibles y regalitos absurdos, utilizando para ello esta socorrida coartada. Eso sí, en este país hay imbéciles en cantidad y lo estamos pagando todos.


  (No se me inquieten ustedes: hoy no vamos a hablar del Covid y de la rueda del hamster en que estamos metidos).

G.U. posa junto a Cristina Pedroche, haciendo yoga
Quizá por eso hemos empezado a husmear por Twitter, a ver qué se cuece. Como sabrán, es un sitio en el que te puedes encontrar de todo: gaznápiros, chistecitos, insultos, frases presuntamente ingeniosas, algunas aportaciones equilibradas, vídeos, fotografías, a Cristina Pedroche practicando el yoga en la nieve completamente desnuda... A veces se hace difícil distinguir lo que es un fake de lo que es cierto, pero si quieren que les diga la verdad, tanto da.

Si nos ceñimos a los últimos días, los de la nevada, uno ha visto y leído de todo, pero siempre se trata de ataques de unos contra otros echándoles la culpa y lo de que "esto que ha pasado es de país tercermundista" (lo dicen más enérgicamente los que más impuestos eluden pagar), en fin, todo eso. Por ejemplo, que las máquinas quitanieves, que compró Aena en 2009 para este tipo de episodios, no se han empleado en el aeropuerto de Madrid y han seguido aparcadas porque los operarios están en ERTE, por lo que ha habido que llamar al ejército a sacar las castañas del fuego. ¿Verdadero o falso?, da igual, sea lo uno o lo otro, uno saca la conclusión de que tenemos a una serie de inútiles e incompetentes al timón de un barco lleno de quejicas que, por no saber, no saben ni siquiera poner en crisis con cierta agudeza al que manda. 

Así es imposible que el país funcione. A ver si nos damos cuenta de una vez de que en los puestos de responsabilidad hay que poner a la gente mejor preparada, no a los amiguetes del jefe o al más trepador, al que hace más gestos de cara a la galería, al que domina las redes, va bien maquillado a las ruedas de prensa y le caen mejor los trajes; o al más tonto, para que no haga sombra. Por lo que respecta a "el Moños", le daremos de comer aparte.




Aunque, para ser sinceros, los más curioso que ha visto por las redes es a este perro, un border collie, perro de pastor, el n°1 en inteligencia canina. Muchos de esos animales son listos, seguramente más que muchos humanos, aunque tienen un problema no menor: no saben hablar ni leer ni escribir. Si no, otro gallo nos cantara, los podríamos poner a formar parte de gabinetes de ministros o de consellers, o a presidirlos.




Y respecto a vídeos, uno que ha recibido por WhatsApp de imágenes de Madrid. ¡Cómo le gusta Madrid a este bloguero y también el vídeo! La Puerta del Sol, las terrazas de la plaza Mayor, la Gran Vía con el edificio Capitol del arquitecto Martínez-Feduchi al fondo con su sempiterno anuncio de Schweppes, los paraguas y los esquiadores, el Palacio de Cristal, el Palacio Real o la Puerta de Alcalá... Y la música "Hallelujah", interpretada por Pentatonix, muy bien escogida.





Y para acabar por hoy, un par de viñetas de El Roto relativas al asunto:
Viñeta de El Roto (12/1/2021)
Viñeta de El Roto (13/1/2021)

Y, finalmente, les invitamos a leer La nieve negra, del gran Gregorio Morán

viernes, 8 de enero de 2021

Hoy ha empezado el invierno

¿Qué? ¿Ya se me van abrigando ustedes, los habitantes de la meseta castellana y de Madrit? Quién nos lo iba a decir: el año pasado por estas fechas (8 al 11 de enero de 2020) uno andaba por los madriles visitando la exposición Galdós, el Prado y el Madrid de los Austrias, paseando por el Jardín Botánico con un tiempo casi primaveral y degustando un cocidito madrileño excelente en "La Bola", un clásico, totalmente ajeno a lo que se nos venía encima, ya saben. Aquellos días quedaron reflejados en tres entradas del blog unos días después [Escapada a «Madrit» (1), (2) (y 3)].

Un consejo les da G.U.: quédense en casa y, si no hay más remedio, no se olviden de llevar un buen abrigo y, si se tercia, sombrero de ruso. Ni se les ocurra coger el coche para nada: es una trampa mortal (sobre todo cuando la gasolina va menguando) que ya padeció este bloguero el 8 de marzo de 2010 saliendo del instituto de Ripollet por la tarde (nadie nos dijo que dejáramos de dar clase por la tarde y nos volviéramos a casa, no querían "crear alarma social"; eso dijeron nuestras autoridades, siempre eficientes cuando tienen que actuar) y las pasó canutas para volver.



Hoy G.U. quiere solidarizarse con ustedes, los mesetarios que lo están empezando a pasar muy mal por culpa de la borrasca Filomena, programando un poco de música, nada menos que a Antonio Vivaldi. Para construir estas piezas musicales, las de "Las Cuatro Estaciones", Vivaldi primero creó un soneto por cada estación del año y, aunque era bastante mejor compositor que poeta, su obra expresa bastante bien lo que fue después la composición musical. 

Así, en el cuarto Concierto en Fa menor, op. 8, RV. 297, "El Invierno", "el fraile rojo" (así se le llamaba porque era pelirrojo como una zanahoria) describe con acierto la sensación de frío, el trinar de dientes, el caminar lentamente sobre un hielo que comienza a resquebrajarse mientras se comienza a correr buscando refugio y, una vez encontrado éste, el aullar del fuerte viento y la alegría que produce el comienzo del invierno.


Vivaldi; Four Seasons: Winter  (L'Inverno), complete, RV 297; Cynthia Freivogel, Voices of Music 
(St. Mark Lutheran Church)

miércoles, 6 de enero de 2021

Los Reyes Magos, en Murcia

Murcia, plaza del Cardenal Belluga, frente a la catedral (6/1/2021)
(Twitter @ignaciadepano / MJ)

martes, 5 de enero de 2021

La noche de Reyes, según Clint Eastwood

Viñeta de Forges (6/1/2016)
Era una "noche mágica", casi como las de las más sonadas victorias del Barça. Nuestra madre —Patiña— se esforzaba a tope durante las Navidades: nos llevaba pacientemente a tiendas de juguetes y bazares diversos para saber qué queríamos poner en la carta a los Reyes. Eran decisiones difíciles de tomar, porque cada año salían juegos y juguetes nuevos, y no teníamos la tabarra de la TV dando cuenta a todas horas; pero uno lo tenía claro "desde el minuto 0", como se dice ahora: "quiero un tren eléctrico", acababa pidiendo en su carta.

Nuestros padres nos enviaban al cine esta tarde del día 5 para ir preparando "el operativo" en el salón de casa. Luego, por la noche, hacían ruido adrede; moviendo sillas y tosiendo, con ánimo de hacernos creer que esos personajes habían llegado ya. Por la mañana, al abrir la puerta, encontrábamos mondas de naranja simulando que los Reyes Magos se las habían zampado... Una puesta en escena maravillosa. Nuestros padres se esforzaban un montón, la verdad.

Pero el resultado final era casi siempre parecido: unos cuantos libros de Salgari (¡bendito Salgari!, él inició a Gran Uribe en la lectura), indios y cowboys con su caravana correspondiente, algo parecido a un futbolín o similar y algún novedoso juego, casi siempre fallido ("Finanzas", "Fletes", un desastre). El tren eléctrico soñado, nunca, y G.U. no se lo echó en cara jamás, bastante hacían...



Pero con el paso de los años los hermanos de G.U. se fueron enterando de "la impostura", hasta que ya no hubo más remedio que comunicárselo a este pobre papanatas, muy delicadamente —eso sí—para evitar soponcios innecesarios. 

En fin, ¡qué tiempos! Y ahora, en este año de mierda, hemos llegado a una noche de Reyes en que la petición de G.U. a esos tres itinerantes sujetos ha sido casi la misma que formulara en su día Clint Eastwood...


[G.U. coincide con Correcaminos y, por supuesto, con Clint Eastwood, en la petición de este año a los Reyes Magos de Oriente]




Leopold Mozart, Fragmento de la Sinfonía de los juguetes

«Es uno de mis más antiguos y tristes recuerdos. Tenía cinco años cuando lo vi en el escaparate de la juguetería junto al equipo de sheriff, el mecano, los juegos reunidos Geyper, el autobús de hojalata con pasajeros pintados en las ventanillas: juguetes que a menudo exigían complicidad y esfuerzo, y de los que no te despegabas hasta los reyes siguientes. Incluso para los niños afortunados -quince años después de la guerra civil no todos lo eran- había sólo uno o dos regalos por cabeza. Y si te portabas mal, carbón. Por lo demás, con imaginación, madera, alambre y latas vacías de conservas se improvisaban los mejores juguetes del mundo. En aquel tiempo, a las criaturas todavía no nos habían vuelto los adultos pequeños gilipollas cibernéticos». [...]

Pero les hablaba del caballo. En esa época, para un crío de cinco años, un caballo de cartón suponía la gloria. Aquél era un soberbio ejemplar con silla y bridas, las cuatro patas sobre un rectángulo de madera con ruedas; tan hermoso que me quedé pegado al cristal sin que mis abuelos, con quienes paseaba, lograran arrancarme de allí. Me fascinaban sus ojos grandes y oscuros, la boca abierta de la que salía el bocado de madera y tela, la crin y la cola pintadas de un color más claro, los estribos cromados. Era casi tan grande como los caballitos de la feria que cada Navidad se instalaba en el paseo del muelle, frente al puerto. Parecía que era de verdad, y que me esperaba.

Cuando consiguieron alejarme del escaparate, corrí a casa y, con la letra experimental de quien llevaba un año haciendo palotes, escribí mi primera carta a los reyes magos. [...]

Para leer cómo acaba, clicar en el enlace: El caballo de cartón

domingo, 3 de enero de 2021

Indefensos y solos ante los bancos

G.U. no sabe si recuerdan cómo eran las sucursales bancarias hasta hace unos años. Pongamos nuestro caso: un antiguo alumno de doña Perpetua nos citaba para algún asunto (recibos, nóminas, pensiones de jubilación, esas cosas). Ibas, esperabas y, al cabo de un rato, te recibía, recordabas brevemente tiempos antiguos, te preguntaba por la familia y ya rápidamente se iba al grano. Es cierto que normalmente te querían endosar algún "producto" nuevo, alguna extraña libreta, pero todo se comentaba. En la última visita que le hicimos antes de que se jubilara ya nos indicó que si no valorabas su asesoramiento con un 10 (en una escala 0-10) se le llamaba la atención por parte del director. Por otra parte, si ibas a cobrar un dinero o a pagar un recibo, te dirigías a la caja y allí te pagaban o pagabas, sin más historias.

Esperando turno en el interior de una Caixa Store, de La Caixa

Bien, como sabrán ustedes, todo eso ha ido desapareciendo, cada vez hay menos sucursales en el barrio (han cerrado varias, antes había casi una por manzana, lo cual era un derroche) y ahora la más próxima está a más de un kilómetro de casa y es lo que llaman ahora Caixa Store, una especie de salón absurdo, con unas butaquitas azules o grises y sillas muy modernas; una gentil azafata te recibe y te pregunta qué quieres, te hace sentar en uno de esos artilugios "de diseño" y, en las oficinas más rumbosas, te ofrece un café para animar la espera. 

Todo eso hasta que llega un sujeto que no has visto en tu vida ni probablemente volverás a ver (los van trasladando o suprimiendo), provisto con un ordenador portátil y te lleva a otro lugar a venderte la moto. Si la cosa se puede resolver en un cajero automático, allí te derivan sin más y allí generarás una cola del copón, porque normalmente es muy difícil gestionar todo eso, códigos de barras, números de expediente, etc., o te animan a que lo resuelvas desde tu ordenador.

Bueno, G.U. sabe que no les está contando nada nuevo, y habrá quien considere que esto es el normal devenir de los tiempos y que nos hemos de acostumbrar a ello. Pero este presunto "avance", en aras de la mayor rentabilidad de los banqueros, es un horror y sin embargo no es frecuente ver descrito y denunciado en la prensa ese horror. Pérez-Reverte sí lo hace en Cada vez más indefensos, cada vez más solos, y como tiene mejor pluma que G.U., en él delegamos.

[...] «La rapacidad y codicia de las grandes firmas bancarias, su despiadada búsqueda ciega de beneficios a toda costa, lleva tiempo liquidando estas pequeñas sucursales, esos reductos donde la humanidad todavía es factor decisivo. Donde el cliente encuentra un rostro, una conversación, un consejero y a veces un amigo.

»Cada vez que se saluda con trompetazos la fusión de dos grandes entidades bancarias, la experiencia hace que te preguntes cuántas sucursales sacrificadas significa eso, cuántos empleados van a ir a la calle [...], cuántos clientes serán condenados a peregrinar a otra oficina lejana hasta que también ésa sea clausurada, al frío cajero automático, a la comunicación bancaria que te informa de que en adelante no habrá más comunicaciones por correo, y avisa al pobre abuelete de que si no aprende a manejar claves, contraseñas y aplicaciones de un teléfono móvil de última generación, o si no tiene un nieto o un hijo que sepan moverse por Internet y se ocupen de eso, en adelante lo va a atender el banco de Rita la Cantaora.

Es asombroso el silencio cómplice de los medios informativos, incluso la sumisión de los clientes, ante la impunidad con que los bancos reducen gastos y procuran mantener intactos sus beneficios. Siempre fue así, por supuesto; nunca una entidad bancaria buscó el bien de la humanidad. Tales son las reglas, y se aceptan. Pero la actual falta de pudor, el modo infame con que, pretextando facilitar el servicio, acorralan a quienes no tienen más remedio que confiarles su dinero, tiene cada vez menos límites. [...]

Nadie les pone límites, nadie les para los pies, nadie los obliga a garantizar servicios elementales, atención razonablemente humana, seguridad operativa para quienes, privados de otra opción, se ven obligados a confiarles sus ahorros.
»Tal es el triste presente, y todo indica que irá a más. A peor. Atados a una madeja de contraseñas, toques en móviles, aplicaciones que convierten en un calvario lo que antes se solventaba en una sucursal mediante un rato de espera, un papel y una firma, obligados a moverse por un mundo virtual que ni conocen ni les interesa conocer, millones de abuelos, y no tan abuelos, miran hoy desconcertados la pantalla de un teléfono móvil con las siglas de un banco a cuyos accionistas, gerentes y técnicos, ajenos a la realidad inmediata de la vida, les importan literalmente un carajo».