Esta semana el relato mágico de la república catalana, la agenda simbólica de los presidentes Fuigdemont y ChisTorra, se ha topado con la realidad. Sanidad, educación y funcionarios en general están muy enfadados. Pero los sindicatos no están mucho por la labor (aunque eso pueda sorprender a alguien de fuera de aquí) y también culpan de todo al Estado, igual que acaba de hacer el representante de Fuigdemont en la tierra (catalana) —ChisTorra—, según veremos luego.
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Artur Mas el Astut desciende del helicóptero (15/6/2011) |
Las centrales sindicales quedaron atrapadas en la telaraña del
procés y de ahí les cuesta un montón salir. No deja de ser una paradoja que, pese a los recortes en la función pública, la sanidad y la educación, secundaran en su día sin contrapartida alguna el "derecho a decidir", aquel mágico invento del trilero Mas, que situaba la reivindicación de la diferencia por delante de la lucha contra las desigualdades. Recordemos que, hasta el momento en que tuvo que acceder en helicóptero al
Parlament, el susodicho trilero se jactaba de los recortes aplicados y se consideraba el alumno más aventajado a la hora de ponerlos en práctica.
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Eduard Pujol, el rico epulón |
Las protestas de esta semana han desplazado el relato y han hecho que resurja la realidad, la política de lo cotidiano. Pero al gobierno de la Generalitat le gustan más las "huelgas de país" (las que ellos organizan en pro del
procés) que éstas, claro está. Por eso las ningunean de mala manera, minimizando lo que persiguen. Tal como venía a decir el bien alimentado Eduard Pujol,
"eso de que haya que esperar 70 o 90 días para una intervención quirúrgica son migajas, y una pena que eso nos 'distraiga' del objetivo final que lo solucionará todo: la independencia". O algo así, citamos de memoria. Pues sí; hablamos de ese sujeto que si de algo entiende es, precisamente, de migajas. Como dice Albert Soler en
Les engrunes de l'Eduard, "tiene todo el aspecto de no dejar ni una en la mesa, de abalanzarse sobre cualquier resto de comida que haya caído en el mantel, por diminuta que sea y, si hemos de hacer caso de su volumen, aspecto de hombre que está en política para engordar tanto la cartera como el abdomen". Pues ese es, aquel que decía que le perseguía
un señor con patinete.
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Algunos indignados piden la dimisión de Torra (28/11/2018) |
Diga lo que diga ese desagradable sujeto, el caso es que las protestas en Cataluña han registrado ("sufrido", comentaría irónico Lázaro Carreter) un incremento importante en los últimos días, y todos los medios de información se preguntaban por qué Torra se mantenía tan calladito durante tres días. No sabemos qué esperaban oír. Es de suponer que el clásico "
Espanya ens roba". Pero esa expresión ha quedado amortizada y fuera de los circuitos procesistas, aunque no el concepto en sí. Pues bien, tras tres días de elaborar complejos "argumentarios", Torra esperó a un acto vespertino del diario independentista
Ara para responder a los funcionarios que demandan revertir los recortes que la Generalitat lleva aplicando desde 2011 y piden su dimisión.
Tras reconocer que están siendo «días complicados» y hacer un guiño a los huelguistas («comparto sus reivindicaciones plenamente, son justas y legítimas»), entró sin vergüenza alguna a cargar contra
Madrit, tal como esperábamos. Mucha fe han de tener bastantes de los paisanos de G.U. para no haber sido capaces de ver (todavía) el plumero a esos vivales.
«Estamos limitados financieramente. Madrit nos ahoga y vamos con una mano atada a la espalda. Tenemos un déficit fiscal del 8 por ciento anual. Cada año entregamos al Estado lo equivalente al gasto en sanidad, educación, servicios sociales... es insostenible, es una indecencia. Por eso pedimos la independencia. Nuestro proyecto republicano no es solo una cuestión sentimental: es social, y a lo social dedicamos la mayor parte del presupuesto». |