miércoles, 21 de noviembre de 2018

La pintura y la tortura

Bueno, bueno, bueno. Tot Barcelona nos lanzaba ayer el guante en su comentario, incitándonos a "reflexionar" sobre el asunto que proponía, la pintura y la tortura, y hoy procedemos a recogerlo ("como no podía ser de otra manera", tal cual dicen ahora). Pero lo hacemos solo en parte, porque acerca de los motivos psicológicos que pueden llevar a que ciertos cuadros abstractos lleven al extremo de hacer enloquecer a un sujeto encerrado en circunstancias extremas, no tiene G.U. conocimientos suficientes para analizarlos en profundidad, y bien que quisiera poderlo hacer.
Según ha leído a veces G.U. —dicen que está en sus memorias—, Kandinsky descubrió el arte abstracto cuando un día, al volver a su casa, se emocionó mucho al ver un cuadro que, en un principio, no reconoció como propio. Era una obra suya (de las del principio), que estaba puesta boca abajo. Fue entonces que decidió abandonar la representación del objeto, el "arte figurativo", y se empezó a iniciar en el "arte abstracto", del que fue uno de su pioneros. Eso es lo que G.U. intentaba explicar a sus alumnos de bachillerato, siempre se ha dicho eso, pero se non è vero, è ben trovato

Si la pintura representa un objeto, el pensamiento se centra en ese objeto de la realidad y se hacen asociaciones con ella. Él se habría dado cuenta entonces de que si no representa nada concreto, se desconectan entonces las asociaciones de conocimiento y entra en funcionamiento la sensación. Y, por tanto, si el pintor se libera de la representación física en el cuadro, consigue liberar el mensaje de ideas concretas sobre objetos concretos y desviarlo a otras más abstractas: al color, a la línea, al plano, en fin, a los elementos básicos de la imagen y a las sensaciones sinestésicas que producen.
Con estas ideas por bandera, dio clases (muy buenas, por cierto) en la Bauhaus, hasta que los nazis la cerraron en 1933 y tuvo que emigrar a Francia. El Führer había calificado su obra como "una chapuza propia de un niño de ocho años sin talento". Kandinsky y muchos otros artistas fueron etiquetados por los nazis como pertenecientes al "arte degenerado", llegando a organizarse en Munich, en 1937, una exposición para mostrar lo que "el sano sentimiento popular" debía rechazar, con cuadros incautados de diferentes museos alemanes. Allí estaban obras de pintores expresionistas, cubistas y abstractos: Emil Nolde, Marc Chagall, Kirchner, Piet Mondrian, Paul Klee, Josep Albers, el propio Wassily Kandinsky y muchos otros. Al acabar la exposición se procedió a quemar bastantes de ellas, pero no todas...
Vasily Kandinsky (1866–1944). Composición VIII (Komposition VIII), julio de 1923
Óleo sobre lienzo, 140 x 201 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York



[1) Detalle cheka (calle Vallmajor); 2) Apoteosis en la visita de Himmler a Montserrat; 3) Himmler, a la derecha, visitando la cheka]
Pero no nos despistemos, volvamos al principio. El asunto de hoy se refiere a unas entradas que hizo el susodicho Tot Barcelona, referentes a la visita del nazi Heinrich Himmler (un tenebroso sujeto) a Barcelona en 1940. Un momento que ese tipo aprovechó para obtener "adhesiones inquebrantables" del abad y de los monjes de Montserrat, aunque su destino último fueran las "chekas" del carrer de Vallmajor (en Barcelona), instaladas durante la guerra civil del 36 siguiendo el modelo de las cárceles rusas. Allí obtuvo cumplida información de cómo se había torturado psicológicamente a los detenidos y, muy especialmente, de cómo arreglárselas para hacer desaparecer cadáveres en los hornos de las cocinas, de manera limpia y sin dejar rastro. El viaje, según se ha podido comprobar después, no fue inútil en absoluto.

La "cheka" de Vallmajor, vista desde la calle Ravella 
(Google Street View))
No sabemos qué pensaría ese sujeto llamado Himmler cuando vino a España en 1940 y visitó la famosísima "cheka" de la calle Vallmajor, en Barcelona (hubo otras). G.U. la conoce, porque unos pequeños ventanucos (que pertenecen al convento de las Agustinas, y es de suponer que ahora los utilizan nuevamente las monjitas) dan a la calle Ravella, en la que vivió 18 años, y confieren a ese tramo un aire bastante lóbrego, hasta el punto de que una tía de quien esto escribe (un poco facha) la calificó como "la calle más fea de Barcelona", quizá por ese motivo.

Según nos contaba Tot Barcelona allá por 2010 (ayer nos lo recordaba en un enlace) y también en 2016, ese Himmler visitó algunas de las celdas individuales, en las que se habían montado diversos elementos para "minar la cordura" de los presos. Los cubículos eran amplios, de unos seis metros cuadrados, y en ellos había un murete inclinado, a modo de cama, adosado a la pared. Éste estaba inclinado un ángulo de unos 20 grados.



Habrá quizá a quien no le diga nada lo de los veinte grados, pero G.U. —que de esto sí sabe algo— se lo aclara a ustedes: es la inclinación necesaria y suficiente para que el preso pueda mantener el equilibrio mientras permanece despierto, pero en el momento en que consiga dormir... ¡al suelo! Pero todo estaba previsto: en éste sobresalían unos ladrillos puestos de canto para evitar que se tendieran allí los caídos de la "cama" (véanse fotografías superiores).

Una obra de Josep Albers
En alguna de las paredes se pintaban círculos de colores llamativos, en general amarillos, y pendían reproducciones de cuadros abstractos de los "pintores degenerados", de índole geométrica (como los ajedrezados de Albers o también cosas de Kandinsky).

Estaban puestos allí como modo de tortura para los presos, siguiendo al pie de la letra las teorías de ciertos psicólogos alemanes, según las cuales ese tipo de pinturas acababan trastornando los sentidos de los prisioneros. Ignoramos la eficacia adicional que tuvo esa decoración en este aspecto, pero sin duda no contribuirían en nada para aliviar la situación de los allí encerrados. Si por lo menos hubieran puesto el "Dormitorio en Arles", de Van Gogh...
Josef Albers en su casa, 1968 [foto de Henri Cartier Bresson]
Josef Albers. Double Homage to the Square, 1957

Según Tot Barcelona, "la idea que se llevó en su visita a la "cheka" de Vallmajor no fue la de los cuadros, no. Fue la utilización de los hornos de las cocinas para hacer desaparecer los cuerpos de los encarcelados... esa fue la idea que presentó dos años después, mejorada y ampliada para, su solución final".

Enlaces a totbarcelona.blogspot.com

3 comentarios:

  1. Josef Albers les decía a sus alumnos : "prefiero ver con los ojos cerrados".

    El cuadro que está en la cheka y en el que se ve a Himmler sentado, es una copia de la serie "Homenaje al cuadrado".

    Años más tarde, los mismos psicólogos alemanes, se dieron cuenta de que lo que sirvió como experimento en Barcelona se justificaba con los experiementos que ellos mismos llevaban a cabo con los prisioneros de los campos de concentración; que tras tenerlos presentes durante interminables horas jornadas, los prisioneros acababan con los sentidos trastornados.

    PD: Este fue un trabajo que presenté en la Facultad de Pedagogía, bajo la batuta de R. S., en la asignatura Arte y Sociedad, hace ya unos cuantos años.

    Salut

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  2. Puede que alguna obra de arte llegue a resultar una tortura. De todas maneras, es un punto de partida para hablar de las barbaridades que se hicieron. Había oído hablar de las checas, pero por encima. Vale la pena haber sacado este tema para saber qué pasó en realidad. MJ

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  3. Bueno, pues como ha dicho G.U., en la calle Vallmajor, de Barcelona, hubo una de las más famosas de la ciudad, en ese siniestro edificio cuya fachada por la calle Ravella aparece en la fotografía. Dicen que hoy está habitado por unas monjas, aunque yo, que viví varios años en esa calle, nunca ví salir o entrar a ninguna. ¿Será una de tantas "leyendas urbanas"?
    El Tapir

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