domingo, 25 de noviembre de 2018

El Congreso: ¿un basurero?

Viñeta de El Roto (20/11/2018)
Hace ya bastantes días que a G.U. le hierve la sangre (no es la primera vez ni la última) con las cosas que pasan en el "Congreso de las Diputadas y de los Diputados" (aunque no solo allí), esa institución que se financia con el sudor de nuestra frente.

La susodicha institución parece que tendría que servir, al menos en teoría, para que los sujetos que allí están sentados (a cuerpo de rey, gozando de todo tipo de prebendas) intentaran debatir políticas que persigan lo mejor para los pringados que pagamos sus sustanciosas nóminas y para quien ni siquiera puede pagarlas.

Pero no, el populismo más soez ha invadido también las bancadas de ese sacrosanto lugar, invocándose con frecuencia la palabra "pueblo" o, en su defecto, sacando en procesión a "la gente", y con esos vocablos se le llena la boca a toda esa gentuza y la habilita para insultar "a calzón quitado" a quien piense diferente. Sin ir más lejos, el indocumentado Rufián es solo una especie de excremento más de esa tendencia tan extendida en los últimos tiempos.

A G.U. le pasa lo que al sujeto de la gorra de la viñeta de El Roto: cuando oye a esos pillastres hablar de "pueblo" —en ese lugar o en campaña electoral, que viene a ser casi lo mismo— le darían ganas de pirarse a la ciudad, si no fuera porque en ella pasa igual.




Elvira Lindo, a veces más maximalista de lo que desearía G.U., dice hoy cosas que éste tiene a bien compartir; como, por ejemplo, que si quien esto escribe (que está todavía en su sano juicio) fuera un poco más joven, estuviera más preparado y sirviera para esto de la política... no iría ni atado a esos lugares para exponerse a semejante jauría.


«Cualquiera de nosotros conoce a personas con inquietudes políticas. Hombres y mujeres a los que reconocemos capacidad de convicción, de liderazgo, capaces de articular un buen discurso, de apaciguar los ánimos en un equipo, seres que despiertan respeto y respetan, que negocian sin humillar al que lleva las de perder, sagaces, peleadores, convincentes. 

La vida laboral de los ciudadanos que viven fuera de los focos obliga a una negociación continua. Cuántas veces no se ha de controlar el impulso de soltar algo desagradable, en cuántas ocasiones la buena educación vence al exabrupto, cuánto hemos reprimido (me incluyo) la parte desabrida de nuestro carácter para que nuestros hijos tuvieran un buen ejemplo en casa o nos hemos callado ante un chulo por no liarla; de qué manera la armonía familiar se mantiene gracias a que hacemos oídos sordos al ya célebre cuñado. [...]

Quien más educado está, quien más inteligente es, más capacidad muestra para convencer o vencer sin necesidad de herir. Como antídoto a lo que hemos visto esta semana en el Congreso de los Diputados yo propongo observar lo que ocurre en la calle, en el trabajo, en nuestro hogar: ¿podemos permitirnos el lujo de insultar a la mínima sin que eso tenga unas consecuencias lamentables? ¿Cuántas veces en la vida ha pronunciado usted una mala palabra para desacreditar al adversario?

Último show de Rufián, con la connivencia (y el bochorno) de Tardà
Fascista, golpista, indecente, indigno. Jamás he utilizado estos términos en un cara a cara o en una discusión por más encendida que esta fuera. Si alguien las hubiera usado contra mí no concebiría la posibilidad de una reconciliación. ¿De dónde surgen entonces esas formas y ese lenguaje en el oficio actual de la política que hasta ahora desconocíamos? ¿Están calcadas de Twitter, de los shows televisivos?
 
[...] Tan acostumbrados están algunos a reinar en lo virtual que ya no saben comportarse presencialmente. No podemos permitir que esa vulgaridad se nos contagie. Insisto, no son en absoluto un espejo de lo que sucede en la vida real, de la misma forma que no lo es Twitter. Son muchos los ciudadanos que cada día se enfrentan al mundo con espíritu de negociación, negocian, contienen sus más oscuras emociones, se censuran la burla o el desprecio. Precisamente porque no somos santos, concebimos la educación como una estrategia para la convivencia. Y hay grandes estrategas. Con qué dignidad ocuparían un asiento en el Congreso, pero ¿qué persona brillante y educada se expondría a semejante jauría? Nadie en su sano juicio».


3 comentarios:

  1. Nos da la medida de la clase política que nos domina.
    Nos gobiernan, no me canso de decirlo, los últimos de la clase.
    Salut

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  2. Claro que sí. Yo he llegado a pensar que puede que algunos como, por ejemplo, Rufián, no sepa el significado real de lo que está diciendo porque no domina el lenguaje. Otros, por el contrario, lo saben perfectamente y son unos auténticos energúmenos (no quiero decir que Rufián no lo sea). A todos ellos se les debería exigir un "nivel mínimo de expresión parlamentaria". MJ

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  3. Para eso mandaron al Congreso a Rufián, para armar jaleo y desacreditar todo lo que pudiera a la institución. A veces he pensado si no sería mejor no hacerle ni puñetero caso. Dejarle que hable, naturalmente, pero nada de discutirle; silencio absoluto, como si no hubiera hablado (aunque reconozco que no debe fácil permanecer inalterable ante tanta estulticia).
    El Tapir

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