Salvador Oliva, Creure en Déu (o no); Provocacions, QUADERN (EL PAÍS) / (15/11/2018) |
«Los capellanes siempre nos han dicho que la fe es un don. Por consiguiente, quien no la tiene no puede ser culpable de incredulidad. Por tanto, si la fe se sitúa más allá de la voluntad y de la razón, hemos de concluir que es irracional. Es por ese motivo que a través de la razón nadie podrá convencer nunca a un creyente de dejar de serlo (y viceversa). Lo más fascinante de este fenómeno es que todos los tipos de fe se parecen de manera extraordinaria. Por ejemplo: la fe religiosa funciona exactamente igual que la fe en el procés. Los paralelismos no pueden ser más claros: los cristianos creyentes peregrinan a Roma; los creyentes en el procés peregrinan a Waterloo. Para los primeros, el paraíso es el cielo; para los otros, la independencia. Los primeros tienen a Jesucristo como guía; los otros tienen a Puigdemont. Los primeros están al abrigo de la Iglesia; los otros, al abrigo de TV3. Lo que representa para los primeros el Antiguo Testamento, para los otros lo representa el pujolismo. Para los primeros, el Precursor es San Juan Bautista; para los otros, el precursor es Artur Mas. Los primeros disponen de predicadores fanáticos; los otros tienen a la Rahola, la Terribas y el Sanchís. Los primeros tienen mártires; los otros tienen políticos en la cárcel. Para los primeros, el enemigo es el infierno y los demonios; para los otros, el enemigo es el Estado español y los constitucionalistas. Entre los primeros, hay integristas; entre los segundos, están las CUP. Y etc., etc. Pero el parecido más emblemático y definivo es que ni los unos ni los otros se dejarán convencer con argumentos racionales. En consecuencia: los votos independentistas no disminuirán nunca, y sus votantes continuarán pensando que el PP y el PSOE son iguales, cosa que ejemplifica a la perfección la irracionalidad de su fe. A los creyentes, les les da completamente igual que los presupuestos en cultura, enseñanza y sanidad sean los peores de Europa. Y es natural que no les importe, porque son creyentes convencidos de que, cuando seamos independientes, seremos la nación más rica del mundo. Es lo mismo que creer en el cielo. Por tanto, no hay ninguna solución ni a corto ni a largo plazo, salvo que ocuurriera un imposible: una nueva ley electoral que no favorezca los votos de la gente menos informada ni de menos sensible al egoísmo colectivo. La fe en el procés, todo sea dicho, tiene algunas bases racionales. Son las siguientes: el nacionalismo español, la inacción de Rajoy, algunas infraestructuras insuficientes y, sobre todo, el hecho de que los gobiernos centrales no se han creído nunca que la lengua y la literatura catalanas sean también un tesoro para España, y, en consecuencia, nunca las han hecho suyas. Por eso estoy completamente seguro de que, si Casado y Ribera gobernasen algún día en coalición, la fe independentista doblaría fácilmente su número de votantes. Y si eso llegara, ¡que Dios nos coja confesados!». |
Como le decía a Lluís Bosch alguien muy metida en esto del procés, debe de ser que no entendemos la verdadera dimensión de lo que está sucediendo, quizá porque es tan grande que nuestra cabecita no puede comprenderlo. O algo así. Será eso, o puede ser que lo que nos ocurra solo es que nos falta fe, como cantaban Juan y Junior en los setenta...
Lo de siempre... La culpa es de sus padres que las visten como putas.... Cuando quiera este Sr.hablamos de infraestructuras... En Cuenca, Badajos, Teruel y Cáceres... Y también de política cultural en Cataluña.... Consejos doy...
ResponderEliminarUn ejemplo de lo que dice Salvador Oliva. La línea férrea entre Barcelona y Valencia tiene un montón de pasajeros, de las de más tráfico de toda España, o la que más. Pues de Tarragona a Vandellós aún hay vía única. Como lo oyen. Con la cantidad de usuarios que hay. ¿A que es como para no creerlo? Ahora han construido una de vía doble, pero aún no está en funcionamiento. MJ
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