viernes, 9 de noviembre de 2018

"Sólo quería comprobar que el infierno existía"

Cuando ayer decíamos "esa versión del  infierno en la tierra que es... IKEA" hablábamos metafóricamente, por supuesto. Pero es cierto que es una tienda que detesta este bloguero, y cuando entra en ella (lo ha hecho bastantes veces), no encuentra forma humana de salir rápidamente de allí por donde ha venido. En eso se deben de parecer ambos lugares.

Dándole vueltas a este asunto, Gran Uribe ha recordado un microrrelato de Juan José Millás, que publicó EL PAÍS hace años, en el que se comprueba la existencia de tan lúgubre antro (el infierno) a través de la llamada telefónica a un móvil que efectúa el narrador de esta brevísima historia.

Juan José Millás, El infierno / [Extraído de "Antología del microrrelato español (1906-2011)"; Ed. Cátedra (2012), págs. 337-338]

Como habrán observado, Millás acentúa la palabra "solo", pero estábamos en 1995; hoy la RAE le tiraría de las orejas.

7 comentarios:

  1. No se lo creerá, pero yendo a una misa por el aniversario de la muerte de un familiar de mi señora, en plena ceremonia empezó a sonar un teléfono. No eramos muchos a decir verdad, y entre nosotros corrió una mirada poco amable.

    Al cuarto timbrazo, el cura, más de párroco que de cura y poco de sacerdote, se metió mano en la sotana y extrajo el aparatillo de entre las faldas. Colgó de inmediato y se lo volvió a introducir en las faldas.

    Misa en la iglesia del Carmel, santa Teresa, calle Llobregós. 19 horas de un jueves.
    Cuando marchamos y mi señora le feu a entregar el sobre con la voluntad por decir la misa, le dije que me dejara a mi ir al despacho. Lo hizo. Allí le entregué el sobre y le dije lo que me pareció de la escena. Ni se inmutó. No he vuelto a pisar esa iglesia, y no lo haré mientras esté ese señor.
    Salut

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    1. Lamentable y muy triste, la verdad. Menos mal que el mossén colgó el telefonillo y no optó por contestar: "Ara de seguida hi vaig. Em queda només mitja horeta. Jo porto el vi".

      Pero, aún así, yo le hubiera dicho lo mismo que intuyo que le dijiste, Tot, y habría actuado también en consecuencia. O sea, no volver a pisar ese lugar mientras estuviera a cargo de ese sujeto.

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    2. Sin duda fue una buena metedura de pata del cura, pero... ¿imperdonable? ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez olvidarse de desconectar el móvil y que suene en el momento más inoportuno? "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra"
      El Tapir

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  2. Muy bueno el relato. Es difícil decir más con menos.

    Aunque menos literaria, es conocida la historia de un jugador que se suponía que llevaba en el bolsillo del abrigo un décimo del número con el que jugaba habitualmente, y que luego resultó premiado con el "Gordo". Murió de repente y fue enterrado con ese abrigo. La familia, al enterarse días después del número que había sido premiado, que era el que solía jugar el muerto, hizo lo imposible para que un juez autorizara el desenterramiento del cadáver, y lo consiguió, pero en el bolsillo ya no estaba el número...

    Muchas gracias
    F.G.

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    1. Relato digno de una antología del relato breve. A mí me ha venido a la memoria alguna de aquellas "Historias para no dormir" del impagable Narciso Ibáñez Serrador en la televisión de los años sesenta. En cuanto al suceso que narra F.G., a mí me lo había contado mi madre (la sin par Patiña, una gran narradora y muy aficionada a este tipo de historias) y, al parecer, ocurrió realmente en el Madrid de postguerra. En efecto, el billete no apareció, pero tampoco el traje con que fue enterrado el muerto, quien fue encontrado desnudo al abrir el ataúd. Descontento con este resultado, el copropietario del billete premiado se fue al Rastro, en la esperanza de encontrar el revendido traje. El hecho es que, efectivamente, el traje estaba en venta y, en uno de sus bolsillos apareció el billete premiado. Al parecer, existía una banda que se dedicaba a desvalijar tumbas y ese fue uno de sus últimos "trabajos".
      La verdad, dada la fértil imaginación de Patiña, la narradora de este suceso, no sería raro que la última parte de la historia, que F.G. no cita, fuera fruto de la imaginación de mi madre, pero así nos lo explicó, y así lo cuento. Y "si non é vero, é ben trovato".
      El Tapir

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    2. ¡Sí, Tapir! Ahora recuerdo esa historia explicada por Patiña. Tenía otras, como la de la casa de la calle del General Pardiñas (una calle que nace junto al parque del Retiro) que también se las traía.

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  3. Una historia buenísima, la del décimo de lotería. Puede que sea una leyenda urbana o puede tener una base real y estar adornada con detalles para hacerla más interesante aún. Si la última parte del relato se la inventó su madre, Tapir y G.U., le quedó redonda. MJ

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