«Escribir para un público amplio se ha convertido en un ejercicio de estilo en el que el firmante debería añadir, a nombre y apellido, una apostilla: "Este texto que ustedes leen está redactado en el benéfico estilo de Tartufo". Es decir, no es todo lo que pienso, ni siquiera la mitad de lo que pienso, pero es la única manera de no tener problemas y que no te increpen los talibanes de la nueva verdad histórica reforzada por sus historiadores más eminentes -el viejo maestro Josep Fontana se ha vuelto muecín de mezquita (almuédano, se decía en castellano antiguo) y ha proclamado que los catalanes históricamente somos superiores a los castellanos, que no merecen ni que se les explique su inferioridad; una idea que tuvo ya gran éxito en África del Sur. [...]
Lo más llamativo de la situación que vivimos en Catalunya es la desaparición de la izquierda. Desde la más ortodoxa, que representaba el propio Josep Fontana, conspicuo estalinista y rojo oficial, al que en su momento sus colegas universitarios, siempre tan solidarios, negaron la categoría de “catedrático emérito” -deberían volver a reunirse y corregir la pifia ahora que es de los nuestros y en grado superlativo-. Sugiero la lectura de su reciente entrevista en El Periódico de Catalunya, de la que aún me cuesta dar crédito, pero que quizá ayude a adentrarse en la paranoia que vivimos y de la que va a ser difícil salir.[...]
Catalunya, que fue con toda seguridad el semillero más importante de la inteligencia española durante varias décadas, habría de sufrir, o de gozar, depende del ángulo con que se mire, las más llamativas transformaciones. Si me pusiera a citar nombres, además de que aumentaría algebraicamente el número de indignados, apenas si tendría espacio para más (con minúscula). Baste citar uno, emblemático, que además ocupa la Conselleria de Cultura, Ferran Mascarell, que pese a ser un intelectual ágrafo, sin obra, especie abundante en nuestra cultura local, representa perfectamente lo que quiero expresar.
No es sólo una cuestión de las élites de la inteligencia, lo que sería grave pero no letal, sino que afecta a los militantes de formaciones radicales y no digamos a los sindicatos, auténticos sustentos del poder hasta grados insospechados; aquí y allá. Con la diferencia de que aquí eran más potentes y estaban más imbricados en las luchas de clases -disculpen el arcaísmo-, ya fuera en fábricas que hoy no existen o en asociaciones de vecinos hoy devenidas en "amicales de excursionistas".[...] La disolución de la izquierda en Catalunya viene de lejos. El pujolismo la trabajó con esmero, aunque, para ser objetivos, se lo pusieron tan fácil que bastaba una oferta y ya se convertían en intelectuales transversales. [...]
Y qué decir del grupo más enraizado en la historia de la izquierda catalana, el heredero del PSUC, el partido más importante que tuvo Catalunya durante más de 40 años de historia reciente. Basta decir que su reconversión le llevó a denominarse Iniciativa por Catalunya, un apelativo que haría las delicias de la Liga Norte italiana y que revela algo muy simple: para ser aceptado en la nueva sociedad que fue creando CiU y el oasis pujoliano, había que pagar el peaje de la hegemonía nacionalista y conservadora, y eso exigía ser más nacionalista que los propios dominadores de las instituciones de la Generalitat».[...]
Enlace: La disolución de la izquierda