lunes, 13 de octubre de 2014

Santarrufina

Había dudas acerca de en qué tipo de artículos podría haberse gastado Rodrigo Rato 2439 € en Santarrufina, utilizando parte del dinero del rescate con cargo a la tarjeta negra de Caja Madrid. Señor Rato: por si es usted seguidor de este blog, Gran Uribe le recuerda que el séptimo mandamiento de la Ley de Dios es: "no robarás".
El "Bazar Santarrufina" parece una tienda interesante. Incluso Jordi Savall se interesó por ella antes de saber qué productos expendía, por si allí podría adquirir una viola de gamba de 1714. Por motivos que ignora quien esto escribe, llegó a dirigirse a El Tapir recabando información al respecto, con resultado negativo, obviamente.
Enlace: Frenopático

Bien, fiel al compromiso con sus seguidores, Gran Uribe ha investigado el asunto "Santarrufina". Señor Savall (Savallone): busque esa viola de gamba de 1714 en otra parte. Aquí solo podrá encontrar casullas, mantos sagrados, custodias y crucifijos varios. Le dejo información complementaria.

Santarrufina en la calle de La Paz, 9. Madrid.
En 1887, Pablo Arteaga y su socio el sacerdote Maximiliano se dedican a la venta de artículos religiosos en una tienda a la que llaman Casa Arteaga. En 1924 Pablo fallece y pasa a denominarse Casa Clero. Con la Guerra Civil se cierra, por razones obvias, convirtiéndose en centro de propaganda del PCE. Maximiliano fue fusilado en el transcurso de la contienda y al finalizar ésta, sus antiguos empleados José Santarrufina y Francisco Hera continuaron con la tienda, ya como Santarrufina. Actualmente es la familia Molina Salazar la propietaria de este emblemático negocio madrileño. Su fachada original se mantiene en perfecto estado, destacando el decorado de las vitrinas de la misma, realizado por Matías Melchor.

Bazar Santarrufina, Compañía Española de Artículos Religiosos, en Madrid

Viñeta de El Roto


1 comentario:

  1. Este bazar, es una auténtica bazofia. Intentan dar una imagen que realmente no pueden dar. Me consta que venden productos realizados en serie a precio de producto hecho a mano. El ambiente dentro es casposo; hay una vieja en un ordenador que es desagradable y destila rancio. La chica que atiende, una rubia de bote con acento gallego, es una pueblerina que no sabe ni escribir, por no decir de un tio de gafas que huele a cabra muerta. No entiendo que pudo comprar Rato en un sitio como este.

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