La madre de G.U., lo hemos dicho ya alguna vez en estas páginas, la última hace un par de años, era una persona entrañable, cercana, y nunca perdió su ángel de mujer-niña, ni su belleza. Su alegría y su armoniosa manera de estar en el mundo la protegieron de todos los sinsabores que le tocó vivir, y ¡vaya si los tuvo! Pero era una mujer decidida y valiente, con un sentido del humor que aún envidiamos y que nunca lanzó reproches ni chantajes emocionales de ninguna especie hacia ninguno de nosotros.
La verdad es que estar con Patiña era una bendición, y disfrutamos de ese privilegio hasta el último día, el 23 de enero de 1999, en este momento hace veintidós años exactos. Murió calladamente, sin molestar, sin haberse creado ningún enemigo y sin haberle negado nada nunca ni a nuestro padre ni a nosotros ni a sus nietos ni casi a nadie.
Sin embargo, más aún que su belleza, allí estaba su bondad alegre y tierna, esa bondad que la sustentaba y que era la esencia de un alma sin recovecos, siempre optimista, salvo algunos oscuros períodos —pocos— en que teníamos que "facturarla" a Madrid para que se riera a gusto con su hermana, ¡y bien nueva que nos volvía de esa terapia! Nunca hubo en ella intenciones ocultas ni laberintos, excepto los que utilizaba para llevar sutilmente a nuestro padre hacia donde ella quería; un recurso del que hacía gala, porque el asunto no era ciertamente nada fácil.
En fin, siempre pura y centelleante, como sus ojos, como su risa, como su humor, como sus imitaciones impagables de la gente a la que consideraba un poco grotesca, algo que este bloguero ha heredado en parte, aunque con escaso acierto. De hecho, no hay casi ningún día del año en que no la recuerde, de un modo o de otro, siempre con cariño, pero el 23 de enero sigue siendo una fecha especial; G.U. no olvida aquella destemplada y fría madrugada de enero.
Una bella entrada para una persona que dejó un bello recuerdo.
ResponderEliminarDEP
Gracias, Tot. Supe de la relación que tuviste con tu madre leyendo "Las sombras se equivocaron de dueño" (¡qué magnífico testimonio!). Un saludo
EliminarHermoso tener tan buen recuerdo de tu madre; una madre siempre imprime carácter que se contagie y se hereda.
ResponderEliminarYo creo que sí, que imprime carácter, y ojalá hubiera heredado todas sus virtudes, o al menos alguna de ellas...
EliminarPrecioso recuerdo, Uribe.
ResponderEliminarMuchas gracias
F.G.
Le digo lo mismo que a Mateo M. El vídeo de Madrid en la nieve estaba dedicado a ti.
EliminarTener unos padres que merezcan la pena es una de las mayores suertes de la vida.
ResponderEliminarUn saludo.
Mateo M.
Saludos, Mateo M. ¡Qué poco te prodigas por aqui!
EliminarUn texto precioso. Su madre debió de ser una bellísima persona, pero deduzco que G.U. también fue un hijo estupendo.
ResponderEliminarA mi madre, muy querida y admirada por mí, exceptuando en los estudios, siempre le di muchos quebraderos de cabeza. Pero ella siempre supo ponerme en el sitio. Cada vez se lo agradezco más. MJ
No creo que le diéramos muchos quebraderos de cabeza pero, si se los dimos, ella sabía sobrevolrlos y darles la importancia justa: ¡éramos jóvenes!
EliminarMami iluminaba donde estaba con su buen humor, ironía y ganas de vivir y disfrutar las cosas buenas de la vida. Siempre recordaremos entre risas cuando intentó que le sirvieran de postre un "cafe moscovita", en el que sin duda vió que llevaba vodka. Un beso de nieto, estés donde estés, Mami. :-*
ResponderEliminarGracias por el mensaje, tan entrañable. Recuerdo lo del café moscovita como si fuera ahora.
EliminarMamá nos hizo pegarle un lingotazo a los tres nietos para rebajar el impacto del tremendo moscovita (café con mucho vodka, claro!)
EliminarMamí, siempre llena de entusiasmo y capaz de apuntarse a todo o casi todo,
La cosa podía bien bien ir así…
Yo - Mañana vamos a saltar en paracaídas
Mamí- Qué me tengo que llevar…?
Inolvidable, maravillosa y dulce. Y, qué gran cocinera!