domingo, 26 de julio de 2020

En el "Día de los abuelos 2020"

Siempre es el día de algo, y gracias a la página de Google nos enteramos de que hoy es el "Día de los abuelos 2020", no en vano es la onomástica de Joaquín y Ana, los abuelos de J.C.

Aunque no tuvo el privilegio de conocer a ninguno de sus abuelos, G.U. se ha arrepentido siempre de no preguntarles más cosas a sus padres, de dejarles explicarlas. A su edad infantil, adolescente y juvenil pocas cosas le interesaban de sus batallitas: estaba más para jugar (indios, chapas, botones...), para estudiar y, bastante más tarde, para vigilar un poco más su imagen e intentar ligar; y, entre tanto, con la carrera y todo eso, ya fue demasiado tarde. Su hermana (nvts) sí lo hizo y ahora constituye la memoria de la familia: gracias a ella sabe ahora muchas cosas que siempre ignoró por su falta de interés de entonces, aunque ahora quisiera saber también otras que ella quizá tampoco conozca.

Pero cuando G.U. empezó a frecuentar Lorca después de casarse, la abuela de doña Perpetua, que  le acogió con un cariño inmerecido y como si fuera un nieto más, recordaba con frecuencia cosas de su propia vida y de la infancia de su nieta que le dejaban embobado. Fue entonces cuando uno fue más consciente de lo que se había perdido cuando era "más joven". Hay quien sabe contar las cosas y quien no —o no quiere— pero, en cualquier caso, solo se trata de interesarse por ellas y de tirarles un poco de la lengua en caso de que no sean proclives a explicar historias antiguas.

Por eso hoy, que es el día de los abuelos, les animo a los jóvenes a leer esta columna de Arturo Pérez-Reverte que explica estas cosas mucho mejor que G.U., por algo es muy buen escritor, aunque injustamente denostado en las redes. Y, si sois padres o abuelos, no dudéis en intentar explicar vuestras cosas lo mejor que podáis, aunque penséis que no interesan a nadie. No os instamos a convertiros en los típicos "abuelos Cebolleta", pero sabed que siempre habrá alguien a quien iluminen vuestros recuerdos y sea capaz de transmitirlos. Es lo que nos queda, no hay mucho más.
 
Dice así en su columna titulada Los últimos testigos:

[Fotografía: granuribe50]
«Cuando los padres olvidan o mueren, con ellos se borra parte de nosotros; incluso situaciones, escenas, momentos que tal vez desconocemos. Un padre, y sobre todo, una madre, poseen recuerdos que sólo ellos tienen, como un álbum de imágenes que guardan en el disco duro que les borrará la muerte: nosotros en la cuna, nuestras primeras palabras, pasos, miedos y pesadillas; nuestras primeras ilusiones o decepciones. Ellos fueron testigos únicos de aspectos de nuestra vida que tal vez nunca nos contaron. Los conservan en su recuerdo, el único lugar posible; y al morir se los llevan, perdiéndose en la nada. Con su muerte empezamos a morir nosotros; a desaparecer lentamente del mundo por el que anduvimos, como una vieja foto que pierda los contornos. A ser más lo que somos y un día no seremos, y a ser menos lo que antaño fuimos.[...]

Dejarlos marchar sin extraerles la información es como vaciar un desván sin estudiar los objetos, no siempre viejos e inútiles, que en él se amontonan. Y no se trata de un gesto sentimental o romántico, sino de algo práctico; incluso necesario. Permitir que los últimos testigos se apaguen en silencio, dejarlos enmudecer para siempre sin sacarles antes todo el material posible para que sus recuerdos sobre el mundo en general, y sobre nosotros mismos en particular, se salven y permanezcan de algún modo es dejar morir también lo que nos explica, lo que nos narra. Lo que nos hizo y hasta aquí nos trajo.[...]

Inténtenlo, porque vale la pena. O eso creo. Ahora que aún es posible, siéntense junto a ellos y háganlos hablar, si pueden. Tengan la inteligencia, la astucia si es preciso, de que el nieto, el adolescente, la jovencita a quienes nada parece importar, se interesen por esa memoria familiar que pronto va a desvanecerse como humo en la brisa. Porque un día, tengo certeza de eso, ellos se alegrarán de haber escuchado. De conocer de dónde vienen y quiénes los hicieron posibles. De saber que los testigos de su memoria no pasaron sin dejar huella por este lugar extraño, triste, bello, peligroso, fascinante, al que llamamos vida».

9 comentarios:

  1. Yo tampoco se nada de nada de ellos....y siempre lo he lamentado, pero de mis padres lo mismo, murieron cuando yo era muy joven y en aquellos años yo estaba descubriéndome a mi mismo y no calibré bien.
    Una muy buena entrada, como siempre, como nos tienes habituados. Un codazo... !!

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    1. Yo tampoco calibré bien, y bien que me arrepiento. Muchas gracias por el elogio y... ¡un codazo!

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  2. Pude conocer de refilón al abuelo materno, un par de años, cuando yo ya estaba en la edad del pavo. Me queda alguna foto de él, dos o tres, pero poca cosa más
    De los paternos jamás supe nada, porque tampoco supe de mi padre.
    Se perdieron miles de historias que nadie me podrá contar jamás.
    Intento traspasar las que viví, y sin hacerme pesado a los dos nietos que tengo, que son proclives a escuchar. Eso me salva.
    Un abrazo

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    1. De hecho, me parece recordar que solo tienes una foto, ni siquiera dos o tres; la de la portada de "Las sombras se equivocaron de dueño". Con tantas imágenes banales que se toman hoy en día...

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  3. Muy buena esta aportación. Estoy con Chordi. A mí me pasa un poco lo mismo pero no sé explicarlo así.
    Muchas gracias
    F.G.

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    1. Lo explica muy bien Pérez-Reverte y me ha venoido como anillo al dedo.

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  4. Antes los abuelos morían antes (valga la redundancia). Yo solo conocí a mi abuela materna. Nos contaba muchas historias, pero creo que algunas se las inventaba para ver nuestras caras de asombro. Siempre tenía una frase o algún refrán que venía a cuento con una situación determinada. Lo que voy a decir no es ningún mérito, pero de joven era guapísima, mi madre no tanto y, nosotras, las nietas, del montón.

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    1. Gracias a ti, MJ, por tu "fidelidad". Deseo que pases un buen mes de agosto, aquí, allá o acullá. En cuanto a nosotros, haremos lo que podamos.

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