Gran Uribe les ahorra el principio del escrito ‘J’Accuse...’ La durísima verdad de la Covid-19 y los errores que no deberíamos repetir; no quiere amargarles la cena. Lo hemos extraído de Diario de Ibiza de hoy y lleva la firma de Eduardo Costas y Alejandro Sopeña. Empieza con unos testimonios desgarradores de sanitarios que describen los primeros tiempos de la pandemia. G.U. también les ahorra la parte final. Pueden consultar todo eso en el enlace.
Vamos con el cuerpo central del escrito, con el que podrán ustedes estar más o menos de acuerdo, sobre todo porque muchos pensarán que en todos los países ha pasado lo mismo. Pero lo que es difícil de cuestionar es que no todos los técnicos ni científicos son igual de buenos (les pasa lo mismo a los médicos o a los profesores o a los arquitectos, sin ir más lejos) y que cuando esa gente (en ocasiones mal escogida por los políticos) entra en la órbita de los susodichos políticos (que pueden ser los últimos de la clase, gente enchufada, amiguetes del partido, tipos que no han dado un palo al agua en su vida salvo trepar, charlatanes varios y muchos etcéteras), mal asunto, sobre todo si les deben su sueldo.
La verdad es que al ver el listado y currículum de los "expertos" del "comité asesor" del Dr. Sánchez para la pandemia se le ponen a uno los pelos como escarpias; con razón no querían divulgarlo. El caso es que entre unos y otros, multiplicados por el número de comunidades autónomas que tenemos (17), donde hay más de lo mismo, si además le añadimos todos los descerebrados, imbéciles y tarugos que tanto abundan entre nuestros conciudadanos, se comprende perfectamente el carajal en que estamos metidos, quién sabe hasta cuándo. Quizá sea mejor no pensarlo demasiado.
CUANDO EL VIRUS INFECTÓ LOS DESPACHOS
Hace 6 meses tuvimos las primeras noticias de un nuevo coronavirus que producía neumonías en China. Poco después el virus empezó a transmitirse por el mundo.
Parecía grave. Era un virus nuevo frente al que no había vacuna ni fármacos eficaces. Y tenía la capacidad de matar. La más elemental prudencia aconsejaba tomar medidas urgentes.
Pero a finales de enero de 2020 nuestros gobernantes, sin la menor evidencia científica que lo sustentase, llegaron a la conclusión de que la Covid-19 iba a tener muy poco efecto.
Para ello contaron con la aquiescencia de los técnicos que les asesoraron, con el doctor Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, como cabeza visible.
Cuando la catástrofe era inminente, el Dr. Simón mantuvo, empecinadamente, que “no había motivos para declarar la emergencia sanitaria” y que “España apenas contabilizaría unos pocos contagios”.
Su funesto análisis insistiendo en que no debíamos preocuparnos porque “España tiene la mejor sanidad del mundo” y la Covid-19 “va a tener menos efecto que la gripe” dio paso a una imprevisión suicida que costó miles de vidas y un enorme sufrimiento.
Nuestros políticos decidieron no hacer caso a muchos profesionales más capaces, que sí acertaron advirtiéndoles de la que se nos venía encima.
Pero ellos prefirieron hacer caso a los técnicos que les dijeron lo que querían oír. Jugaron a la ruleta rusa con nuestras vidas en vez de prepararse adecuadamente para luchar contra la pandemia. Para colmo presionaron en Europa exigiendo que se relajaran las medidas para controlar la Covid-19.
Nosotros acusamos: Es muy difícil que alguien comprenda algo cuando su sueldo depende de que siga sin comprenderlo.
Y proponemos: Los técnicos que asesoren a los políticos tienen que ser expertos de la máxima cualificación, con una carrera profesional intachable, que les permita decir lo que piensan respaldados por un currículum de excelencia y que su sueldo no dependa de que le digan al político de turno lo que éste quiere oír.
Mientras tanto el virus empezó su expansión.
Ya a principios de marzo España admitió en Europa que estaba sobrepasada: ni siquiera tenía la capacidad de hacer el seguimiento a los posible infectados.
Pocas semanas después miles de ancianos se asfixiaron hasta morir solos, sin la menor asistencia médica, sin cuidados paliativos, sin la compañía de sus seres queridos, abandonados a su suerte, bañados en sus propias heces, orines y vómitos, en residencias que se habían convertido en campos de exterminio…
Nosotros acusamos: ¿Era necesario que muriesen tan indignamente? ¿No se pudo, aunque solo fuese, dignificar sus últimos momentos?
Millares de enfermos esperaron una ayuda que a menudo nunca llegó, tirados en los pasillos de los hospitales, sin oxígeno, sin respiradores, sin medicamentos, sin información, sin compañía…
Nosotros acusamos: ¿Era necesario que sufriesen tanto? ¿No se pudo mitigar su angustia?
Los cadáveres se hacinaron en morgues improvisadas, como el Palacio de Hielo de Madrid, sin que nadie los velase…
Nosotros acusamos: ¿Era necesaria tanta ignominia?
En plena crisis, en las ruedas de prensa diarias se nos decía: “Hay que aplanar la curva”.
Nosotros acusamos: No era una curva. Eran seres humanos que sufrían y morían.
Decenas de miles de sanitarios, absolutamente sobresaturados, tuvieron que enfrentarse a una pandemia desconocida sin el menor equipamiento de seguridad, sin recursos, sin ser suficientes.
Pagaron un alto precio en contagios y muertos, en tristeza y amargura. Siguen siendo demasiado pocos y están demasiado cansados.
Y aunque la mayoría coincidimos en que se merecen el mayor agradecimiento por nuestra parte, la realidad es que se han visto obligados a manifestarse para defender sus derechos: Muchos médicos y enfermeras trabajan en unas condiciones de extrema precariedad.
La mayoría de los expertos coinciden en que tenemos, con mucho, uno de los sistemas de salud más eficaces del mundo en proporción a la inversión que se hace en sanidad. Pero no nos olvidemos: el mérito es, en su mayor parte, de los propios sanitarios.
Nosotros acusamos: ¿Cómo se puede dejar tan desamparados a los que tanto sacrificio hicieron por nosotros? ¿Por qué nuestros gestores y gobernantes llevan tantos años tratando a la sanidad con desprecio?
Desgraciadamente su desprecio ha permeado, y el trato vejatorio y la falta de respeto hacia los sanitarios por parte de muchos usuarios es cada vez más frecuente.
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Y sigue el manifiesto en parecidos términos. Les remitimos al enlace, por si les interesa.
Totalmente cierto.
ResponderEliminarNada falta a la verdad.
Y no saldremos de esta, no saldremos. No saldremos porque no hay nadie con un par para cerrar lo que se ha de cerrar, ni para obedecer, pues somos dioses de nosotros mismos. Ni espíritu de sacrificio, ni actos de conciencia.
Sino se pone mano dura no se sale, y nadie está dispuesto, y así seguirá la cosa, entre brote va y brote viene hasta dentro de un año en que se encuentre la vacuna.
Mientras, la gente seguirá muriendo unos días más y otros menos. La playa seguirá llena, los botellones seguirán su curso, la economía seguirá sumergida y esto se convertirá en un erial, pero todo seguirá.
No hay remedio, no lo hay, ni estamos preparados ni queremos estar sujetos.
Hay que hacerse a la idea.
Un abrazo