miércoles, 6 de enero de 2016

Desde entonces me creo todas las mentiras

Viñeta de El Roto (6/1/2016)



«Si tienes menos de 8 años, deja de leer esto inmediatamente. Voy a hacer saltar por los aires el tabú. Voy a hablar de ese tema.
Si tienes más edad, ya sabes a qué me refiero: mis hijos (7 y 4) han empezado a hacer preguntas incómodas. No hablo del embarazo ni del divorcio, sino de algo mucho más difícil de manejar: los Reyes Magos.
Comenzó el mayor. Hace un par de meses, con ojillos suspicaces y actitud desafiante, el niño me soltó a bocajarro:
—No será que los padres traen los regalos y luego nos mienten ¿No?
—¡Por supuesto que no! — respondí, rehuyendo su mirada y sobreactuando— ¿Qué tonterías dices? ¿A quién se le ocurre? ¡Por favor!
Él me escudriñó el alma con sus pupilas, reflexionó un poco y finalmente concluyó:
—No, claro. Mi madre y tú no tienen tanto dinero.
Suspiré aliviado. Pero semanas después, volvió a la carga, ahora enfrente de su hermana:
—Papá ¿Existen los Reyes Magos?
—¡Claro que sí!
—¿De verdad?
Vacilé. Palidecí. Pero entonces, mi pragmática niña salvó la situación:
—Si no existieran, no traerían regalos ¿Comprendes?
Y el otro, consciente de los riesgos, cambió de conversación.
Hasta ese día, yo creía tener el control. Suponía que guardaba intacto para mis chicos el último reducto de fantasía, antes de que la gris realidad inundase su mundo. Ahora comprendo que lo saben, pero callan para no decepcionarme.
A veces, la niña me mira tiernamente, y adivino sus pensamientos:
—Pobre Papá. Si le cuento la verdad, se morirá de pena».



Los "Reyes Magos de Manuela Carmena" abandonan Madrid. Así no hay niño que se crea las mentiras...

3 comentarios:

  1. Es lo mejor. Pero no siempre se hace. MJ

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  2. Yo estuve varios años callándome que ya conocía el origen de los regalos, pero por un motivo más egoísta que la niña del cuento de Roncagliolo: no para que no murieran de pena mis padres, sino por mi miedo a que "se acabaran" los Reyes para siempre. Los niños son más "putas" de lo que acostumbramos a creer...
    El Tapir

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  3. Yo también disimulé todo lo que pude, porque a partir del momento en el que tomaron nota nuestros padres de que lo sabíamos los tres, se acabaron los zapatos en el salón, las naranjas para los camellos, las copitas para los reyes y se inició una etapa árida y dura: la de los regalos "prácticos" sin gracia ni ilusión, y, lo que es peor, sin magia.
    Ahora bien, esos magos de Carmena no nos los hubiéramos creído nunca. Eran demasiado feos.
    nvts

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