domingo, 29 de mayo de 2016

Reflexiones en una noche nostálgica

Vamos con asuntos de más enjundia, que ya toca. Javier Marías nos hace pensar, una vez más, y eso siempre es de agradecer. En esta ocasión, y al hilo de un encuentro suyo con una vieja amiga, una relación de esas que podríamos llamar "históricas", nos comenta las muchas de ellas que se van quedando por la calle del olvido; él nos habla de amistades, aunque quizá cabría extrapolar el asunto a ciertas relaciones familiares también, pero ese es otro tema...

[...] «Poco, pero todavía nos vamos viendo, lo cual ya es mucho, pensé, en comparación con lo que me sucede con decenas de amistades, o les sucede a ellas conmigo. Me temo que nos ocurre a todos, y en algunos momentos produce vértigo acordarse de las personas dejadas por el camino, o –insisto– que nos han dejado a nosotros orillados, colgados o en la cuneta. A veces uno sabe por qué.» [...] 

Peleas, decepciones, ingratitudes, divergencias políticas, envidias diversas en una u otra dirección, hay tantos posibles motivos..., nos comenta Javier Marías. Quizá podría añadirse: maneras de entender la vida diferentes, la distancia, la pereza de retomar viejos lazos antiguos y de verbalizar lo que ha sido tu vida en ese tiempo, la penosa constatación del deterioro mutuo, los cambios de pareja (que pueden provocar que las relaciones cambien su ADN inicial), en fin...

Marías acaba así su columna, redonda como siempre (en opinión de Gran Uribe), escrita quizá en una noche nostálgica, aunque seguramente dejó cosas en el tintero por falta de espacio:

Javier Marías
«Pero demasiadas veces no sabemos por qué se desvanece una amistad. Por qué las cenas semanales, o incluso la llamada diaria, se han quedado en nada, quiero decir en ninguna cena ni una sola llamada. Sí, aparecen nuevos amigos que desplazan a los antiguos; sí, nos cansamos o nos desinteresamos por alguien o ese alguien por nosotros; sí, un ser querido se torna iracundo, o lánguido y perpetuamente quejoso, o exige invariablemente sin aportar nunca nada, o sólo habla de sus obsesiones sin el menor interés por el otro. De pronto nos da pereza verlo, nada más. No ha habido riña ni roce, ofensa ni decepción. Poco a poco desaparece de nuestra cotidianidad, o él nos hace desaparecer de la suya. Y falta de tiempo, claro está, el aplazamiento infinito. 

Esos son los casos más misteriosos de todos. Quizá los que menos duelen, pero también los que de repente, una noche nostálgica, nos causan mayor incomprensión y mayor perplejidad».

Javier Marías, Las amistades desaparecidas, EL PAÍS SEMANAL (29/5/2016)

2 comentarios:

  1. En la vida de cada uno hay decenas de casos como lo que describe Marías. En ocasiones, vuelves a ver al antiguo amigo y te hace ilusión recuperar su amistad. En otras muchas, ha desaparecido cualquier ligazón afectiva y no sabes qué decirle...
    El Tapir

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  2. Muchos tenemos amistades desaparecidas. Es cierto que la comunicación interrumpida no se recupera así como así en cualquier momento. Sobre todo cuando no se sabe exactamente cuándo, cómo o por qué se perdió. Sin embargo, afortunadamente, otras permanecen en el tiempo y en el espacio. Eso compensa. MJ

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