El caso que nos narra Juan Cruz es uno más entre los millares de ejemplos parecidos. Hay varios especialistas en este asunto: Mayoral, Marhuenda, Inda y también nuestro nuevo Mesías prometido, Pablo Iglesias (ahora participa menos).
Extraemos algunos párrafos del escrito de Cruz, en los que resume la mar de bien en qué consisten esos programas:
«Esto que cuento aquí pasó en La Sexta Noche, pero podría haber pasado en cualquier cadena de la televisión española. En esa tertulia se mezclan periodistas y políticos en un matrimonio de dimes y diretes; a un lado, la derecha, en el otro, la izquierda. Y en el centro, tratando de llevar la deliberación por los derroteros clásicos, el moderador. Ni el moderador los calma ni los que se disputan la palabra están dispuestos a arrancarse de sus convicciones pétreas. No siempre hablan, sin embargo; a veces ríen, y muchas veces a mandíbula batiente. [...]
Ocurrió hace unas noches el epítome de esa actitud: la que habla, el que se ríe como toda respuesta. Los protagonistas, en esta ocasión, eran la representante del Partido Popular, Rosa Romero, y el representante de Podemos, Rafael Mayoral. Después de algunas escaramuzas le tocó profundizar a la persona de la derecha; la persona de la izquierda adoptó la posición del que escucha para mondarse de la risa. De cualquier cosa que dijera su contrincante.
¿Ese es el país que tenemos? No necesariamente, pero ahí se exhibe, a veces con una fluencia de verbo que no necesita expresarse en palabras, sino en risas. En el mundo de la tertulia la risa suele ser atributo del desdeñoso, aquel que se pone en la posición del que que va a escuchar cualquier cosa para oponerse. O para reírse del argumento contrario. Reírse es una costumbre sana, excepto si nos reímos de otros con el deseo avieso de dañar. En este caso, es bueno no hacer coros, porque esa risa se convierte de inmediato en una desconsideración que ha de ser reprobada por el público y, por supuesto, por la persona que ha de moderar esas ínfulas. [...]
Este sería un incidente político-perodístico que revelaría tan solo un caso de trastorno transitorio de los músculos de la risa si no fuera que ocurre cada vez más en el escenario político y en el establecimiento periodístico. Ya tenemos la flecha en el arco y disparamos diga lo que diga el que está delante.[...]
En España nos hemos dado garrotazos antes de Goya y después; ahora seguimos en la época de los garrotazos, pero en la actualidad esos mandobles se tornan en risotadas. No es exagerado decir que son tan irritantes las risotadas como los garrotazos. [...]»
Sí, es lo que se llama risa burlona. Más fácil eso que intentar rebatir con razones. Aunque la sandez sea gordísima, la verdad es que en los llamados debates políticos, el hecho de reír de esa manera queda fatal. MJ
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