martes, 17 de mayo de 2016

David Trueba y Seseña

David Trueba
David Trueba es un buen director de cine pero no solo eso, publica muy buenos artículos en EL PAÍS todas las semanas. Ya que hablábamos hace muy poco (unas horas), con ocasión de lo de Aduriz, del axioma que olvidó Boskov acerca de los españoles y los seleccionadores, Gran Uribe ha recordado una columna suya de ¡2006!, en la que el hombre ya nos comentaba, con bastante lucidez, algo de la apestosa basura en la que nos estábamos moviendo, muchos sin saberlo: «Todo español, esto ya lo sabíamos, —decía Trueba— lleva dentro un seleccionador de fútbol y un crítico de cine. Pero ahora sabemos que, además, en sus ratos libres, el español es también un estafado. Lleva años siendo así. ¿Hasta cuándo se podía cerrar los ojos ante el escádalo de corrupción, blanqueo de dinero, financiación ilegal sobre el que se asienta un sector de nuestra economía? [...]

En su columna de hoy nos habla de Seseña, lugar donde —según explica— tuvo el 'privilegio' de filmar algunas escenas de su película Bienvenido a casa (2006), quizá no la mejor de su curriculum pero estimable, como todas las suyas. Dice así:

«Hace diez años pasé dos días rodando en el cementerio de neumáticos de Seseña. Fue para la película Bienvenido a casa. Harto de atravesar por la carretera y apreciar ese enorme vertedero, me pareció un lugar digno de ser filmado. Fue complicado lograr el permiso, pero entonces aún quedaba algún peón patrullando por allá. Las dos jornadas fueron infernales, porque si estos días es tóxica la nube negra, entonces lo era el polvo y la atmósfera del lugar. Ahora que los neumáticos han ardido, en lo que parece un último retorcimiento del desatino, muchos se hacen preguntas indignadas con toda la razón, pero conviene advertir que nuestro país tiene este tipo de monumentos por doquier. Es lo que nadie quiere entender. Que somos lo bueno y lo malo. Esto los patriotas lo tratan de disimular, diciendo que España es estupenda, y menudo jamón, y que si no te gusta te vayas a vivir a Francia. Cosa que dicen para sacudirse de cualquier crítica hacia las estructuras nacionales y de paso seguir llevándose el dinero a Andorra y Panamá, donde lo cuidan mejor que aquí.

Paradigma de "el ladrillo": la urbanización de "El Pocero" y el cementerio de neumáticos, en Seseña (2013)
Este vertedero de neumáticos era chapapote solidificado en la costa de Madrid. Era un poco nuestro Prestige, que también es una enseña nacional. Y es que España es el país de la Pedrera y la Alhambra, pero también de las rotondas imaginativas y el arte urbano patrocinado por las autoridades oligofrénicas de Navalcarnero y Castellón. La línea de costa española tiene suficientes hoteles Algarrobico y delirios arquitectónicos como para llenar una enciclopedia del disparate. La acción de la justicia y la agilidad de las autoridades casi siempre afectan a los pequeños comercios y a las familias desahuciadas, pero no saben lidiar con empresarios tercos ni equipos de abogados mañosos. Y luego está el funcionamiento tradicional del amiguismo y el enredo, los sobres y la mordida. Para acabar de trampear el asunto, lo habitual es que los partidos políticos estén enfrentados, como los municipios, las comunidades autónomas y hasta los ministerios y departamentos entre ellos, por lo que no es raro que Industria, Turismo o Infraestructuras anden a la gresca con Medio Ambiente o Agricultura y Pesca. 

Las ruedas de automóvil no llegan al vertedero porque lluevan del cielo, sino porque carecemos de plan para reciclarlas ni para reducir el consumo ni para racionalizar nuestro modo de vivir. El coche es nuestra industria más gozosa y festejada, pero poco importan sus desperdicios. Tampoco consideramos la ecología y el respeto al medio ambiente ninguna prioridad nacional. Todo eso nos da igual, salvo cuando la nube negra se planta en tu ventana. Entonces...»

David Trueba, Ahora sí, EL PAÍS (17/5/2016)

2 comentarios:

  1. Pero es que nadie sabía nada. Total solo había una superficie de unos diez campos de fútbol cubierta de neumáticos ¡Viva la Pepa!

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  2. !Qué pena de país! No sé si indignarme o avergonzarme... Las dos cosas, me parece, y a la vez.

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