domingo, 22 de febrero de 2015

Selfies desde un dron

Selfi tomado desde un dron, con Río de Janeiro y la playa de Ipanema como fondo: se le llama dronie
Selfi, la adaptación al español del anglicismo selfie, es la palabra del año para la Fundación del Español Urgente (Fundéu).
«No buscamos la palabra más bonita ni la más original o novedosa. Queremos que nuestra palabra del año, además de estar relacionada con la actualidad y, por tanto, haber estado muy presente en los medios, tenga un cierto interés lingüístico, ya sea por su formación o por la fuerza de su penetración en el lenguaje común», explica el director general de la Fundación, Joaquín Muller.
Una columna de EL PAÍS comenta este asunto de los selfies y su nueva versión —ya superado lo del palo para el selfie— de foto tomada desde un dron: el dronie.

Ilustración: Estudio Lavvu
«"Naderías y minucias nos ocupan y acaso nos constituyen", observó Ricardo Gullón a propósito de El Jarama, de Sánchez Ferlosio. El teléfono móvil, árbol de la comunicación personal, está desarrollando un tupido ramaje de banalidades que demuestran la obsesión por matar el tiempo a cualquier precio y con cualquier artefacto. Primero surgió en su torno el selfie, convertido en selfi por Fundéu, que es una autofoto pensada para inmortalizar la tensión hacia la sobreexposición pública que nos corroe (antes se llamaba exhibicionismo); luego apareció —es decir, se comercializó—, el palo para selfie (conocido como monopod entre los autofoteros), porque la negligente naturaleza no había previsto en el ser humano un brazo suficientemente largo como para tomar una foto a distancia.

»Ahora ha brotado el dronie. Consiste, para que se conozca el fenómeno en toda su profundidad, en hacerse un selfie desde un dron. El interesado se compra un dron, un artefacto que es más que un juguete y menos que la nave espacial de David el Gnomo, monta en él una cámara (muchos vienen con ella) y puede autofotografiarse en picado, mientras maniobra con el dron, mirando al cielo. ¿Para qué? Pues es un misterio.
Un dronie es una chuchería del espíritu que, al igual que el selfie, revela el afán por contarlo todo de nosotros mismos, sobre todo cuando no hay nada que contar. Podría tipificarse como síndrome del escaparate. Con un dron armado de cámara pueden conseguirse panorámicas aéreas que harían palidecer de envidia a Peter Jackson (El señor de los anillos); pero no añade nada una foto. Es un lujo que se añade porque puede añadirse; es un juego de demostración que se agota en sí mismo.


»Nada hay que oponer, faltaría más, a la explotación industrial de los mercados del dron y el selfie. Pero sí hay que observar que el dronie puede proyectarse hacia algo más que un juego. El mal uso de drones con cámaras —ya hay denuncias y advertencias— puede constituir una amenaza para la intimidad; algunos los utilizan como los prismáticos privilegiados para montar su propia Ventana indiscreta. Espionaje y comadreo, arraigados en la naturaleza humana, aconsejan mirar con cierto recelo el aparente esparcimiento de grabar con drones; y pedir una regulación legal más definida al respecto».


[Ya tenemos la herramienta del CNI para espiar a Bárcenas en su presunta escapada a Río de Janeiro...]


2 comentarios:

  1. Yo creía haber hecho el gran descubrimiento cuando, en mi reciente viaje a Italia, conocí la invasión del "monopod"; ahora le toca el "dronie" (a este se apuntará menos gente); como dicen en el interesante artículo de El País, a esta obsesión por el que te vean antes se la llamaba exhibicionismo. Parece como si las experiencias que se van teniendo no existieran si no se plasman con tu imagen. Para ello, antes se recurría a alguien que te hiciera la foto. Eso ya no se ve. Ahora es el "selfie", el "monopod" y lo que venga, porque el dronie, por razones obvias, tiene las patitas más cortas; aunque, eso sí, ayudará a los "privilegiados" a distinguirse del "vulgo"... La tontería humana es grande y el desarrollo galopante de la tecnología se aprovecha de ello y ayuda a multiplicarla hasta el infinito... Saludos a todos los amigos del Gran Uribe,
    El Tapir

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  2. La tontería humana es grande, Tapir, tiene razón, y la tecnología y el mercantilismo la multiplican hasta el infinito. Pero además es triste, nos muestra el vacío en que vivimos. Saludos.

    24 de febrero de 2015, 0:23

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