domingo, 25 de junio de 2017

La desigualdad: un tema de conversación

«Hubo un tiempo en el que una favela solo era una favela del mismo modo que un socavón es solo un socavón. No hay en México ni en Rusia ni en Pekín socavones merecedores de salir en las guías turísticas. Las favelas existían, desde luego, pero aún no habían dado el salto al lenguaje para instalarse en él como un hecho normalizado. Ahora, cualquier persona de clase media ha visitado una favela de Delhi, de Bogotá, qué sé yo, o de Caracas.

—Fuimos de vacaciones a Haití y visitamos la favela de Cité Soleil.

—¿Y el museo antropológico?

—El museo antropológico está en la calle.

Paraisópolis / [Fotografía de Vanessa Carvalho (Brazil Photo Press)]

»Hemos convertido las favelas en productos de consumo en los que entramos con la excitación de si nos ocurrirá algo. Se trata de una excitación artificial, pero los sucedáneos del peligro estimulan tanto como los del café. La de la foto es una de las favelas más famosas del mundo. Paraisópolis, tal es el oxímoron con que el que se la conoce. Aparece en la Wikipedia, con eso está dicho todo. Hace meses, sufrió un incendio muy complicado de apagar por la falta de accesos para los camiones cisterna. Lo que fascina al turismo de las favelas en general, y de esta de São Paulo en particular, es que estén hechas como de calaveras. Fíjense, si no, en todas esas cuencas vacías a las que llamamos ventanas. Las miras y te devuelven la mirada, al contrario de los edificios del fondo, que parecen ensimismados. 

También gusta mucho que se encuentren al pie de los rascacielos, como para metaforizar la desigualdad. La desigualdad es uno de los grandes temas de conversación de nuestros días».

Juan José Millás, Temas de conversación, EL PAÍS SEMANAL (25/6/2017)

[Selección de folletos turísticos: granuribe50.blogspot.com.es]

5 comentarios:

  1. Denigrante y patético.
    es como si en el 60 pasearan a los turistas alemanes por Can Valero, porque aquello no dejaba de ser fabelas.

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    1. Patético, en efecto. Desconocía ese tipo de turismo, estimulado incluso por plataformas como TripAdvisor. También es cierto que no viajo mucho por el mundo y no he tenido acceso a esos folletos. Pero me he dado una vuelta por internet y me he quedado "bocabadat", como se dice por aquí.

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  2. Yo hoy creo que voy a discrepar con alguien tan sensato como Tot y GU. La curiosidad, esa característica tan buena en la especie humana, es la que propicia que estos viajes tengan sus adeptos. No me parece mal, en principio. Por ejemplo, a mi siempre me ha gustado ir a lugares de guerra, aunque la condición que pongo es que el último tiro se diera hace más de setenta años. He estado en Normandía, Verdún, Waterloo, Belchite o Pandols (Gandesa), por ejemplo. Puedo asegurar que no soy un fan de armamentos, uniformes y cosas por el estilo, pero me gusta mucho la historia. Como también me gustan los deportes, he estado en algunas metas famosas del ciclismo, en el circuito de Monza o en los estadios olímpicos de Berlin, Munich, Los Angeles (por fuera), Roma (por fuera) o Barcelona. Y por buscar un área afín a GU, considero que es el mismo mecanismo el que me ha llevado a buscar obras arquitectónicas famosas como Ronchamp (Le Corbusier), el Palacio Stoclet (Hoffmann), el Guggenheim (Wright), la Torre Einstein (Mendelsohn)o el Santuario de Montferri (Jujol). Puedo asegurar que emoción no me ha faltado en todos esos sitios, pero tampoco algo que es más importante aún, el respeto, verdadera única condición con la que afrontar cualquier tipo de viaje. Dicho todo esto sin ánimo de ser pedante (aunque confieso que he disfrutado haciendo "inventario"), nadie podrá negar que viajar es una gran actividad humana, aún (y esto es mi opinión) a sitios tan insólitos como los expuestos en esta entrada del blog. No deja de ser sino una forma de conocimiento.
    Mateo M.

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    1. Un asunto interesante este que usted plantea.

      A mí también me gusta mucho visitar lugares en los que se han producido hechos históricos relevantes. Y, ya puestos, escenarios que han salido en alguna novela que me haya gustado, aunque en ella se relaten hechos de ficción. Por eso suelo preferir que estén situadas en lugares existentes y no inventados. Lo de Benet y "Región" o García Márquez y "Macondo" no me va mucho, para entendernos.

      También me gusta visitar y recorrer obras arquitectónicas importantes, históricas y actuales: no me conformo con fotos pilladas en Internet. O las obras maestras de la pintura universal: verlas colgadas en una pared con su marco y no en la pantalla o en las hojas de un libro, poder acercarte para ver su pincelada y alejarte. Pero los museos hoy en día no se nutren solo de ese tipo de visitantes, como es sabido.

      Pero a todo esto no le encuentro mucha conjunción con el placer de visitar los lugares donde habita la miseria. Pienso que mucha gente lo hace —no es su caso— por morbo puro y duro de ver a la gente que lo pasa mal, poder decir que has estado y tomarte unas fotitos allí. Eso debe de ser que reconforta, no sé. Si allí solo fueran viajeros por interés cultural y de conocimiento, las agencias turísticas no venderían ni una escoba.

      En otro plano, pasa también en los informativos de televisión: los picos de audiencia se producen cuando se alerta al personal: "¡Ojo! Estas imágenes pueden herir su sensibilidad!" (atentados, accidentes, gente despanzurrada, etc.). ¿Por qué sucede? Eso es otro tema que "avui no toca", como decía Pujol, aunque lo del morbo ronda por allí. Algo parecido sucede con el exitazo de programas tipo "Callejeros" cuando visitan barrios difíciles: Valdemingómez (Madrid), La Mina (Barcelona), etc.

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  3. Esto me recuerda una visita hace más de veinticinco años a la calle San Ramón de Barcelona, paralela a Las Ramblas, en pleno barrio chino (según palabras de entonces). Fuimos tres amigas, porque una nos preguntó si queríamos ver algo insólito. Antes de entrar, subimos las ventanillas del coche y pusimos el seguro. Era todo tan lumpen e impresionaba tanto que me avergoncé de haber ido a fisgonear. No me quedaron ganas de volver a hacer esa clase de turismo. Pero tengo que reconocer que se aprende un montón.
    Por cierto, seguro que ahora ahí ya no queda ni rastro de lo que había. MJ

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