lunes, 19 de junio de 2017

¿Qué tal si les enseñamos a saber aburrirse?

Papaítos y mamaítas por doquier, intentando compensar desesperadamente durante el fin de semana la mala conciencia de que en cinco días apenas han visto a los zagales. Esa situación se produce gracias a unos contratos laborales leoninos, acrecentado su carácter antisocial a raíz de la reforma laboral. Pero la excusa es: "y menos mal que tengo trabajo", y así cuela cualquier cosa, y a los sindicatos ¡qué más les da!:  su 'sueldecito' y su pancartita del uno de mayo.

El caso es que el fin de semana se registra una sobredosis, unos esfuerzos titánicos de los padres intentando motivar a los nenes (y a las nenas, ojo), hiperactivándolos y haciendo todo tipo de concesiones y gracietas diversas. Lo siguiente es llenarles la agenda de la semana siguiente con actividades de todo género, la mayoría absurdas.

Y, para colmo... ahora llegan las vacaciones escolares y las colonias, para los que se lo puedan permitir (porque por otro lado están los llamados " niños de la llave"...). Allí, auténticas madrasas veraniegas (a semejanza de las invernales), han de seguir activados a tope, aunque no todo el mundo lo ve claro (no por lo del adoctrinamiento, que eso ya se produce el resto del curso) y el negocio —que lo es— se resiente.



Si tan positivo es mandar al niño de campamentos, si tantos beneficios tiene para unos y otros, ¿por qué todavía hay quien los ve con recelo?

Dejemos hablar a los expertos:

"Es cierto que a muchos padres se les hace difícil alejarse de los niños durante tantos días, sobre todo cuando son más pequeños. Entre otras razones, porque vivimos unos tiempos de gran sobreprotección hacia los hijos. Pero estos padres preocupados han de comprender, primero, que también ellos han de aprender a vivir sin los niños, que es incluso positivo para la relación, y, segundo, que es necesario que los pequeños convivan con otros chicos como ellos".

"Cada vez recibimos más niños con problemas de estrés y de ansiedad, con muchos miedos, con una autoestima muy baja y con una gran falta de confianza por la presión que ejercen los padres sobre ellos. Son niños que están acostumbrados a tener a algún adulto siempre pendiente de ellos: cuando se les cae algo, mamá lo recoge; cuando salen del colegio, papá carga con la mochila. Estos niños acaban presentando serias dificultades para solventar sus propios problemas".

Agenta infantil llena
"Hay muchos padres obsesionados porque los niños sean permanentemente felices. Dos de cada cinco familias españolas padecen el llamado 'síndrome de la agenda vacía' y se dedican a programar actividad tras actividad para que sus hijos estén siempre ocupados. A las puertas del inicio de las vacaciones, se produce la paradoja de las exigencias de la conciliación laboral frente a la situación en la que muchos niños despiertan cada día con una agenda repleta de actividades.

Es en esta búsqueda de ocio para los niños donde se produce una sobreocupación infantil en la que casi es imposible que los pequeños puedan descansar".

"Nos encontramos con que los progenitores, que son los que pagan, quieren sacar un rendimiento del tiempo que el chaval pasa con nosotros, ya sea para que aprenda inglés o para que mejore en un deporte pero también hemos de enseñarles a saber aburrirse, a reflexionar, a tener paciencia. Un menor es más feliz cuando estimula sus propias capacidades, cuando disfruta haciendo lo que le sale bien. Tenemos una generación de niños en los que domina el 'yo-yo' y el 'ya-ya': porque ellos son siempre lo primero y porque lo quieren todo de inmediato".


2 comentarios:

  1. No es fácil. Esta generación son los de los niños "deseados" , niños que han nacido de madres a partir de 30 años hacia arriba, nada que ver hace 25 años atrás, por no decir dos generaciones de 18 años, donde los niños eran los que "venían".
    Es una generación de padres compleja, egoísta , consumista y de "vivir al día".
    No hay que enseñar a los niños, son los padres los que están faltos de educación
    Un brazo

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  2. Cuando yo decía "me aburro", una tía abuela siempre me decía "pues dígale que no sea burra".

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