«Hannah
Arendt, la gran politóloga alemana, consideraba que para poder hablar de
totalitarismo no es necesario que haya un estado todopoderoso y violento (es el
caso del fascismo, y aún más del nazismo y del estalinismo): basta que se haya
eliminado la diferencia entre la vida pública y la privada. Así lo menciona un
pasaje del libro de Timothy Snyder, reciente, llamado "Sobre la tiranía. 20
lecciones que debemos aprender del siglo XX" , siglo
suficientemente conocido por sus derivas totalitarias de uno y otro signo. En
una situación de tipo totalista —que es lo mismo, pero disimulado en aras de la
corrección política e incorrección léxica, que totalitarismo—, dice Snyder,
"en vez de definir los hechos o de generar interpretaciones, nos dejamos
seducir por la idea de unas realidades ocultas y unas conspiraciones que lo
explican todo". Es exactamente lo que está sucediendo en Cataluña desde
hace varios años.[...]
Todos los ciudadanos de un país deberían estar muy bien informados sobre los diversos aspectos de la vida pública —y la privada— para no quedar subyugados por el hechizo de lo que divulga el poder —visible o no, repetimos— a favor de una tendencia (no llega a idea) determinada. No hay cosa más fácil —más aún desde el crédito de las nuevas tecnologías— que convertir una ciudadanía en masa o en turba, en muchedumbre. Discernir entre la masa las personas que se han hecho una idea cabal, sazonada y reposada de lo que está en juego sería una operación casi imposible: una vez la turba se ha constituido, una vez vuela el enjambre, apasionado y anhelante, hacia a un hito, resulta difícil disuadirle en nombre de la realidad de las cosas o del pragmatismo. Ha quedado constituida, casi misteriosamente, una tiranía.
Snyder
no olvida el mecanismo más concreto que favorece este estado de cosas en la
vida pública: la creación de una jerga elaborada de manera meticulosa y
progresiva, para que una determinada fantasía llegue a ocupar un puesto de
pseudorrealidad: es la práctica, hoy tan extendida, de lo que se llama la
postverdad, que, en puridad, debería llamarse la antirealidad. Dice Snyder:
"La primera forma en que muere la verdad es la hostilidad descarada a la
realidad verificable, que adopta la forma de presentar invenciones y mentiras
como si fueran hechos".
En Cataluña, sin ir más lejos, domina en estos
momentos una especie de mantra chamánico que oculta las verdades, se las traga
y las arruina: "derecho a decidir", "proceso", "Madrid
nos roba", "independencia", "libertad", "derecho
a votar" —como si no votáramos casi una vez al año— o "judicialización de la política": expresión, esta última, que sustituye a
la que tiene lugar en realidad: la politización de las decisiones judiciales,
siempre con la táctica tan eficaz del victimismo. [...]
Un mantra chamánico: "Madrit ens roba" |
Finalmente,
pero lo que es más importante, aparece la sustitución de la idea republicana
de una ciudadanía soberana por la idea de pueblo, un conglomerado pastoso y de
indiscernibles individualidades, creado en los últimos años en nuestro querido
país gracias a una movilización estética de multitudes animadas, práctica del
todo inmoral desde el punto de vista de la salud pública. Siempre que se habla
de pueblo, popolo o Volk , quedan condenados a una especie de exilio interior
todos aquellos que no comulgan con las ideas que la propaganda ha hecho
circular con todos los medios posibles. Además, esta propaganda no ha sido sólo
un acto de irresponsabilidad de los últimos gobiernos, sino también una
confabulación entre el poder y dos entidades que ni siquiera están
representadas en el parlamento: la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium
Cultural.
Jordi Llovet |
Después
pasan los años y la realidad se impone. Y se descubre que todo aquel movimiento
no ha servido para casi nada, y que tal vez habría sido más lógico, aunque muy
poco deseable, propugnar una insurrección armada: así se liberó Cataluña del
imperio napoleónico, al fin y al fin. Pero no estoy seguro de que los
independentistas sean tan valientes como para ofrecer la vida al servicio de la
patria».
A Jordi Llovet hay que seguirle con atención, porqué es uno de los pocos referentes para las personas que amamos el artículo bien escrito y bien pensado, lleno de citas y de ideas interesantes que nos trae de todas partes. Y para los que amamos al pensamiento antes que al eslógan, y al ciudadano antes que al pueblo. Llovet es, hoy por hoy, un pensador denostado e insultado por la caterva nacionalista catalana, pues no hay nada peor que llevar un apellido catalán y no ser independentista, es algo que les produce un cortocircuito mental. Por est, también, debe ser leído y defendido.
ResponderEliminarUn gran tipo, al que sigo en todo lo que escribe por eso mismo que dice usted: "es uno de los pocos referentes para las personas que amamos el artículo bien escrito y bien pensado, lleno de citas y de ideas interesantes que nos trae de todas partes".
EliminarY es denostado e insultado porque a veces dice, con todo fundamento, las cosas que no gusta oír por aquí.
Otro candidato más a no obtener nunca la Creu de Sant Jordi ni el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes, ya sabe.
De acuerdo con Lluís Bosch y con G.U.
EliminarClaro se le insulta y desacredita porque no dice lo que los ¿"procesistas"? (no sé cómo llamarles) quieren oír, sino lo que piensa. Un artículo estupendo. MJ