martes, 11 de noviembre de 2014

Sin papeles

Sin papeles
«Se llama Stefany Marjorie, tiene ocho años, es salvadoreña y acaba de entrar en EE UU a través de su frontera con México. Seguramente ha viajado sola, abrazada al muñeco. Parece raro, imposible, como para no creérselo, pues se trata de un recorrido largo, lleno de riesgos. Piensen en la inquietud que sentimos nosotros cuando nuestro hijo, al que hemos enviado a la tienda de la esquina a por un bote de comida para el gato, se retrasa unos minutos. Hacen falta semanas o meses para llegar desde El Salvador a EE UU, y por el camino te puedes encontrar al lobo, a la madrastra de Blancanieves, al traficante de esclavos, al pederasta, al psicópata, al ogro, a Cruella de Vil, al Capitán Garfio, al mismísimo Herodes… Hablamos de un viaje lleno de peligros reales e imaginarios que sesenta mil menores han emprendido en el último año desde distintos países de Centroamérica. Ellos solos (solitos, para decirlo con propiedad) han caminado, han corrido, se han subido a autobuses, se han bajado de trenes, han disputado su comida a los perros, se han echado a dormir en cualquier sitio, se han despertado en la Luna, en Marte, en el desierto, y han continuado su peregrinaje, bien para reunirse con sus padres, emigrantes ilegales, bien para huir del hambre o la violencia de sus lugares de origen.
Ahí la tienen, como si volviera de la tienda de la esquina. Si no la cazan antes, se convertirá en una adulta ilegal, las hay a millones. Con el tiempo, la población ilegal de EE UU será mayor que la legal. Significa que esta niña podría ser la primera presidenta de EE UU sin papeles».


Juan José Millás / Fotografía John Moore (AFP)

1 comentario:

  1. No hay duda de que la niña con su muñeco constituye una imagen patética. Pero de esas, tenemos también unas cuantas en nuestras fronteras meridionales. Baste recordar, por ejemplo, la imagen de los emigrantes africanos colgados en lo alto de la verja (creo que de Melilla) durante horas, mientras a sus pies, a pocos metros, se desarrolla un plácido partido de golf. ¡Qué sociedad más cruel!
    El Tapir

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