miércoles, 26 de noviembre de 2014

Ayer fue un día que se quedó casi sin vivir

Gran Uribe a veces se siente así, tal como nos describe Luis Landero en el capítulo 8 de su excelente último libro "El balcón en invierno". Pero a partir de ahora intentará hacer como él en estos casos.
¿Es novela? ¿Son memorias? En cualquier caso, da igual. ¡Es una maravilla! Lo que uno daría por escribir como Landero...

"Recuerdo infantil", de Antonio Machado Viaje sentimental por mi biblioteca (2013)
«Ayer fue un día que se quedó casi sin vivir. Ya al despertarme, antes incluso de abrir los ojos, me di cuenta de que no tenía voluntad ni ganas de hacer nada, ni de leer, ni de escribir, ni de salir a pasear, ni de curiosear en Internet o ver un rato la televisión. Nada. Se abría ante mi uno de esos días vacios, huecos, en que uno no tiene ni siquiera ganas de vivir. Ya por la tarde se puso a llover y las horas se hicieron lentas, interminables, como en esos poemas de Antonio Machado en que la monotonía lo anega todo, y todo lo ensucia y lo enfanga, y me acordé de aquellos versos cantarines donde los colegiales —es una tarde parda y fría de invierno— recitan a coro la tabla de multiplicar mientras afuera cae la lluvia sobre un mundo que parece haberse quedado como suspendido en la eternidad.

Portada de "El balcón en invierno"¿Dónde está la vida?, se pregunta uno entonces. Era una lluvia mansa y otoñal y yo veía la gotas engordar y desprenderse una a una de las hojas empapadas de la acacia, y cada vez que la hoja se liberaba del peso de una gota, daba hacia arriba un pequeño respingo y otra vez a empezar, y en eso me pasé casi toda la tarde, en oír llover y en ver las gotas que se formaban y caían. Por un momento se me vinieron a la memoria los días de lluvia de mi infancia, cuando toda la familia se quedaba callada, sobrecogida por aquel misterioso acontecer que era la lluvia cayendo y sonando sobre el campo. Y como también los animales se quedaban callados, extáticos, ante ese acto primordial de la naturaleza, en todo el campo se hacía un gran silencio y una gran soledad, y cualquier ruido, por pequeño que fuese, una tos, un suspiro, el crujir de una silla, sonaba atronador e irreverente.[...]
Pero de pronto algo —un libro— vino en mi socorro. La olvidadiza memoria es así. La memoria, siempre la memoria, su constante oleaje revolviendo sin cesar el pasado, sin dejarnos descansar de lo ya vivido, y ya casi olvidado. De Antonio Machado salté a Madame Bovary, donde hay un momento en que las gotas de lluvia caen y se oyen caer, de una en una, como me ocurría a mí en esos instantes. Me levanté, fui a por el libro y no tardé en encontrar lo que buscaba.[...]

Luis LanderoUna vez más pensé que por qué no escribo un libro que se titule algo así como Breve viaje sentimental por mi biblioteca. Y es que hay días en que no tengo ganas de leer pero si de releer, o más bien de hojear, de pasearme entre mis libros y buscar en ellos fragmentos subrayados o anotados, lo cual equivale en efecto a hacer un viaje sentimental por mi pasado imaginario, por mi memoria de lector. En muchos libros encuentro líneas o párrafos resaltados a lápiz con una pasión que a veces todavía comparto pero que en otras me resulta ya extraña y como ajena. ¿Por qué quise destacar esa frase, esa escena, atesorarlas con tanto fervor, defenderlas contra el olvido, dejar allí constancia de mis desvelos de lector? No lo sé, no lo sé».


Gran Uribe os ofrece es capítulo, aunque el resto es también muy bueno. 

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