domingo, 30 de noviembre de 2014

El "selfie" y "mira lo que hago"

Otro estupendo artículo de Javier Marías. ¿Que sería de este blog sin él? Gran Uribe también aspira a que las cosas que se cuelgan aquí las vaya a contemplar el universo mundo. Miente como un bellaco: hay gente que por nada del mundo desearía que las viera. Pero bueno, a pocas horas de cumplir un año llegamos casi a los 28000 visitantes, que no es moco de pavo...

Javier Marías«No por sabida la situación, impresionaba menos la fotografía que ilustraba el reportaje de Guillermo Altares del 1 de octubre en este diario: una patulea de sujetos ante La Gioconda, en el Museo del Louvre. El batiburrillo es tal que cuesta individualizarlos y contarlos, pero creo que son unos treinta (más no captaba el objetivo, pero seguro que más había), de los cuales sólo tres se puede asegurar que estén mirando –intentando mirar, mejor dicho– el pequeño cuadro. Mirándolo de veras. El resto está dedicado a hacerle estúpidas fotos con sus estúpidos móviles. Aún habría sido posible una imagen más escalofriante o deprimente, por lo que relataba el reportaje: la de una patulea equivalente dándole la espalda al famoso retrato (no muy atractivo, según mi criterio) para hacerse un selfie en el que se viera a cada visitante con la pintura al fondo, como adorno. [...]

Decenas de turistas fotografían la Mona Lisa en el Louvre. / A partir de una foto de SINGAPORE PRESS HOLDINGS
Demasiada gente ingenua se ha convencido de que cosa que cuelga en las redes (Facebook, Twitter o lo que sea), la va a contemplar el universo mundo, cuando lo más seguro es que pase tan inadvertida como las sesiones de diapositivas a que antaño se sometía a cuatro amistades cuando nuestros padres volvían de un viaje, o como los comentarios que se hacían en el café ante los compinches habituales. La gente está demasiado ocupada colgando sus fotos y lanzando sus tuits para molestarse en ver o leer los de los demás. El lema de nuestro tiempo debería ser: “Cada loco con su tema”, y el único tema –y de todos– es uno mismo. “Mira lo que me voy a comer”, y envían foto de un plato. “Mira dónde estoy”, y envían la de un vertedero o una puerta o la espantosa estatua gigante de una rana en el Paseo de Recoletos (ya hablé de esa afrenta). “Mira con quién estoy”, y arrojan la de un locutor o caricato con los que se han topado en la calle. “Mira lo que estoy viendo”, y ahí van sus selfies ante La Gioconda, proclamando que pueden estar viéndola, pero desde luego no mirándola.
Todo esto recuerda a los niños pequeños que precisan la constante atención de la madre o el padre: “Mamá, mira lo que hago”; “Mira, papá, ahora sin manos”. El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe (todavía se está acostumbrando a la novedad, y requiere confirmación incesante: ¿verdad que no soy una figuración, pues hago cosas y las veis?)».


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