domingo, 13 de marzo de 2016

Los balcones de Barcelona

A Gran Uribe siempre le ha llamado la atención la inmensa tristeza que destilan los balcones de la ciudad de Barcelona, por comparación con los que ve en sus habituales viajes por España, que siempre están rebosantes de lujuriosas flores y plantas, jaulas de pájaros, gente charlando o, simplemente, mirando la calle...

Aquí, en una calle muy próxima a su domicilio (sin ir más lejos), hicieron un montón de pisos nuevos hace ya varios años, con balcones en todas las aberturas de la fachada, se ocuparon y, que él recuerde, nunca ha visto a nadie, absolutamente a nadie en esos balcones, salvo a un sujeto fumando un cigarrillo un día y alguna que otra estelada. Flores y plantas tampoco, por supuesto. En el resto de la ciudad, qué decir, más de lo mismo. ¿Por qué será? Por eso, una de las maneras de detectar pisos turísticos en Barcelona parece ser la de mirar desde la calle a los balcones. Si hay gente en ellos... ¡bingo!

El lenguaje de los balcones / Martín Tognola"¿Por qué son tan reticentes los barceloneses a la hora de disfrutar de sus balcones? A buen seguro que hay cantidad de gente que nunca se ha asomado al suyo. En el mejor de los casos, el balcón no es más que un trastero al aire libre donde amontonan las bombonas de butano, herrumbrosas bicicletas, inservibles tablas de windsurf, juguetes rotos u otros cachivaches por el estilo".
Esta retórica pregunta se la hace John William Wilkinson en un artículo que publica hoy La Vanguardia. En él nos habla de la diferencia entre el balcón de un barcelonés que vive en su casa y el de un piso turístico, de esos que abundan tanto hoy en día (gracias a Gaudí y a las playas, básicamente).

Wilkinson acaba concluyendo —en boca de Didac, el protagonista de su artículo— que "si los barceloneses rara vez se asoman al balcón, será porque les da vértigo, pudor o —a diferencia de los turistas— miedo a hacer el ridículo" (sic).


Gran Uribe, que no puede prescindir de su balcón, tiene otras teorías adicionales —algunas de ellas políticamente bastante incorrectas— fruto de una profunda reflexión, que algún día comentará en este blog. Avui no toca, como decía Pujolone. Hoy, simplemente, se limita a corroborar el descubrimiento de Wilkinson. Todo se andará.

3 comentarios:

  1. Realmente mucho más divertido y agradable la toalla de playa, la chica rubia fumando y la silla que las archirrequetevistas banderitas. En cuanto a lo de denunciar, no creo que aquí vaya a tener éxito eso, a no ser que organicen escandaleras. MJ

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  2. Pues yo no entiendo cómo los catalanes pueden prescindir de un elemento tan vivificante como es un balcón.

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  3. Interesante cuestión, la del comportamiento de los barceloneses respecto a sus balcones. Invita, en efecto, a una reflexión. Como Uribe también tengo mi opinión sobre el asunto, pero prefiero que "dispare" él primero y comentar después.
    nvts

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