Estamos en plenos actos del 400 aniversario de la muerte de Cervantes—bastantes pobres, por cierto—, y también de Shakespeare —mucho mejores—. Está bien que se celebre y que se difunda por Hispanoamérica, pero lo cierto es que en España, sin ir más lejos, y en Cataluña en particular, el idioma español no está pasando por sus mejores momentos. Por usar palabras de Mercé Vilarrubias, una experta en estos asuntos, "la inmersión lingüística es un proyecto político, no educativo. Es la aplicación del programa nacionalista a la educación. Por ello, el objetivo de la inmersión no es proporcionar la mejor formación lingüística a los alumnos sino lograr su identificación con la lengua-única y la nación-única".
[Lo del "idioma en peligro de extinción" es una pancarta. Se trata —hablando en plata— de que, para lograr ese objetivo de la nación-única al que se refiere Mercé Vilarrubias, los que tienen "ocho apellidos no catalanes" pierdan todo indicio de conexión con sus orígenes y, a los que no los tienen, ni se les ocurra tenerlos. Para ello es preciso exterminar poco a poco la lengua castellana de las aulas y de los medios de comunicación, entre otras medidas. Los partidos estatales que hablan de "blindar la lengua catalana", se están refiriendo a avalar esta aberración para conseguir el voto de los partidos independentistas o su abstención, toda una carga de profundidad, en la modestísima opinión de Gran Uribe].
Bueno, totalmente de acuerdo con Vilarrubias. También cuando escribe: "en Cataluña, nos dicen, el español se aprende en la calle por lo que es superfluo el aprenderlo en la escuela. Lo que se omite, sin embargo, es que este aprendizaje 'en la calle' está necesariamente restringido a los registros orales y coloquiales de la lengua. Y que, por lo tanto, el aprendizaje del español en sus registros cultos y formales no puede aprenderse en la calle; debe tener lugar en la escuela. ¿Una escuela monolingüe, es decir, que enseña en una sola lengua, consigue el pleno dominio de dos, así sin más? Todo aprendizaje requiere un esfuerzo, un tiempo y una dedicación. Si todo esto no está respecto al español en las escuelas, ¿cómo tiene lugar este aprendizaje?". Tiene más razón que una santa. Y, por cierto, los informes que avalan la inmersión, esos que se exhiben como una pancarta, están casi siempre pagados por la Generalitat.
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Con ocasión de su entrada en la RAE, Félix de Azúa ha asegurado que “la educación en Catalunya consiste en enseñar odio a España y a lo español" en una entrevista que ha concedido a la agencia EFE, en la que reconoce que sus palabras y su actitud le han granjeado "muchos enemigos", sobre todo en Cataluña donde "la educación está en manos de talibanes". "Me parece que el hecho de callarse es lo que ha conducido a lugares como Cataluña y el País Vasco a callejones sin salida. Es muy difícil vivir en ellos si tienes una cierta ética, una cierta dignidad, porque estás rodeado o bien por canallas o bien por gente que simula no ver a los canallas", comenta De Azúa, que dio clases en San Sebastián en los ochenta, "cuando ETA mataba a gente a diario".
En fin, la enhorabuena de Gran Uribe por ese nombramiento como académico de la RAE, y esperemos que, ocupando el sillón H, haga honor a la figura de Martín de Riquer (especialista en El Quijote, por cierto, y 'un caballerazo como de aquí a Lima', como diría el pariente de un servidor apodado "El patrón") y desarrolle su labor con la misma dignidad y esfuerzo que su antecesor, por el bien de nuestra lengua y nuestra cultura, que buena falta hace.
No le será fácil: el listón lo dejó muy alto su predecesor.
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