Aquí, en una calle muy próxima a su domicilio (sin ir más lejos), hicieron un montón de pisos nuevos hace ya varios años, con balcones en todas las aberturas de la fachada, se ocuparon y, que él recuerde, nunca ha visto a nadie, absolutamente a nadie en esos balcones, salvo a un sujeto fumando un cigarrillo un día y alguna que otra estelada. Flores y plantas tampoco, por supuesto. En el resto de la ciudad, qué decir, más de lo mismo. ¿Por qué será? Por eso, una de las maneras de detectar pisos turísticos en Barcelona parece ser la de mirar desde la calle a los balcones. Si hay gente en ellos... ¡bingo!
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Esta retórica pregunta se la hace John William Wilkinson en un artículo que publica hoy La Vanguardia. En él nos habla de la diferencia entre el balcón de un barcelonés que vive en su casa y el de un piso turístico, de esos que abundan tanto hoy en día (gracias a Gaudí y a las playas, básicamente).
Wilkinson acaba concluyendo —en boca de Didac, el protagonista de su artículo— que "si los barceloneses rara vez se asoman al balcón, será porque les da vértigo, pudor o —a diferencia de los turistas— miedo a hacer el ridículo" (sic).
Realmente mucho más divertido y agradable la toalla de playa, la chica rubia fumando y la silla que las archirrequetevistas banderitas. En cuanto a lo de denunciar, no creo que aquí vaya a tener éxito eso, a no ser que organicen escandaleras. MJ
ResponderEliminarPues yo no entiendo cómo los catalanes pueden prescindir de un elemento tan vivificante como es un balcón.
ResponderEliminarInteresante cuestión, la del comportamiento de los barceloneses respecto a sus balcones. Invita, en efecto, a una reflexión. Como Uribe también tengo mi opinión sobre el asunto, pero prefiero que "dispare" él primero y comentar después.
ResponderEliminarnvts