La broma costó ciento cincuenta mil euros (les hubiera costado más caro si se lo hubieran encargado a Calatrava, ¡ojo!) pero, al ser metálico y de línea un poco vanguardista, a las ardillas no parece haberles hecho mucha ilusión: en cuatro años solo lo han utilizado cinco ardillas, una vez cada una, aunque en el parque contiguo residen centenares de ellas. La iniciativa es muy de agradecer, pero si fuera de madera o hubieran puesto algunos señuelos con piñitas, el resultado hubiera sido otro.
A Gran Uribe la inversión le recuerda a la del carril bici de la carretera de San Miguel, en Ibiza. Desde que fue inaugurado, hará tres o cuatro años, solo ha visto circular por él —y eso que pasa muchas veces por allí—a un total de tres ciclistas y algunos peatones (diez o doce). En todo este tipo de asuntos, en que los políticos muestran tan desmedido interés por el mundo natural, siempre suele haber alguien que se ha llenado los bolsillos a costa del Pepet i la Maria.
Nos explica lo de las ardillas Isabel Ferrer en su crónica desde La Haya, titulada El costoso puente para ardillas que ellas desdeñan. Dice así:
Puente para ardillas, en La Haya |
El Ayuntamiento aseguró entonces que el puente está bien diseñado, el emplazamiento es adecuado y había que esperar al menos cinco años para sacar conclusiones. Si una temporada las ardillas tenían más alimento a uno de los lados, no cruzarían. Cuando las nueces y los piñones escasearan, la ruta ideal para sobrevivir era el puente. Su puente. Este febrero, sin embargo, y visto que seguían ignorándolo, el Consistorio ha tenido que dar explicaciones más concretas. La respuesta es reveladora.
Aunque es posible que el puente no sirva de mucho, ahí está, para proteger a las ardillas de atropellos en la calzada. Incluso si no quieren utilizarlo, señalan los responsables municipales. Pero lo más importante de todo es que la construcción no ha costado un céntimo a los vecinos de La Haya. Sufragada con fondos estatales dedicados al medioambiente, nadie en la ciudad lo notará en su bolsillo. Una supuesta salida airosa ante un fiasco que muestra la nebulosa que parece envolver los caudales públicos: son de todos, pero se acaban usando como si no fueran de nadie».
Seguro que aquí también se encuentran muchos ejemplos de estos.
ResponderEliminarAdemás de ese carril bici que cita Uribe, caso que desconozco, en los últimos años se han hecho en España muchas cosas de ese estilo: autopistas sin coches, aeropuertos sin aviones, bibliotecas sin libros, museos sin cuadros, auditorios sin conciertos, polideportivos sin deportistas, AVES sin pasajeros, ciudades sin habitantes, urbanizaciones sin agua, hospitales con enfermos pero sin camas ni médicos, campos de golf en el desierto (con hierba pero sin golfistas), etc., y así nos ha ido.
ResponderEliminar