viernes, 13 de marzo de 2015

Otra vez a vueltas con las rotondas

Otra vez a vueltas (en efecto, a vueltas) con las rotondas, una de las pesadillas de las últimas decadas (sin acento, como lo pronunciaba Francisco Franco, hasta que descubrió que le resultaba más sencillo decir lustros multiplicando por dos).
Ya dedicamos una entrada a hablar de ellas y de la web nacionrotonda.com. Ahora volvemos con esa pesadilla.

Pues bien: Vitoria, la capital alavesa, bate todos los récords: suma 120 rotondas, más que San Sebastián y Bilbao juntas. Tan es así que la leyenda urbana habla de que el 80 % de su población (190.000 de un total de 235.000)  se ha quedado a vivir allí, no porque sea la ciudad con mayor calidad de vida, ni por las oportunidades laborales que ofrece, no, sino porque entraron en coche una vez y ya no pudieron salir.

Un vídeo de corta duración caricaturiza un poco (bastante) el asunto. Enlace: Me quedé a vivir en Vitoria

4 comentarios:

  1. Por lo que veo, últimamente se ha puesto de moda atacar con saña a las rotondas. Algo se me debe escapar, porque considero que, inteligentemente aplicadas -y, naturalmente, sin excesos-, constituyen un buen sistema de "autoregular" el tráfico con seguridad, sin necesidad de semáforos ni de guardias. Como principal -y casi único defecto- le veo el de consumir mucho territorio; por eso digo lo de "inteligentemente aplicadas y sin excesos". No soy ningún experto en cuestiones de tráfico, por lo que admito que puedo estar equivocado.
    El Tapir

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    1. Siento discrepar con usted. Las rotondas son un invento urbanístico nefasto desde el punto de vista del ciudadano de a pie. Mal aplicadas suponen la destrucción del tejido urbano a gran escala. La ciudad no debería ser eso. Ocupan un espacio innecesario a todas luces sin ciudad en su entorno. Para los peatones es un suplicio caminar por esos lugares.
      Al no estar correctamente señalizadas las opciones, uno se arriesga a dar tropecienrtas vueltas en torno a sí mismo intentando buscar la opción que uno quiere. Además, estás sujeto al buen manejo del vehículo por parte de los usuarios, de manera que te puedes tirar dos horas esperando por un inútil que no se decide a pasar.
      Señor Tapir, acepto su entusiasmo por ese invento pero no lo comparto en absoluto.

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  2. Quizás no me expresé bien, pero yo no me refería a contextos urbanos. En realidad, ese invento está pensado para parajes interurbanos, donde el semáforo no tiene mucho (o ningún) sentido y el cruce normal (sin semáforo) supone un auténtico peligro. Los alrededores de Londres, por ejemplo, que no son propiamente urbanos, pero están salpicados de núcleos urbanos relativamente próximos entre sí. También se consigue con ello que los vehículos no lleguen a alcanzar velocidades peligrosas. Además, facilitan mucho el cambio de sentido de la marcha, que es una maniobra sumamente peligrosa y causa de muchos accidentes. Cuando tienes que cambiar de sentido, muchas veces prefieres hacer un par de kilómetros más, hasta llegar a la próxima, que jugarte la vida dando un giro de 180 grados. Por supuesto, este sistema, como cualquier otro, tiene sus prescripciones y debe aplicarse solamente allí donde está indicado. En tales condiciones, no me cabe ninguna duda de que la rotonda es preferible a cualquier otro sistema de regular un cruce. Y, por supuesto, tampoco se trata de poner una rotonda cada 100 metros, que eso sí sería un derroche de espacio y de todo...

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    1. Me quedo con esta frase suya, Tapir:
      "Además, facilitan mucho el cambio de sentido de la marcha, que es una maniobra sumamente peligrosa y causa de muchos accidentes. Cuando tienes que cambiar de sentido, muchas veces prefieres hacer un par de kilómetros más, hasta llegar a la próxima, que jugarte la vida dando un giro de 180 grados".
      En esto tengo que darle la razón. Cuando uno se equivoca en carretera y ha de volver "patrás", antes era un drama pero ahora siempre piensa uno: no hay problema, ya encontraré una rotonda.
      Pero en Vitoria tienen razón en quejarse. En cuanto hay dos calles... rotonda al canto.

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