sábado, 16 de diciembre de 2017

Un recuerdo para Francisco Casavella

Como señalaba Lluís Bosch hace unos meses, y no le faltaba razón, «"El día del Watusi" es de esa clase de novelas imposible de reseñar. Novela río, con torrentes, embalses, afluentes, delta incluído. Se podría reseñar, sin embargo, a partir de una idea de Borges: me imagino una reseña tan extensa como el propio libro, una reseña de 900 páginas para comentar una novela de 900 páginas, como el mapa del mundo a escala 1:1 que se sugiere en "Funes, el memorioso"».

Dice Javier Pérez Andújar en su aportación promocional de la contracubierta (edición de Anagrama de enero de 2016): "Lo que hace Casavella en su literatura heroica es desvelar un secreto, contar una Barcelona a la que se le ha negado toda existencia".

Y comenta Bosch:
«Pocas veces he leído una frase promocional con tanto sentido. Lo de Pérez Andújar es otro caso de iluminación, pero será para otro día. Con solo comentar la frase del escritor de San Adrián podría llenar tres o cuatro folios sobre literatura en Cataluña, sobre la historia ocultada de Barcelona, sobre el conflicto entre autóctonos y emigrantes y sobre como ese conflicto se traslada a la literatura».


Pues qué puede añadir Gran Uribe. Es buena literatura que hay que leer con paciencia y, si es preciso, saltarse algún capitulillo (son breves). Es una novela difícil, pero maravillosamente escrita por un tipo, Francisco Casavella (su apellido real era García Hortelano), que falleció repentinamente el 17 de diciembre de 2008, mañana hará ocho años de aquello, un día muy triste para la literatura. Así nos lo recordaba La Vanguardia en su día: Muere a los 45 años el escritor Francisco Casavella, ganador del último premio Nadal.

En "El día del Watusi" todo empezó, según el autor, el 15 de agosto de 1971, con ocasión de la violación y asesinato de Julia, la hija del cabecilla del barrio, en una casucha que llamaban "El Molino", allá por la montaña de Montjuic; una salvajada que se atribuye rápidamente a un mítico sujeto al que apodan "El Watusi". Y es que, como predice unas horas antes la madre del protagonista (Fernando Atienza), "Barcelona es una ciudad peligrosísima".

Veamos, a título de ejemplo, cómo comienza esa fatídica mañana del día en que "todo empezó", trancribiendo íntegro el capítulo 4 de la primera parte de la novela:

Capítulo 4 (íntegro) de la 1ª parte de "El día del Watusi", de Casavella: "Los juegos feroces"



¡Pobre Julia!, que un tiempo antes de su muerte había intentado participar en un concurso provincial para elegir a la nueva Scarlett O´Hara, la de Lo que el viento se llevó, película que fue estrenada en EEUU tal día como ayer de 1939, aunque aquí no llegó hasta 1950. Si disponen de tiempo, lean un trozo de lo que ocurrió, tomado del capítulo 7, pág. 71:

«El motivo de la pelea fue Lo que el viento se llevó.

Retrato de Scarlett O'Hara, de Helen Carlton
Julia estaba muy ilusionada ante el inminente concurso de radio donde se iba a elegir a la representante provincial de la nueva Escarlata O’Hara. Quizá se rodase una segunda parte de la película y querían descubrir un nuevo rostro. Después se han celebrado concursos similares con el mismo aire de fraude silbando en el ambiente. A Julia, la victoria en sucesivas eliminatorias la podía llevar a la final española, europea o incluso a Estados Unidos. Por el camino, se podía dar la circunstancia de que algún productor de cine se fijase en su talento. Julia solicitó el apoyo de Dora y de su familia, experta toda ella en una amplia gama de mercancías que iba de pieles a útiles escolares y, en ahogada expresión de mi madre, "lo que no sabemos...". Julia, con la ayuda de las telas y la bisutería que Dora había pedido a su padre, logró confeccionar un vestido y unos accesorios muy adecuados al personaje de Escarlata O'Hara. A estas alturas del relato, se hace necesario señalar que Julia no guardaba ni el más remoto parecido con Vivien Leigh. Quizá eso fuera lo de menos. Dora tomaba medidas a su amiga y comentaba con ella frente a un espejo en el que fotos de la actriz inglesa compradas de segunda mano acompañaban ahora a Raphael y Alain Delon; estudiaban el maquillaje de época, se pintaban los labios con barras especiales, se ceñían el corsé, se probaban pelucas, repasaban las bases del concurso, reían las dos vistiendo y desnudando a Julia de perlas, enaguas y miriñaques en el sofoco de habitaciones caldeadas, entre el excitante susurro de telas (o eso imagina ahora este obsceno adulto). Fueron al cine decenas de veces y comentaron la repentina vocación de actriz que se había despertado en Julia. El concurso se iba haciendo famoso y, de un modo mucho menos obvio del que podía suponer, Julia se sentía alentada por el barrio, era su orgullo.


Por eso la sorpresa fue mayúscula cuando a falta de unos días para la elección de la nueva Escarlata, Julia cruzó la calle con su disfraz de dama sureña para recibir el visto bueno de su amiga, entró en casa de Dora y la sorprendió retocándose un peinado tan faraónico como el suyo, pero sin duda escondite de un cerebro más dotado. El vestido de Escarlata, alquilado en un establecimiento de atrezo cinematográfico, también era mucho mejor. Dora, al ver la palidez extrema de su amiga, hizo ese gesto tan parco y elocuente que sólo generaciones de sinuosas reuniones femeninas han logrado sintetizar; un leve encogimiento de hombros, una ceja que no se termina de alzar, los labios apretados, la mirada sostenida... Sin que sea pronunciada, la frase «No me vayas a decir ahora que no te lo imaginabas» llena el aire. Un costurero saltó por los aires repartiendo bobinas de colores por la habitación donde Julia y Dora se despellejaban». [...]

Como se ve, Casavella también vierte buenas dosis de humor en su novela. Y continúa relatando que, al bajar hacia el Paralelo por separado, ambas disfrazadas de Escarlata y un poco tumefactas todavía por la reciente trifulca, empiezan a salir de diferentes portales otras jóvenes con vestimenta similar, también aspirantes al concurso, y se arma "la de Dios es Cristo" en la puerta de la emisora de radio donde se practicará la elección.

Y si quieren más fragmentos, disfruten con la página del blog de Lluís Bosch, esa que se titula Pujol según Casavella.

4 comentarios:

  1. Es supra interesante.
    De lo mejor que he leído en tiempo.
    Un abrazo
    salut

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  2. Todos los fragmentos del libro resultan muy sugestivos. Lo voy a leer. Gracias. MJ

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  3. Yo también la voy a leer. Promete.

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  4. Yo también. Gracias, GU. Vh

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