Eso le pasa a él ahora, aunque me imagino que, como buen colchonero, aún no se le ha acabado el asunto y estará deseando la debacle del Real Madrid en la final de la Copa de Europa en Cardiff ante el Juventus de Turín. Algo parecido les pasa a los barsistas que, aparte de conquistar la denostada (por ellos) Copa del Rey ante el modesto Alavés, esperan como agua de mayo esa derrota del Reial Madrit. También aguardan el momento para birlar el entrenador al Athletic.
Ha habido un detalle del artículo de Tallón que ha emocionado a Gran Uribe, y es la referencia al maravilloso libro de Ramón Pinilla titulado Aquella edad inolvidable, un escritor al que nos referimos cuando murió, en nuestra entrada "No puedes traicionar al niño que fuiste", una entrada que recomendamos revisitar, especialmente a un sujeto apodado El Tapir.
Dice Tallón:
«Seguramente existió un tiempo en el que podías percibir la ausencia total del fútbol cuando acababa la Liga. La temporada, al terminar, incurría en un silencio que se iba llenando de distracciones. Las hinchadas se desinflaban a propósito, tristes y alegres. Bien podía ser que sin partidos el deporte no existiese temporalmente, al contrario que ahora, cuando el fútbol siempre continúa por otros medios. El negocio depende de que se genere la ficción de que a cada minuto pase algo, haya o no competiciones en juego. Cualquier cosa antes que el vacío. Acaso hubo una época en la que al concluir la temporada de pronto descubrías una realidad nueva, sin previas, retransmisiones, crónicas, tertulias, columnas. Aquellos días adquirían a la fuerza otra sonoridad.
Y al final de su columna se refiere al protagonista de la novela de Pinilla:
»Ahora ni siquiera los jugadores, cuando se retiran, consiguen sustraerse a la fuerza de atracción del fútbol de una vez y para siempre, y a menudo mutan en entrenadores o comentaristas, incluso en algo menos erudito, al estilo del protagonista de Aquella edad inolvidable, de Ramiro Pinilla.
La novela cuenta la vida de Souto Menaya, 'Botas', que pasó de albañil a jugador del Athletic de Bilbao, donde vivió su momento de gloria marcando el gol de la victoria en una final de Copa del Rey contra el Madrid, posiblemente con la mano. Poco después sufrió una lesión que lo dejó cojo, casi inválido. Obligado a trabajar sentado, aceptó un tristísimo empleo como ensobrador de cromos de futbolistas. En una mueca del destino, casi de humor negro, a veces se encontraba con el suyo».
Enlace: El fin del fútbol
Lo leeré.
ResponderEliminarSalut
Emocionante y dramático libro, de esos cuya lectura te produce un nudo en la garganta. Inolvidable.
ResponderEliminarEl Tapir
A mí me gusta que se acabe la temporada de fútbol y antes también.
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