domingo, 10 de abril de 2016

Millás y el taxista bebido

Este articuento que ingenia Juan José Millás podría haberle sucedido perfectamente a Gran Uribe (antes de ingerir el gin tonic de media tarde), un sujeto al que también algunas veces le cuesta decir que no, con sus inherentes consecuencias.

«Nos encontrábamos ya cerca de mi casa, cuando el taxista fue avisado por un colega de que había en nuestro camino un control de alcoholemia. Como resultara imposible dar la vuelta o escapar por una calle lateral, el conductor me confesó que llevaba dos copas, pues habia comido con unos amigos de la infancia a los que hacía años que no veía. "¿Y que quiere que le haga?", pregunté. "Que se ponga al volante —respondió—, como si usted fuera el taxista y yo el pasajero."


Millás ocupando el asiento del taxista beodo
Me pareció una propuesta absurda a la que respondí con una sonrisa de desconcierto. Mientras sonreía, vi en sus ojos, a través del espejo retrovisor, un movimiento de pánico que produjo tambien en mí alguna inquietud. En cuestión de segundos me puso al corriente de su situación, responsabilizándome del drama familiar que se le vendría encima si le retiraban la licencia. Aunque intenté defenderme, lo cierto es que al cabo de un momento, dada mi debilidad de carácter, estaba al volante del taxi, con el conductor detrás.

Alcanzado el control, un guardia hizo señas de que nos echáramos a un lado. Luego se acercó, me informó acerca de sus propósitos y me pidió que soplara, lo que hice con miedo, pues aunque no había bebido creo que el organismo puede, en situaciones de estrés, producir todas las sustancias existentes. Por fortuna, estaba limpio y me dejaron seguir. Como no era cuestión de detenerse a unos metros del control para realizar el cambio, y dado que mi domicilio se encontraba muy cerca, continué conduciendo hasta el portal, donde el taxista, tras mirar el contador, sacó un billete, me lo dio, abrió la puerta, salió del coche y se metió en mi casa, todo con una rapidez tal que no fui capaz de reaccionar. Además, apareció enseguida otro cliente que me pidió que lo llevara a toda mecha al aeropuerto. Qué inestable es la realidad, pensé arrancando».

Juan José Millás, Inestabilidad (de Articuentos completos, Seix Barral, 2011)

2 comentarios:

  1. Una historia divertida, que podría pasarnos a muchos, como dice Millás, dada nuestra debilidad de carácter. MJ

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  2. Muy buena historia. Es difícil contarla con menos palabras: ni sobra ni falta nada.

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