domingo, 24 de abril de 2016

Javier Marías y Fernando Savater

En su columna de hoy, Javier Marías nos habla de su padre, Julián Marías, de su buen amigo Fernando Savater y de la reacción de esos dos filósofos de altura ante una situación similar: la muerte de sus esposas, Dolores Franco y Sara Torres. Desde este modesto blog nos adherimos plenamente a la última frase de su artículo.

F. Savater y J. Marías (octubre 2015)
«La muerte de Sara Torres hace trece meses, la mujer de Fernando Savater, ha tenido mi cabeza ocupada intermitentemente bastante más de lo que en principio habría imaginado. Porque lo cierto es que a él lo veo rara vez desde hace un lustro o quizá dos, pero hay afectos antiguos que permanecen vigentes, invariables en la distancia, y que ni siquiera precisan de la renovación periódica de la risa y la charla. Están ahí fijados, justamente como los que guardamos hacia los muertos queridos: no disminuyen porque ya no los veamos y sepamos que no vamos a volver a verlos. No dejamos de contar con ellos por la circunstancia accidental de que ya no habiten en nuestros mismos tiempo y espacio; lo hicieron durante un largo periodo, y no deja de parecernos un azar que no coincidamos últimamente con ellos. Aunque ese “últimamente” se prolongue y ya no pueda ser calificado así, estábamos tan acostumbrados a su presencia que ninguna ausencia –ni la definitiva– puede predominar sobre aquélla. No es descabellado decir que nos acompañan como el aire, o que “flotan” en el que respiramos. No es que los llevemos en la memoria: los llevamos en nuestro ser. Algunos de los que desaparecen van palideciendo a medida que los sobrevivimos, pero hay otros que jamás pierden la viveza ni el color.

En una de las gratas columnas de Luis Alegre en este diario, éste contaba que Savater andaba atascado con el último libro que quería escribir, precisamente sobre Sara y su vida con ella, y que, lograra terminarlo o no, después no pensaba hacer más. “Para qué, si ya no los va a leer”, era la conclusión. Todo esto me ha llevado a acordarme de cuando mi padre perdió a mi madre, en el lejano 1977. Al morir ella, Lolita, él, Julián, quedó tan desconsolado como pueda estarlo ahora Savater. Durante bastante tiempo mi padre expresó ese deseo de seguir a mi madre diciendo: “Estoy seguro de que no voy a durar, noto que mi tiempo también toca a su fin”.

[...] Y acaso fueron esas creencias las que, al cabo de unos meses de la muerte de mi madre, lo indujeron a tener la actitud contraria a la de Savater. Se puso a escribir, un libro, dos, tres, yo qué sé cuántos más. Me imagino que sentarse ante la máquina era una de las pocas cosas que lo movían a levantarse tras noches de malos sueños o insomnio y atravesar la jornada, a pensar que no todo había acabado, que aún podía ser útil y productivo. Pero lo que más lo empujaba a escribir, decía, era la idea de que le “debía” a mi madre unos cuantos libros, de que a ella le habría gustado que los escribiese. Tal vez se figuraba que desde algún sitio ella lo sabría, se enteraría; es más, que “todavía” los podría leer. No me cabe duda de que Julián escribía en buena medida para Lolita. [...]Cada vez que terminaba un artículo, desde la infancia lo veía perseguir por la casa a mi madre –ocupada en mil quehaceres, de un lado a otro– para leérselo con impaciencia; y hasta que ella no le aseguraba que le parecía bien, no lo enviaba. Necesitaba su aprobación pese a ser hombre muy confiado, incorregiblemente optimista y muy seguro de lo que hacía. Con esa ilusión, con la de su aprobación “póstuma” o fantasmal, tuvo veintiocho años de casi incesante actividad. 

Savater no es religioso pero le encantan las historias de fantasmas. Y como es persona tan optimista y confiada como mi padre, y probablemente más jovial, confío en que un día consiga convertir a Sara en fantasma literario, en acompañante de ficción –no merece menos–, y en que así se incumpla su presentimiento de no volver a escribir más».


Enlace al blog de Javier Marías: ‘Menos mal que hay fantasmas’

6 comentarios:

  1. Claro que sí, menos mal que hay fantasmas, aunque les diga a mis nietas que no existen. Me hacen compañía, como cuenta Marías, sobre todo en los tiempos difíciles. No voy a decir cuál ha sido el que más me ha ayudado, sería injusto. Cada uno ha hecho lo que ha podido cuando lo he necesitado. En mi caso, los fantasmas tardaron un poco en manifestarse como tales. Primero sólo sentí la pérdida y la soledad. Luego, con el tiempo, los fui descubriendo. MJ

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    1. En efecto, menos mal. Este bloguero también los tuvo, los tiene y espera seguir teniéndolos, por suerte. Gracias por su comentario. Y esperemos que a Savater (si nos lee, que esperemos que sí) le ayude a seguir escribiendo, que lo hace muy bien.

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    2. Muchas gracias a usted. Esperemos que sea como usted dice. MJ

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  2. Precioso comentario, MJ

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  3. Me ha gustado mucho este texto de Javier Marías sobre el amor y la amistad, que es también un hermoso homenaje a dos filósofos como la copa de un pino, Julián y Fernando. Muy agradecido por rescatarlo para el blog porque ahí queda para que podamos releerlo de vez en cuando.

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