Pero no solo para los que se declaran independentistas. Los que alardean de no serlo pero ocupan cargos públicos (diputados, concejales, etc.), también. Todos viven de "eso". Muchos de ellos lo hacen porque no sabrían hacer otra cosa. Hasta Albiol, un sujeto grande pero —se dice— un pelín equiparable a ciertos "borderline", es millonario gracias a "eso".
Y luego están los que se las daban de un poco independentistas pero, como fueron fueron ladeados en su día, han ido cambiando de casaca (¡lean a Galdós, por favor!: todo está en los libros), como sería el caso del nuevo delegado del gobierno, Enric Millo, un paracaidista que acabó aterrizando en el PP de la mano de ¡Josep Piqué! —otro sujeto a quien Vazquez Montalbán tenía bien tomada la medida— y ha pillado un cargo muy bien dotado en lo económico. Otro tragasables que estuvo muy pero que muy listo, porque lo normal por estos lares suele ser evolucionar en sentido inverso.
Bueno, todos ellos saben que, puesto que hay que vivir aquí, mejor es estar a buenas con los que cortan el bacalao, ya saben a quiénes me refiero, aunque sea a costa de dejar abandonados a los que les votaron para que hicieran otra cosa.
De algo de eso trata el desalentador artículo de Carles Enric, muy recomendable leerlo entero:
[...] «Aquí, en Cataluña, los olvidados somos los de siempre. Aquellos que nunca hemos pertenecido a la gran familia catalana. Aquellos que nunca hemos vivido del dinero público.
Y somos catalanes. Algunos sin heráldica, otros con dos apellidos, tantos con ocho, y muchos con 16 ó 32. Nada —en ese sentido— que el tiempo no corrija con los años. Nosotros, estos catalanes que silenciosamente hemos dicho no a la ruptura, vemos cómo esos partidos que han aprovechado nuestro voto se integran lentamente en la familia. Vuelven a olvidar para qué se les votó.
El PSC, con ese nuevo giro catalanista, ha olvidado el origen de sus votos. Ciudadanos, con ese nuevo aire perdonavidas de Arrimadas, que quiere ser más catalana que la Virgen de Montserrat. Podemos con ese espíritu de no haber pegado un palo al agua como Colau en su vida. Y el PP —y el PP, quién lo diría—, que ensalza a Millo a los altares, olvidando que fue expulsado de Unió por independentista. Que no fue aceptado por Puigcercós en ERC, y que, como la mayoría, le da igual el partido mientras la política le mantenga un plato caliente en la cena.[...]
En Cataluña, al final, no hay política válida. No existe esa Cataluña transversal de izquierdas y derechas tan cacareada, sino una Cataluña transversal dividida en cobrar dinero público o no cobrarlo. Eso da pie a personajes acomplejados que necesitan de la política para integrar su vida en los sueldos de las familias dirigentes.
Lo más triste es que pedirán el voto a esos catalanes a los que han olvidado, mientras ellos se rodean de los catalanes que han querido olvidarnos. Todo por la pasta, las fiestas, el glamour, la foto en TV3.
Triste realidad la de Cataluña. Ni una mala novela negra nos redimirá. Como decíamos, perfilamos la crónica de una muerte anunciada. La de más del 50% que son abandonados por esos personajillos acomplejados cuya única vida y fin es chupar del erario público. Un día bailan, un día se casan, un día chillan, pero al siguiente se reúnen con quienes han querido romper todo como si nada. Simplemente quieren cobrar su paga y olvidar su vergüenza». [...]
Enlace: La Cataluña de los olvidados
Sí, un duro artículo que refleja con crudeza la desoladora situación de ese 50% de catalanes "olvidados" con los que me identifico (ya no vivo en Cataluña desde hace unos años) plenamente.
ResponderEliminarEl Tapir
La entrada es dura, pero en muchas de sus frases, y aún sin desearlo, me he de identificar.
ResponderEliminarSalut
¿En ese grupo de olvidados entramos también los no nacidos aquí y no considerados catalanes por falta de méritos, aunque vivamos aquí desde épocas remotas? MJ
ResponderEliminarYo, charnega, y nacida aquí, también me siento olvidada. Muy olvidada. Claro que, como MJ, tampoco hago méritos...
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