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«Me pareció que había en esta imagen fotográfica un tono como de pintura surrealista. Pensé en Magritte, que no pintaba insectos, aunque sí hombres pequeños, con sombrero hongo, lloviendo sobre los tejados de la ciudad. Hombrecillos muy serios, cada uno con un abrigo negro que tenía algo de exoesqueleto. Homúnculos como escarabajos, algunos de los cuales habrían quedado muy bien en el expositor que se aprecia en la imagen, enriqueciendo la oferta gastronómica. Hay también algo onírico en ese rostro de perfil, con la boca abierta, a punto de recibir en ella no sabemos si un saltamontes o la larva de una mariposa. Observen la mirada de la mujer, algo perdida, y la posición de los dedos, que tampoco es natural. Nadie se comería de ese modo una gamba. Sin duda, la joven está posando.
—Detén la mano ahí, con el bicho muy cerca de los labios –le habrá dicho el fotógrafo.
Quizá tratando de sacar una instantánea descarnada, que acentuara la repulsión que entre nosotros provoca todavía la ingesta de estos animalillos, le ha salido una composición sutil y surreal, grata para la vista. Ya ven, insectos comestibles a 10 euros y escorpiones a 12 (la ración, suponemos, no la unidad, que con uno no vas a ningún sitio). Escribo estas líneas a la hora de la comida, con los niveles de glucosa en sangre más bien bajos, de modo que se me hace la boca agua contemplando esa cerveza y esos abdómenes que aparecen en la bandeja del primer plano. Aunque, ya digo, faltan unos hombrecillos de Magritte un poco churruscados, al modo del pescaíto frito. Buen provecho».
Juan José Millás
Nunca se puede decir nunca. A lo mejor están ricos. MJ
ResponderEliminarA estas alturas de mi vida, mi curiosidad gastronómica está más que colmada. Me quedo con lo que conozco o con nuevas recetas elaboradas con ingredientes que conozco. Berenjenales, los justitos. Y no se me va a ocurrir nunca elegir una cosa que me repugne, aunque la cocine un cocinilla superstar. Hasta ahí podíamos llegar.
ResponderEliminarnvts