Extraemos unos párrafos de su documentado artículo Cada vez me gustan menos los nacionalismos.
[...] «Explica Rich Harris [en su ensayo No hay dos iguales (Funambulista)] que en la época de las cavernas era evolutivamente importante reconocer a la propia y pequeña horda, porque la horda vecina podía ser un peligro. Y ese aprendizaje era por entonces tan importante que pasó a ser un equipamiento de serie: los bebés de todo el mundo empiezan a desconfiar de los extraños a los seis meses de edad. Como la cohesión del grupo se fomenta estableciendo costumbres diferenciadoras, la gente distinta es vista de inmediato con hostilidad. Por eso hay tantas tribus, añade Harris, que se llaman a sí mismos el pueblo: porque para ellos los extraños no son ni siquiera personas. Con el tiempo, las tribus se hicieron más complejas y más grandes. Ya no era necesario conocer personalmente a todos los miembros: las hordas crecieron hasta convertirse en naciones. Pero por debajo sigue latiendo el mismo impulso arcaico.
El nacionalismo se construye siempre contra el otro, en el énfasis de la diferencia, en el espejismo de la superioridad, en el miedo al distinto, en la intolerancia. Pero el problema es que esos instintos están ahí, en todos nosotros. Por eso es tan peligroso poner a rodar la bola de la irracionalidad patriótica, siempre tan llena de fiebre y de furia. Sospecho que parte de los que encendieron la hoguera del catalanismo lo hicieron por intereses personales; quizá para minimizar el famoso 3%, quizá para mantenerse en el poder. Pero estoy segura de que hoy todos se creen a pies juntillas el romántico ensueño de la patria: los mitos nacionalistas son enardecedores, intoxicantes, y nadie quiere verse a sí mismo como un miserable, siempre es mucho mejor creerse un héroe. En cuanto a la sociedad, entiendo que se lancen en brazos de ese espejismo: la vida, cualquier vida, siempre es difícil de vivir, e inventarse una épica y reforzar ciegamente la pertenencia a una tribu protege mucho de los sinsabores cotidianos (de ahí el éxito de las hinchadas deportivas).
Lo malo es el precio que terminaremos pagando por todo eso; y no me refiero ya a que Cataluña se vaya, sino a esa declaración unilateral de la CUP y JxSí que ignora a la mitad de la población catalana que no es independentista. O sea, me refiero a la intolerancia y el enfrentamiento. ¿Y qué podemos hacer aquellos que creemos que esto es un desastre? Poco, me temo, porque los nacionalismos anidan en las emociones y son alérgicos a la razón, así que no hay manera de convencer a nadie».[...]
Respecto a Rosa Montero, me pasa como a Gran Uribe y celebro su caída del burro sin haberse roto ningún hueso. Unos tardan más, otros menos, pero, amigo, tarde o temprano, cocinarás con Arguiñano (más vale temprano).
ResponderEliminarEl Tapir
Es que creo que hay muchos grados de nacionalismo y aquí ahora tenemos uno de grado sumo. Por eso gusta tan poco o, mejor dicho, nada. En lo que parece que todos coinciden es en que poco se puede hacer para parar este proceso (dicho así, por no utilizar palabras feas). Pero es tan bárbaro, que cada vez se entienden menos entre sí y hay más voces discordantes. Igual se tiran los tratos a la cabeza. MJ
ResponderEliminar