[...] «Quienes han protagonizado la defensa conceptual del independentismo y ahora del antisistema —de forma paralela, concomitante o indiscernible— por lo general recurrían antes al emocionalismo que a la razón política. Ahora, por ejemplo, Ada Colau, cabeza de la lista más votada en Barcelona, está esbozando un programa-choque que incide en el efectismo emocional y populista pero que no se ve con la consistencia necesaria para asumir el método de prueba y error. Habrá tiempo para saber si tantos votos fueron una interpelación directa al sistema o más bien una advertencia para que fuese encauzado de modo distinto, más riguroso y convincente. [...]
La legitimidad del voto de protesta radical no necesariamente tiene las características de afirmación de algo factible, estable y justo. En gran parte la razón libre es un logro de la ciudad frente a la tribu o el feudo. Ese es su futuro y no el arcaísmo ideológico o la economía de trueque. Con sus semáforos y sus atascos, con su sistema asistencial, los alcantarillados, el suministro eléctrico o instituciones culturales de prestigio, la ciudad es una forma de vida que no es fruto de mutaciones drásticas o regresivas, sino por una acumulación positiva de experiencia cuyo valor es contrastado periódicamente en las urnas. La ciudad es una de las formas del sistema y no su refutación. Las ciudades fomentan la oferta comercial, la iniciativa privada, la atracción turística. Deben contribuir a la seguridad jurídica y a la cohesión cotidiana.
¿Cómo prosperaría la identidad ciudadana de Barcelona en plena concatenación de gestos políticos antisistema? Así es deducible que estamos ante otra crisis identitaria, una más. No existen precedentes prudenciales para pensar que será más inclusiva, eficiente, equitativa, honesta y creativa. Aún estando a la vista los factores impresentables que han generado descontento ciudadano, eso no significa que todos los votantes de Podemos o de BCN en Comú deseasen ratificar de pleno unos programas electorales insostenibles y ruinosos. Ha sido un voto de castigo a la política, pero no perfila una Barcelona con un futuro más acertado».
Enlace: Otra crisis identitaria
Vamos a darle a Colau un poco de tiempo, que todavía está "aterrizando". Desde luego, no lo va a tener nada fácil, con tantas voces a las que satisfacer. Como pasa siempre, es más fácil saber lo que está mal que atinar con la fórmula para corregirlo sin crear más estropicios de los necesarios. Asesores interesados no le faltarán.
ResponderEliminarEl Tapir
A ver si acierta. Ya veremos. MJ
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