Dice un lector de EL PAÍS en la sección Cartas al director de hoy:
"Durante la Transición, ahora tan denostada, aprendí que el “derecho a decidir” era una concesión necesaria de la democracia, pero no gratuita: exigía un contenido a “decidir” y un compromiso. Por ejemplo, en el referéndum sobre la Constitución votamos un proyecto con contenido y que suponía un compromiso: el Poder Legislativo solo podía aprobar leyes acordes con aquella; los ciudadanos, recién salidos de la dictadura, ya entendíamos algo.
Ahora, gentes doctas descubrieron que el pueblo es más listo y, considerando que “a buen entendedor sobran palabras”, buscan una democracia más sencilla. Ejemplo: si usted quiere una Cataluña independiente, no necesita que ningún grupo de sabios le hablen sobre su trascendencia. Espere al referéndum, y vote sí. Tiene la ventaja de que si esa Cataluña resultase un fiasco usted, ciudadano catalán, no tendría culpa; no sabía nada. La culpa sería de España. Lo mismo ocurre si usted quiere una República; limítese a votar sí. Si resultase un fiasco, el culpable sería el “bipartidismo”. Aprovechando que ahora los partidos “sin casta”, nacionalistas o no, se vuelcan con el pueblo, inventemos una democracia basada en el referéndum sin contenido. Usted diga sí o no, y sus amigos ya harán el resto. No lo dude. Llamémosle... demagogia".—
Ignacio Rodríguez. La Coruña
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