viernes, 10 de julio de 2015

Mucho de todo

Uribe y sus hijos adoptivos
Gran Uribe ha hecho recuento (mental, está lejos de casa) y no contabiliza mucho más allá de un par de decenas de fotos entre los "cero" años y su adolescencia y primera juventud. De recién nacido, primera comunión, en la casa de veraneo y poco más.
Mi padre —a partir de ahora hablaré en primera persona—provenía de una familia en la que les encantaba retratarse, sobre todo en las vacaciones de verano en Briviesca, con pantalones blancos, todos repeinados y la mar de atildaditos.
Tenía una pequeña cámara que llamábamos "el cajoncito" y a esa labor se dedicó luego con nosotros siempre que pudo. El problema era que siempre estaba muy ocupado y la verdad es que le veíamos poco, especialmente durante nuestras vacaciones.
Luego se compró una máquina de fuelle y un fotómetro de no fácil manejo. El hombre era ingeniero y cada foto era un follón. Tomaba la luz con total esmero, contabilizaba nuestra distancia a la cámara mediante largas zancadas y nos colocaba en un riguroso orden por alturas, en una disposición que respetara escrupulosamente las leyes de la más estricta simetría. Total, la naturalidad brillaba por su ausencia, nuestra carita de mal talante acababa siendo todo un poema, se armaba mucho barullo y así, poco a poco, se fue abandonando esa costumbre de tomarnos fotografías en momentos especiales.
En fin, eso que se perdió en el camino y ahora uno lo echa en falta.

Viene esto al hilo del artículo de Jordi Soler titulado Mucho de todo en el que entre otras cosas dice:

[...] Jordi Soler«Observemos lo que ha pasado, en el nivel estrictamente personal, con la información fotográfica de una persona, con esa serie de retratos que van registrando los momentos importantes de nuestras vidas. La información fotográfica que existe de la infancia de mi abuelo, y de la de mi padre, no pasa de cinco o seis fotografías, y la de mi propia infancia, que transcurrió en la segunda mitad del siglo XX, debe constar de unas 20 o 30, una cantidad ridícula si la comparamos con el historial fotográfico que tiene hoy cualquier niño de, digamos, 10 años, que ha empezado su historial fotográfico desde el mismo útero de su madre, con una tanda completa de ecografías, y desde entonces no ha parado de coleccionar imágenes de sí mismo. ¿Tienen las personas de este siglo más momentos importantes que los que tenían las personas del siglo anterior?

[...] La facilidad con que hoy se hace una foto ha cambiado de signo el acto de fotografiarnos; antes se hacía para fijar un momento relevante, y hoy se hace para no caer en la irrelevancia. Quien no hace decenas de fotografías continuamente, de él mismo y de quienes lo rodean, no puede subir su narrativa iconográfica a la Red y hoy un muchacho sin esta narrativa es un cadáver social.
Se puede pensar que el imperativo de hacernos fotografías todo el tiempo obedece a que la humanidad se ha vuelto narcisista, pero también hay que considerar la posibilidad de que se trate de esa compulsión tan contemporánea que es el acopio, esa reorientación que hemos experimentado en este milenio en la que la cantidad, el tener mucho de algo, ha ganado un sólido prestigio. Aquel que todavía sostiene que la calidad debe imponerse a la cantidad, empieza ya a quedar como un excéntrico».[...]


Enlace: Mucho de todo

4 comentarios:

  1. Coincide al pie de la letra con las sensaciones que describe Gran Uribe un poco más arriba, aunque añadiéndole el "toque de actualidad" del exceso fotográfico de hoy, del cual sólo una millonésima parte llega a reproducirse en papel. Parece haber una necesidad compulsiva de fotografiarlo todo, aunque luego nos baste con que los demás vean que "estás ahí", que "estás en la pomada". Este tema merece un análisis detenido que no voy a hacer ahora por pura pereza: hace demasiado calor...
    El Tapir

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  2. Yo no hago fotos casi nunca. Soy una auténtica nulidad. Siempre hay algo que me falla, así es que tengo poquísimas fotos. También de la familia. Pero es cierto que antes, cuando era pequeña, es decir en el paleolítico fotográfico inferior, hacer una foto era todo un rito, como dicen Gran Uribe y El Tapir (aunque ellos no sean de ese periodo fotográfico). A nosotras, cuando querían tener una buena foto de las cuatro hermanas, nos llevaban al fotógrafo, nos ponían el mejor vestido, repeinaban y preparaban los detalles. Los resultados no siempre eran óptimos, ya que alguna no estaba a la altura y entonces no se hacían muchas tomas, sino solo 2 o, como máximo, tres. Y si no habías quedado bien, pues habías tenido mala suerte. MJ

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    Respuestas
    1. Y así quedabas para la Historia... (solía ser mi caso)
      El Tapir

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  3. Magnífico artículo que suscribo del todo. Hay tanto de todo como en el Corte Inglés. Cuando hay tanto yo no veo nada y soy incapaz de elegir con sentido.
    nvts

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