No inquietarse. Se trata de un estado circunstancial de cierto abatimiento y melancolía, un anfitramiento generalizado del cuerpo y del espíritu, provocado quizá por la ola de calor, por tener que ir a la "isla mágica" a pasar si cabe más calor, por una hamburguesa de Foster´s Hollywood que se le quedó de pie o, simplemente, por la ola de soberanismo que le circunda. El "Taclaresprofeno" recetado por Forges no ha dado resultados apreciables, de momento.
Imágenes de algunas las obras expuestas en Valladolid (hay más) |
Si en su mano estuviera, se pasaría por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid (un buen museo) a visitar la exposición "Tiempos de melancolía", que recrea este estado —que los griegos identificaban como la "bilis negra"— a través de diferentes obras de arte. Se exponen grabados (Durero, Rembrandt, etc.), dibujos, pinturas (El Greco, Murillo, Ribera...), esculturas (Alonso Cano, Berruguete), libros referentes al tema...
En fin, la cosa promete, sobre todo para los que de cuando en cuando padecemos de bilis negra. Aviso a los navegantes: esta exposición tampoco llegará a Barcelona (aunque no vendría nada mal, hay otros que padecen ese síndrome); si hubiera alguien que quisiera estalviarse ese viaje, que se olvide y afloje la mosca. Viajar no le hará daño.
Enlace: El Siglo de Oro de la melancolía
Comparto su estado de abatimiento, que en mi caso atribuyo a esta ola de calor exclusivamente. Está todo pegajoso, pringoso, manos (y otras partes del cuerpo) sudadas todo el día. De poco sirve ducharse, porque a los 5 minutos ya estás otra vez igual. Desde que vivo en Ibiza, éste es el verano más caluroso que recuerdo, superando incluso al de 2003, que fue de aúpa.
ResponderEliminarEl Tapir
Uno se puede consolar porque ya queda menos de calor, (es lo de la botella medio llena). Además seguro que en la isla mágica siempre encuentra un sitio donde corre el fresquito. Pues mire a mí el taclaresprofeno me ha ido muy bien. Cuando se lo tome, tiene que mandar al cuerno a los que le fastidian. Luego si no le hace efecto aumente la dosis, volviendo a mandar más lejos a los que le fastidian. Una tercera dosis diciendo tacos gordos dirigidos a los que le fastidian es definitiva. Verá como eso le va a ir bien. MJ
ResponderEliminarYo empezaría con una dosis y los tacos gordos. Igual funciona...
ResponderEliminarSeré menos radical y empezaré como recomienda MJ. "S´ha de anar a pams".
EliminarGracias a todos por los consejos.
¡Ánimo, Uribe! Tomátelo con humor, aunque algunos días cueste lo suyo...¿Por qué cuando éramos pequeños no sentíamos nunca el calor? Jugábamos a pleno sol, coloradísimos y tan campantes. Recuerdo que cuando el sábado íbamos a esperar a nuestro padre a la estación de Hostalets de Balenyá salía el hombre del tren, sudado a mares y lo primero que decía era: "Tengo reseco". Pensábamos que eso era porque en Barcelona hacía un calor infernal, que nunca llegamos de verdad a conocer. La infancia.
ResponderEliminarnvts
Sí, en pleno verano, a las tres de la tarde, en Hostalets de Balenyà hacía, mucho, mucho calor. Pero era un calor seco, que te aplastaba contra el suelo, pero que se "arreglaba" poniéndose a la sombra. La diferencia entre sol y sombra era muy apreciable. Yo he vuelto hace pocos días del Camino de Santiago y he pasado mucho calor, sí, pero nada comparable con el que estoy pasando estos días en Ibiza, que sólo se mitiga a la orilla del mar (¡pero no al sol!) o por la noche, también a la orilla del mar o en algún lugar del interior de la isla. Que no se lo diga nadie, pero estoy intentando animar al Gran Uribe para cuando venga a la "isla mágica".
EliminarEn lo que estoy totalmente de acuerdo con nvts es que en la infancia parece como si el frío pero sobre todo el calor no existieran. Nos pasábamos horas y horas jugando al fútbol, tres contra tres o cuatro contra cuatro, en el campo completo (nada de dividirlo en dos), con un sol de (in)justicia, y parecía no afectarnos. La infancia.
El Tapir
Tapirito, una pregunta: ¿verdad que nunca tuvieron que avisarnos de la hora de la comida o cena, a pesar de que nunca tuvimos reloj? ¿cómo hacíamos para acertar, teniendo en cuenta que hacíamos lo que nos daba la gana?
Eliminarnvts
El primer reloj que tuvo el abajo firmante fue comprado a un sujeto llamado Menachem Dayan hacia 1967 (o sea, ya entradito en años) en la plaza del Pino. Esta fecha es deducible porque pensábamos que era hermano del tuerto de la guerra de los seis día de ese año.
EliminarUn sistema de orientarse era por la inclinación del sol. Verbigracia: cuando se ponía el sol en julio lo hacía por el Roc Gros por ejemplo a las 20 h. En septiembre lo hacía ya por el Puig Sa Gordi a las 19.30, o algo así. Como se ve todo muy intuitivo.
Con la hora de la comida, algo parecido, pero con el sol más o menos encima de la cabeza. Mal día hacía pocas veces y en ese caso había que guiarse por otros parámetros. O quizá es que siempre había alguien con reloj, Javiero por ejemplo.
Firmado: Gran Uribe
Respecto a lo que dice Tapir, habrá que arbitrar algo. Tengo entendido que el Club Náutico está en obras de reforma (¡peligro!). El interior de la isla siempre está bien y si no... siempre nos quedará El Bigotes.
EliminarPor cierto, he estado viendo esta tarde una película del camino de Santiago, firmada por un tal Emilio Estévez y con el que suele hacer de presidente de Estados Unidos como actor principal que me ha gustado bastante. Supongo que la ha visionado usted. La fotografía, bien (un poco demasiado saturada) y la música también.
¿Que cómo hacíamos para saber la hora? Al mediodía era más fácil: el tren correo de la una y media servía a Basilito y José Luis de "campana" de aviso para ir a comer. Nosotros íbamos algo más tarde. Por la noche era más complicado, quizás por el lugar por donde se ponía el sol o por el hambre que tuviéramos, pero siempre había el recurso de preguntar la hora... En cuanto a la película del camino de Santiago que comenta Gran Uribe, sé que existen varias, pero no he visto ninguna. Ya me enteraré. Saludos, Gran uribe, y bienvenido a la "isla mágica".
EliminarEl Tapir
The Way,se llama. Un poco edulcorada y con un pesado compañero de aventuras pero no está mal. Es una película de carretera. El actor Martin Sheen decía que hacer el Camino de Santiago durante el rodaje de la película The Way encendió en él «una fuerza de concentración especial» que aplica en sus papeles para el cine y la televisión. La dirigió su hijo, Emilio Estévez.
Eliminar