viernes, 15 de septiembre de 2017

Gran Uribe no ve TV3 (tampoco las otras)

Coincide Gran Uribe en todo lo que dice este señor, menos en lo de que le estimula ver TV3 (en los días en que se levanta un poco chungo, cada vez más abundantes en el caso de un servidor de ustedes) para poder desarrollar sus actividades con normalidad. Aunque, conociéndole, piensa que seguramente va con retranca, claro. Muy acertado lo que dice del sujeto de La Trinca, uno de los responsables del embrutecimiento televisivo de este país (España en general).



Tarde de sábado viendo la tele
Bueno, ya que hablamos de Mainat, vean su 'simpático' tuit. En cuanto a su responsabilidad en lo que ha devenido la televisión, víctima del más absoluto apelmazamiento, decir que Gran Uribe, no es solo que no vea TV3, es que no ve ninguna cadena. Le resulta mucho más fácil desconectar cuando está de viaje, porque aquí tiene la tele en el "comedor living" (como se decía antes) y tarde o temprano tiene uno la tentación de enchufarla "para evitar el suicidio", lo cual —en honor a la verdad— tiene sus efectos terapéuticos indudables, porque después de una sesión de esas "ni siquiera le quedan a uno ganas de volarse la cabeza", como dice Millás en su columna de hoy, titulada (con cierta retranca) Diversidad:

 «La estandarización, en algunos sectores, se produce cuando todos se quieren parecer al que tiene éxito. La mayoría de los programas de televisión, por ejemplo, se podrían emitir, indistintamente, en cualquier cadena. No son marca de la casa, sino mera repetición agónica de lo preexistente. Significa que las emisoras se reconocen únicamente por su logo, que viene a ser como si las novelas solo se diferenciaran por su título. En la lucha por imitar el producto de éxito de la competencia, la programación deviene en una masa informe entre cuyos pliegues resulta difícil encontrar algo insólito. A mayor cantidad de canales, menos diversidad. De ahí la experiencia, conocida por todos, de esa tarde de sábado en la que se recurre a la tele para evitar el suicidio y, tras recorrer todas las emisoras sin hallar nada de interés, ni siquiera le quedan a uno fuerzas para volarse la cabeza. De hecho ya se la ha volado al dispararse en la sien con el mando a distancia.


El apelmazamiento. Todo se apelmaza. La globalización, que homologa cuanto toca, hace imposible el alumbramiento de una idea extraordinaria. La originalidad produce miedo económico. ¿Y si no funciona? El apelmazamiento proporciona beneficios innumerables al sistema, pues crea gente apelmazada. Los españoles consumimos cuatro horas diarias de tele, lo que supone un lavado de cerebro colectivo que ni en Corea del Norte, aunque con vaselina. No importa la cadena que veas ni el programa que selecciones. Todas las cadenas son la Cadena y todos los programas son el Programa. Monoteísmo en vena. No hay escapatoria, no hay marcha atrás. Hemos caído en una red tejida con los hilos de acero del pensamiento estándar, donde ya no se concibe otro gusto que el establecido».



COROLARIO

Ya sé que muchos que siguen esto lo hacen, pero si hay algunos que no, que sepan que leer novelas fortalece el Aparato Imaginario. Gran Uribe está empezando ahora "Lección de alemán", de Siegfried Lenz, pero no piensen que es con el objetivo de aprender alemán, conocimiento práctico que le pilla ya mayor, y muy bien tendría que aprenderlo para poder leer a los filósofos en su lengua. Y cuando acabe... "El día del watusi", de Casavella.

Y a esos "algunos" se dirige ahora G.U.: Gradúense bien la vista, busquen una buena butaca, saquen tiempo de donde puedan, apaguen la tele y ¡adelante! Y si no les convence lo que les dice este bloguero, lean lo que escribió el susodicho Juan José Millás el año pasado, que él lo hace mucho mejor porque tiene "el culo pelado", como se suele decir:

[…] Si fuéramos capaces de amueblar bien nuestra cabeza, la realidad extramental mejoraría en seguida como efecto secundario. Hay que actuar, pues, sobre el Aparato Imaginario, pero cómo actuar sobre algo cuya existencia no está reconocida. Tendríamos que aceptar que existe para, en un paso posterior, mejorar su funcionamiento.


Juan José Millás, en su casa de Madrid
[Módem Press]
Como no hay ninguna esperanza de que eso vaya a suceder (al contrario, la enseñanza está cada vez más dirigida al conocimiento de lo meramente cuantificable), termino recomendando a los alumnos que lean novelas, pues ése es el modo más eficaz de fortalecer tal aparato. Cuando uno lee una buena novela, les aseguro, es más sabio que antes de haberla leído, aunque no sea capaz de explicar por qué. […]


El problema es que vivimos en un mundo donde aquello que no se puede cuantificar no existe. Todas las campañas de promoción de la lectura caen sin excepción en la trampa de asociar la lectura a la adquisición de conocimientos prácticos. Si lees, te dicen, sabrás dónde se encuentra el Polo Norte. Y no es eso, no es eso. Si yo aprendiera hoy a dividir, podría irme a la cama asegurando que sé una cosa más. Pero si leo Madame Bovary habré aprendido también infinidad de cosas que no sabía antes, aunque desgraciadamente no se puedan enumerar ni cuantificar.[…]

Para que la gente lea es preciso crear la atmósfera en la que eso sea posible. No se le puede decir al ciudadano que deje el coche en casa al mismo tiempo de que se le informa de la construcción de un nuevo túnel. No se puede decir que uno está preocupado por la lectura cuando a ninguno de nuestros representantes se les ve jamás con un libro en la mano.

No profundizaré más en estas contradicciones, pero permítanme añadir que hubo, desde mi punto de vista, en algún momento de la historia de la enseñanza, un suceso catastrófico a partir del cual se jodió todo. Me refiero a ese instante en el que se comenzó a pensar que bastaba, para conocer el mundo, con los contenidos de la ciencia y del pensamiento racional. A partir de ese instante se nos empezó a hurtar toda aquella información sobre la realidad de la que había sido proveedora el mito, la literatura de viajes, los libros de aventuras. El mito se dirige a una parte de nuestro ser a la que no se puede acceder de otro modo. Sin el cultivo de esa parte estamos incompletos. Peor aún, estamos inválidos y a merced de quien nos quiera manipular. […]

En cuanto a la lectura, se da el caso de que a medida que aumenta el número de personas alfabetizadas, aumenta también el número de las que no entienden lo que leen. Llamamos a esto analfabetismo funcional, si me permiten el juego de palabras, porque funciona muy bien: cada día estamos más torpes y dependemos más en consecuencia de las lecturas de la realidad que nos hacen los otros».


4 comentarios:

  1. En casa, y no se porque motivo, no se ve.
    Nadie ha pedido su reposición.
    No va de broma.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Quizá viva usted en una casa unifamiliar, porque si en mi bloque pasara eso se armaría "la de Dios es Cristo"

      Eliminar