Isabel-Mario y Norma-Matthias. A Mario Vargas Llosa —el flamante Premio Nobel, que ha pasado de escribir cosas tan comprometidas como Conversación en la Catedral a posar en el Hola cuando se dirige a comprar los regalos de navidad, de la manita de una buscavidas— le va bien en lo económico y en el amor. En cambio, al 'pobre' Matthias Kühn —el dueño (?) de la isla Tagomago, al lado de Ibiza—le va mal en ambos campos, que suelen ir unidos.
En fin, Isabel Preysler y Norma Duval, dos caras de la misma moneda.
Nos lo cuenta así Planas:
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Un paseo en el Baton Rouge de la New York Bagel Company es imprescindible. Se contemplan las luces de las grandes corporaciones. A las once de la noche aún hay ejecutas dándole a la tecla y engordando la crisis. El mundo global en la capital del siglo. Y ahí van, cogidos de la mano, el Nobel peruano y la socialité filipina, dueños de Manhattan, príncipes de Maine y reyes del mambo. Isabel colecciona maridos. Es un bombón perenne, un ferrero roché de lujo, una recepción en la embajada china con corazones de golondrina y ancas de rana en salsa agridulce.
Mario ha pedido los papeles del divorcio e Isabel dice que si se casó con los anteriores fue porque ellos se lo pidieron y todito te lo consiento menos faltarle a mi madre, afirma Tamara Falcó, que estuvo de carabobina de la mamá en la escapada neoyorkina.
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El año pasado aplazaron su boda hasta 2016, pero va a ser que no. Kühn arrastra al parecer problemas económicos. Es el dueño de Tagomago, la isla que se alquila para fiestas de famosos. Pero el negocio no chuta y las cuentas no remontan.
Llevaban siete años juntos, el tiempo crítico, cuando según los químicos el amor se convierte en cariño o en acidez de estómago. O sea que la vedette, que estuvo casada con Marc Ostarcevic y Frade, el de las películas, vuelve a estar libre, como un pájaro o un taxi».
¡Qué se le va a hacer! Son las cosas del querer. MJ
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