Misión civilizadora en la Meridiana (1)

Bueno, bueno, bueno, acabáramos, se ha escogido la Meridiana para "convertir al cristianismo" (como se suele decir) a lo que ellos llaman los "charnegos" (xarnegos o xarnecs, también "murcianos"), que son los que —según ellos— pueblan esos barrios. Se trata de comerles el tarro a mansalva, por si no lo hubieran hecho ya bastante. Así que los discípulos de la tieta Forcadell han decidido generosamente bajar a la Meridiana de Barcelona el próximo 11S para predicar su religión, explicar las bondades del noupaís y recordar a los pobres “immigrants espanyols” (aquellos a los que Marta Ferrusola quiere tanto) que si votan bien tendrán “gelat-de-postre-cada-dia”. Lo que no está claro es que esas hordas de salvajes se dejen convertir tan fácilmente, tal como indica en otro lugar algún anónimo seguidor/a de este blog.

Gran Uribe confiesa que en un primer momento no detectó las intenciones de esa partida de fanáticos al elegir ese lugar.

Forcadell ha desvelado en RAC1 que se ha escogido que la manifestación tenga lugar en la Meridiana por una cuestión técnica y política.

Enlace a RAC1

Razón técnica porque allí no hay casi árboles y se ve muy bien desde el aire. Razón política porque "tenemos la intención de hacer llegar la idea a un público determinado, ya que allí vive un sector de la población a la que aún falta que les llegue nuestro mensaje" .
Estas palabras no han gustado a algunos de los colaboradores de la tertulia, que le han rebatido que "tiene un punto clasista". Concretamente el periodista y colaborador del programa, Xavier Sardà, ha ido más lejos y le ha recordado que "la Meridiana no es el Bronx".
Rápidamente ha salido una acalorada Rahola (que —cómo no— también estaba allí) en defensa de Forcadell. Sardà, visto que le comparaban con el ministro de Interior, ha decidido no hablar más.

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El protagonista de un relato de Sánchez Piñol explicaba en primera persona cómo se valora por aquí a los "charnegos". Decía así:
[...] «Aunque parezca mentira en un barcelonés, yo no pisé las Ramblas hasta los 13 años. [...] Buf, cómo los odiábamos. A los charnegos, quiero decir. Aparecían cuando menos te lo esperabas, como en una batida, y si ellos eran muchos y nosotros pocos, valía más huir por piernas. Nos insultaban porque hablábamos catalán, nos registraban a punta de navaja y nos vaciaban los bolsillos. En Cataluña la palabra charnego siempre ha sido tabú. Oficialmente los charnegos no existen. Y una mierda. Con catorce años nosotros teníamos clarísimo qué era un charnego: un poli que todavía no ha descubierto su vocación. Ah, y también sabíamos el remedio. Coger a todos los polis y charnegos, reunirlos en un campo de fútbol (el RCD Español, naturalmente) y bombardearlo con napalm. [...]
Un charnego como todos los charnegos, con cazadora y pantalones tejanos, y peinado apache. Pero en vez de llevar un casset en el hombro, vomitando aquella nauseabunda música espanyola».[...]

Pau Vidal, nuestro brillante autor de El bilingüismo mata, en un crucigrama preparado para EL PAÍS—versión catalana— nos colaba la siguiente cuestión: "En Valencia es un perro cazador, aqui algo mucho peor".