domingo, 21 de septiembre de 2014

Viaje a Madrid (1)

Comentábamos con mi acompañante que da la impresión de que Madrid ha apostado más por el turismo cultural y Barcelona por el de las tiendas y la borrachera. Uribe se ha movido por zonas nobles como el Paseo del Prado donde ha observado un ambiente serio y culto, encantador. No se le ha ocurrido ir a tomar un café con leche a la Plaza Mayor ni ha visitado el centro. En Barcelona tampoco se le ocurre ya ir a las Ramblas o a la Plaza Real.
En cuanto al nivel de las exposiciones, Madrid le gana por goleada a Barcelona. Pero la ciudad está sucia y creo que por aquí el asunto está un poco mejor. Bueno, Javier Marías nos comenta, en plan un poco cascarrabias, la horrible impresión que le produce su ciudad cuando vuelve de algún viaje. Hace otras reflexiones muy sensatas y fácilmente extrapolables.
Además, "La Rana", escultura que Uribe no ha tenido ocasión de visitar, no le gusta nada. Se trata de una obra de un tal dEmo. La revista VanidArte, quizá a sueldo de Ana Botella, intenta emparentarla con los readymade de Marcel Duchamp y los surrealistas pero en mejor:
"En vez de la utilización tradicional del lenguaje artístico Demo ha decidido que la mejor forma de impactar al espectador, aparte de las dimensiones desorbitadas, es la creación en serie de sus ya icónicos personajes, entre los que encontramos: gatos, cerdos, gallos, buzos, barcos… Es parte de una pauta común a los últimos años: arrancar objetos cotidianos de su contexto para darles un nuevo significado. Agradecemos que Demo lo haya hecho con más gusto que nuestros admirados amigos surrealistas, lo de caca enlatada ya no se lleva".

Javier Marías en el Paseo de Recoletos (Madrid)

Eladio de Mora (dEmo) posa ante su obra ("La rana")
Y ahora habla Javier Marías:
[...]" En 2014 no hay la menor exageración si se afirma que la capital del Reino es la ciudad más guarra de Europa, una pocilga repugnante (y eso que entre los sitios por los que he pasado este verano está Palermo, con fama de descuidada y ruinosa). No hay nada comparable a la guarrería de aquí, sobre todo en los barrios del Centro, incluido Malasaña. [...]
Así que lo tiran todo a la acera, vuelcan las papeleras que nadie vacía, orinan contra arcos y fachadas. La Plaza Mayor y sus aledaños despiden un hedor que la alcaldesa Botella, como nos recordó en Buenos Aires en supuesto e hilarante inglés, encuentra ideal para tomarse un café con leche con gran relajación y entre ratas que corretean por las mesas, como ya conté.
Pero no es sólo esto. Los alcaldes suelen ser canallas en casi todas partes, y tienden a utilizar las ciudades para hacer negocios y arrinconar a la población. Los barceloneses están ahogados por el turismo salvaje, y la sublevación de los vecinos de La Barceloneta espero que sea el anuncio de un amotinamiento general. Soria, que bien conozco, ha sido destrozada e indeciblemente afeada por las obras que me impelieron a largarme hace casi tres años… y que aún no han concluido. Todo para hacer un parking subterráneo que nadie necesitaba.
Y sin duda no ignoran ustedes por qué en tantos paseos y plazas españolas ya no hay ni un solo árbol ni un banco, o éstos han sido “sustituidos” por cubos de piedra sin respaldo, ardientes en verano y en invierno helados: para que quien quiera darse un respiro deba entrar en un bar o sentarse en una terraza y pagar una consumición. Muchas ciudades están secuestradas por sus ayuntamientos; literalmente se ha producido una expropiación. La invasión y aprovechamiento del espacio público no conoce límites: puestos de ferias, chiringuitos, escenarios, terrazas, ocupan hasta los paisajes más nobles (la Plaza de Oriente madrileña está a menudo plagada de adefesios varios).
Pero vamos con la Rana. En pleno Paseo de Recoletos, enfrente de la Biblioteca Nacional, el Gran Casino de Madrid ha instalado una gigantesca y espantosa estatua de rana. Mide casi cinco metros, su bronce verdín pesa unas toneladas, y creo no haber visto algo tan feo desde las vidrieras de Kiko el de los “kikos” en la Catedral de La Almudena (pero éstas, al menos, no invaden la calle). Cinco metros de espanto, se dice pronto. Creo que el Casino la ha ofrecido en “agradecimiento” a la capital, pero su colocación parece más bien producto del odio. Es obra de un escultor que se hace llamar dEmo, al que Madrid ya ha premiado con otras afrentas para la vista, y que en mi opinión merecería sólo destierro".

Enlace: Guarrería

2 comentarios:

  1. Vaya por delante, que la modalidad de la escultura figurativa no está entre mis debilidades artísticas. Incluso obras de reconocido mérito, rara vez consiguen emocionarme. En cuanto al caso concreto de la rana, pues tampoco. No obstante, creo que el cabreo de Marías resulta algo exagerado, ante tantos otros motivos de cabreo que uno se puede encontrar en cualquier ciudad. Como por ejemplo, los que cita, sin detenerse demasiado, en el párrafo anterior al de la rana. Pese a todo, como siempre, no puedo evitar sonreír ante los sonados cabreos que agarra el bueno de Marías, quien parece especialmente enfurecido con la gestión que están haciendo los sucesivos alcaldes de la capital. Al paso que llevamos, creo, amigo Marías, que tendrás que cambiar de aires, si no quieres que te dé un soponcio. Saludos,
    El Tapir

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  2. A mí la rana me parece espantosa, la verdad. Y en plena calle mucho más. Pero yo entresacaría una frase del parrafo anterior que suscribo plenamente "Muchas ciudades estás secuestradas por sus ayuntamientos".
    Yo también tengo la sensación de que las ciudades han dejado de ser de los ciudadados y han pasado a ser el cortijo particular de sus ediles. Se ha perdido, o malinterpretado, el significado de lo que es público. Una pena.

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