Como sabía que hoy había votaciones, se ha dirigido a Vilafranca del Penedès, lugar paradigmático donde pasó los mejores momentos de su vida.
En un loable intento de camuflaje, ha sustituído su habitual camiseta rojiblanca por la señera del Barça y se ha encaminado a depositar su voto en La Rambla, pero —al parecer por un descuido— no había papeletas de No.
Un poco frustrado se ha dirigido al mercado semanal de los sábados, y allí —en la Plaza de la Verdura— ha podido comprobar que los pelmas de la Assemblea de Catalunya no dan tregua. Por suerte, las coliflores, alcachofas, pepinos y naranjas que ha comprado no entienden de esas cosas, de momento.
Después, y para celebrar un acontecimiento que se produjo ayer, ha ido a comer al Casa Juan, un restaurante de toda la vida donde se come de maravilla, pero que las está pasando canutas con la crisis de las comidas de empresa. Una pena.
Más tarde ha acudido a Sant Gervasi a intentar acompañar a una buena amiga que pasa un momento difícil. ¡Ánimo!
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