El gran Uribe os hace un pequeño obsequio. Bien quisiera él tener la afilada pluma del maestro Juan Marsé para describir a ese sujeto, aunque quizá se haya quedado corto y, a veces, sobrevalore un poco su figura. Para entendernos, que podría haber sido mucho más duro. En cualquier caso, una buena descripción del Molt Honorable, como no podía ser menos...
«El maxilar cuadrado y ligeramente popeyesco va siempre un paso por delante de la mirada estreñida: el paso largo y la vista corta, he aquí un problema para cualquier conductor de multitudes, sobre todo si maneja un timón más decorativo que funcional. Visto de perfil, prefigurando el de la viva moneda que acaso el futuro le reserva, y a pesar de la robusta quijada y el discreto tupé, no es un señor que llame la atención por sus volúmenes estrictamente físicos, por las tramas fibrosas de un atractivo corriente y más que discreto, y que podría ser el de un afanoso vendedor ambulante de la Gran Enciclopedia Catalana, o el de un rudo camionero que estrena vehículo de gran tonelaje (cargado de dinamita y de puñetas) pegando temerarios volantazos en las muy cerradas curvas de la Historia.
Pero visto de frente, la cosa cambia. La barbilla se enroca cautelosa, se repliega con una presteza de murri, moderadamente sentimental. Los ojitos entrecerrados son escrutadores, desconfiados, la sonrisa es delgada y retráctil y las manos no sueltan el timón como no sea para abrazar a un fantasmal horizonte. Se trata de un político que se mueve a piñón fijo, como las bicicletas del pasado, en las que, si parabas de pedalear, te pegabas la gran costalada.
De mediana estatura tirando a alto, no se le ve encogido de hombros, pero lo parece, como si los trajes le vinieran estrechos, como si le apretaran las sisas. Sus hombros sugieren también un escalofrío causado por algún aire foráneo, hostil, genuinamente mesetario. En funciones de su cargo, en tránsito engorroso y no deseado por tierras extrañas (Madrid, pongamos por caso) el cuerpo se apacienta y parece aquejado de alguna dolencia lumbar, tocado en lo más íntimo por un frío medular o por la propensión a una hernia discal o financiera, o simplemente afectado por un leve desarreglo intestinal o quizás un estreñimiento nacional, que viene a ser lo mismo.
En todo caso hay que admitir que este hombre posee alguna forma de apostura capilar, y especialmente cierta solvencia verbal, sobre todo comparada ésta con la de otros celebrados Honorables (por ejemplo con Jordi Pujol, exitoso imitador del palabreo simpaticón y casolano del gran actor Joan Capri, meritorio sin duda pero muy por debajo del discurso seco, ajustado y razonado, cartesiano, de nuestro pequeño gran timonel) si bien lo consigue penetrando temerariamente en el territorio de los sueños, donde los comensales le escuchan en bíblico silencio bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular mirando el mar soñé, etcétera. Disculpen la inoportuna poética, ciertamente en los tiempos que corren no conviene dejarnos envolver por efluvios lírico- patrióticos, siempre propensos al tufo más nauseabundo, pero no está de más recordar aquí que esta figura se mueve con una fuerte vocación de futura estatua conmemorativa, a ser posible con palomas, y por supuesto aferrado al timón.
Es lo que sugiere la expresión facial habitualmente receptiva, sobria, compacta: una sutil propensión al mármol, al callado estruendo de la materia todavía inerte que sueña adquirir alguna
forma perdurable. Hay en efecto una contención y una reserva expectante en la gestualidad de este señor, que no sonríe abiertamente, que no bracea decididamente, que no encabeza manifestaciones callejeras, que no levanta la voz. Camina ligeramente inclinado con la mano en el flato y a ratos puede parecer un robot afectado por un desajuste mecánico. Reúne bastantes semejanzas con el famoso Madelman, y, lo mismo que este aventurero articulado, corre el riesgo de que le pillen con el pie cambiado. Parece dispuesto a achacar la plaga del escarabajo picudo, que está pudriendo las palmeras de Catalunya, a un solapado intento, uno más, de hacer descarrilar el proyecto soberanista y el derecho a decidir si Catalunya es una rosa con espinas o
sin espinas. No hay rosas sin capullo.
En resumen: visto de frente, es un señor sin historial político relevante vestido con un traje oscuro que le viene ancho, pero que él siente que le viene estrecho, y visto de espaldas parece ser, (parodiando a G. K. Chesterton una vez más) el hombre que necesita la patria.
(Extraído del libro de Juan Marsé "Señoras y señores", de Ediciones Alfabia (2013)
Uribe, ¡qué bueno, qué bueno, qué bueno! Menuda descripción y menudo hallazgo. ¿Tienes el libro en cuestión? Me gustaría leerlo. Benet, azote de nacionalistas, muy en su punto.
ResponderEliminarMarsé, querrá usted decir. Sí, ese libro obra en mi poder. Se trata de una serie de retratos que hizo Juan Marsé en los años ochenta. Luego dejó de interesarle el género pero, a instancias de la editorial, ha sacado dos nuevos: el de Artur Mas, al que se refiere usted, y el de la señora del finiquito: Cospedal.
EliminarAh, ya recuerdo...creo que lo leí en Pinós. A lo mejor lo tengo yo también. Claro que falta el personaje que nos ocupa. Marsé es un grandísimo retratista de personajes, desde luego.
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