lunes, 1 de agosto de 2016

Un año de mi vida sin vivir

Por decirlo todo, uno recibió de su padre ('Tirano') también —aparte de buen ejemplo— una cierta tendencia al desorden. Su especialidad eran las gafas o la cartera, que solía buscar infructuosamente por los tropecientos bolsillos de su cazadora. En cuanto a su despacho, aquello era tremendo, pero el hombre se aclaraba, hasta que venía alguien a intentar ordenarlo.

Gran Uribe, a semejanza de Rosa Montero —una persona a la que le unen muy pocas cosas más— no hay día que no pierda algo en su casa y tarde horas en encontrarlo. A veces acaban apareciendo algunas, gracias sobre todo a los buenos oficios de San Antonio (que en esto es un número uno, según le inculcó 'Patiña') y otras, sobre todo las importantes, no aparecerán jamás. En cuanto al tema gafas (tiene varias de diferentes distancias), no las ha dejado nunca dentro de la nevera como Rosa Montero, pero sí en lugares todavía más inverosímiles, aunque sería prolijo enumerarlos aquí.

El caso es que las pocas cosas que se tiran en casa a la papelera, al container o al "punto verde" son, indefectiblemente, aquellas que luego acabarán resultando necesarias un día, y las muchas que se conservan, nunca más harán falta en la puñetera vida. Por si todo esto fuera poco, le basta guardar las cosas en su sitio más lógico para que luego no aparezcan por ninguna parte. Quizá un año entero de su vida tirado a la basura buscando cosas...

En fin, un desastre. Suerte que, como dice Rosa Montero "sé que no soy la única persona a la que le sucede esto". Mejor nos lo cuenta ella en su columna de EL PAÍS SEMANAL, titulada Perderlo todo.

Rosa Montero
«Hoy me he puesto a pensar en la cantidad de cosas que pierdo cada día. Porque lo pierdo todo. Digo dentro de casa, ya que en el exterior (es decir, pérdidas auténticas) ocurre poco. O sea que en realidad se trata de extravíos momentáneos, desesperantes juegos al escondite de las cosas. Las gafas, el móvil, las llaves, el bolso. Pero también: el cuaderno de notas, el importante número de teléfono que acabo de apuntar en un papel, los pendientes que me quité ayer, la camisa que he descolgado hace cinco minutos del armario y que ha debido de irse corriendo por sí sola. O el tazón con el que siempre desayuno.[...]

Los objetos muestran una obcecada tendencia a evaporarse a mi alrededor, y creo que no ha habido un solo día de mi existencia en el que no haya extraviado algo. Si sumara todos los minutos que he desperdiciado buscando cosas, probablemente llegaría a acumular un año de despilfarro. Un año de mi vida sin vivir.

Sé que no soy ni mucho menos la única persona a la que le sucede esto. Se me ocurre que, dentro de las muchas maneras en las que podemos clasificar a los humanos, una sería dividirlos entre los seres meticulosos y precisos, por un lado, y los que tenemos las cabezas horadadas, por el otro. Agujeros mentales por los que silba el caos como un viento insidioso. Como es natural, esta propensión a perder las cosas suele estar unida a una falta de firmeza y claridad en la relación con los objetos que nos rodean. Vamos, que somos bastante desordenados.

A saber cuál será la razón de tanto lío. [...] Sea como fuere, arrastramos los desordenados nuestro desorden como el escarabajo pelotero arrastra su bola, y en ese trabajoso desvivir nos suceden cosas peculiares: por ejemplo, podemos mantener durante años un objeto claramente descolocado (un collar en una esquina del escritorio, un tintero en la encimera de la cocina), pero si un día se nos ocurre guardarlo en el lugar apropiado, nunca más lo volveremos a encontrar. El orden no forma parte de nuestro karma».[...]

4 comentarios:

  1. Vaya,veo que también te llamó la atención el artículo sobre el desorden. Me he sentido francamente identificada con sus penalidades, pues las sufro a diario por lo mismo que tú, porque somos unos desordenados. Pero no digas que no te has reído con el asunto. Lo recortaré para guardarlo. Lo malo es que no lo encontraré nunca más.
    Nvts

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    1. Por desgracia para mí, me siento retratado en los comentarios de Gran uribe y el artículo de Rosa Montero. Veo que el club de los desordenados es más amplio de lo que creía, y no me queda más que añadir.
      El Tapir

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  2. Yo también soy de los suyos. Me parece que yo en total he debido de estar más de un año buscando. MJ

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